Dejemos que María nos enseñe a adorar verdaderamente a su Hijo Corpus Christi

Dejemos que María nos enseñe a adorar verdaderamente a su Hijo
Reflexión para la Homilía del 3 de junio de 2018,
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Tras las huellas de San Juan Diego

Libro del Exodo 24,3-8.
Salmo 116(115),12-13.15-16.17-18. 

Carta a los Hebreos 9,11-15. 
Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26.

En tiempos pasados antes de Cristo, nos dice la Primera Lectura, se ofrecían holocaustos e inmolaban terneros al Señor en sacrificio de comunión. Con la sangre de los terneros sellaban alianzas con Dios y quedaban purificados de sus obras exteriores, así nos lo narra el Libro del Éxodo: “Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”. Esta alianza nació como respuesta del corazón del pueblo quien al escuchar por medio de Moisés las palabras y las prescripciones del Señor quisieron prometerle a Dios cumplir todo lo que El les pedía.
De igual manera en el Salmo encontramos un ofrecimiento de alabanza al Señor y la promesa de cumplir los votos al Señor y también la promesa de que, en presencia del pueblo, invocarían Su Nombre.
En la Carta a los Hebreos de la Segunda Lectura, vemos la plenitud del Antiguo testamento, porque que Cristo, con su propia Sangre nos ha obtenido la Redención eterna, nos ha abierto las puertas del Cielo, nos ha salvado de nosotros mismos, de nuestra fragilidad, de nuestro egoísmo, de nuestro pecado, es decir, la Sangre de Cristo purifica nuestras conciencias, purifica los mas escondido y profundo del corazón que pudiera llevarnos a la muerte eterna, y por esto Cristo es el mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres a fin de que habiendo Él muerto por la redención de nuestros pecados recibamos la herencia que nos tiene prometida.
En la lectura del Santo Evangelio nos encontramos con que el mismo Jesús, nuestro Señor, prepara a sus discípulos para la última cena con Él, les da detalles de cómo prepararla, del lugar, etc, Jesús mismo es quien los prepara para cenar con Él, después compartió con ellos el pan y el vino y les dijo: “Esta es mi Sangre, Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos...”
Hermanos, las lecturas de hoy hacen referencia a la celebración y a la preparación de la Fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor quién se entregó voluntariamente por amor a nosotros. Pongamos hoy especial atención a cómo Él, quien nos ha dado ya la salvación por su Sacrificio, nos prepara, al igual que a los discípulos para el encuentro con Él. Él nos prepara para encontrarnos con Él cada domingo o diario, para quienes asisten diario a la Santa Misa, Él nos prepara de diferentes maneras:
-Nos prepara por medio de la reflexión de su Palabra, por medio de las lecturas, nos prepara cuando reflexionamos sobre Su vida, sobre Su Persona, nos prepara cuando

celebramos juntos las fiestas que la Iglesia nos propone, como la del domingo pasado que celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, nos prepara también por medio de
-los acontecimientos que vivimos, porque en cada cosa que vivimos, ya sea fácil o difícil, Él nos sale el encuentro; también nos prepara por medio de
-lo que vemos en
nuestra conciencia cuando analizamos alguna lectura, cuando reflexionamos sobre lo que vivimos, etc. y por último, también nos habla por medio
-del consejo de alguna persona, del sacerdote, de lo que dice en la homilía, en el sacramento de la Reconciliación, etc.
Tengamos la certeza de que, en el camino hacia el encuentro con el Señor, hacia la comunión con Él, Él mismo, así como lo hizo con sus discípulos, nos prepara por medio de todo lo que vivimos. Si somos conscientes de esto, esto nos puede ayudar a estar agradecidos con Dios con mayor fuerza con mayor amor. Él se queda con nosotros, nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y lo ha cumplido quedándose de muchas maneras pero, especialmente en la Eucaristía, en su Cuerpo presente en el Sagrario.
¡Cuán agradecidos deberíamos de estar todos los días por la Presencia del Señor de esta forma en el mundo, en mi país, en mi ciudad, en mi colonia, en Momoxpan! ¡No estamos solos! Nunca estamos solos puesto que Él se ha quedado en un simple pedazo de pan para acompañarnos.
¿Cómo agradecer al Señor este regalo tan grande? ¿cómo hacerle para que no nos acostumbremos a este milagro continuo de su Presencia en el Sagrario? Santa María de Guadalupe es La Madre de gran ayuda, Ella nos presenta siempre a Jesús en su vientre, como un sagrario, Ella es quien seguramente mejor comprende el misterio de la Eucaristía puesto que, Ella misma, en la imagen viva del Tepeyac, nos ofrece a Jesús vivo, como en un Sagrario porque Jesús vive en el vientre de Santa María de Guadalupe, Ella nos lo trae para que lo adoremos, Ella nos lo presenta para atraernos a Él, Ella como Madre de Jesús, Madre de Dios y Madre nuestra, nos enseña el camino más rápido que conduce a su Hijo. Ella nos lleva a la Ofrenda se Su Hijo por nosotros, podríamos decir que Ella puede enseñarnos a comulgar, a adorar a su Hijo, a estar ante su Presencia en el Sagrario.
Sigamos el ejemplo de San Juan Diego, quien siendo encontrado por María cuando él se iba por un camino contrario al de Ella, se abrió al encuentro con la Madre de Dios, se dejó mirar por Ella, recibió y aceptó la mirada de Amor de María que nunca le reprocha nada, se dejó guiar por Ella, dejó que María le transformara el corazón y así, María misma lo capacitó para cumplir con la misión que Dios mismo le tenía a él encomendada.
Aprovechemos la ayuda que Dios nos da entregándonos a Su Madre como Madre nuestra para que, confiados a Ella, seamos capaces de mirar lo que Dios nos pide y lleguemos así, por la fuerza de la gracia, a cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Que así sea. 

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