María quiere llevarnos por el camino que nos abre a la fe profunda Domingo XXVI del tiempo ordinario

María quiere llevarnos por el camino que nos abre a la fe profunda
Reflexión para la Homilía del 30 de septiembre de 2018, 
Vigésimo Sexto Domingo del tiempo ordinario

Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro de los Números 11, 25-29 

Del Salmo 18
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 1-6 

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-43. 45.47-48

Queridos hermanos:
La Primera Lectura del libro de los Números nos relata que el Señor descendió de la nube y habló con Moisés. Tomó el espíritu de Moisés y se lo dio a los setenta ancianos, cuando el espíritu se posó sobre ellos se pusieron a profetizar. En este camino de tras las huella de San Juan Diego, podemos constatar el carácter universal que tiene el Acontecimiento del Tepeyac. Veamos por qué: Así como el Espíritu de Dios descendió sobre Moisés, este mismo Espíritu fue el que descendió sobre la Virgen María para encarnar a Jesús. Esta encarnación está plasmada de una manera viva en la Presencia de Santa María de Guadalupe en la tilma de san Juan Diego. Este Espíritu Santo que posó sobre la Virgen de Guadalupe, fue también dado a San Juan Diego. San Juan Diego fue preparado para recibir, después de un proceso de conversión, después de cierto camino, el don del Espíritu Santo por medio del cuál logró convencer al obispo de la voluntad de Dios por medio de María de Guadalupe. San Juan Diego, después de las apariciones de Santa María de Guadalupe se dedicó a proclamar lo sucedido a todos aquellos que se acercaban a ver a María en su tilma, el vivió así hasta el día de su muerte.
El Salmo de hoy nos recuerda que la ley del Señor es perfecta y reconforta el alma, que sus mandamientos son verdaderos y justos, pero también nos enseña a vivir en la verdad de que aún cuando nos esmeramos en ser buenos y en querer cumplir los mandamientos del Señor, no siempre es fácil y continuamente fallamos, nos alienta a aceptar esto y a pedirle perdón implorando que nos preserve del orgullo y de la soberbia, confiando al mismo tiempo en que Dios nos hará libres de nuestras propias debilidades.
En la lectura del apóstol Santiago encontramos de una manera fuerte, el consejo de Dios a que nuestro corazón no se apegue a las riquezas. No habla aquí sólo de las riquezas materiales, sino también de todo aquello a lo que nuestro corazón se apega y que nos hace olvidar al hermano que tenemos cerca, dejando de ver así a Dios en él. Es un reclamo y al mismo tiempo es una advertencia a todos nosotros que a veces ponemos nuestra alegría en las cosas pasajeras y no en estar con el Señor atendiendo a nuestros hermanos. Es difícil a veces darnos cuenta de que así vivimos, pero hay que confiar en que el Señor nos muestra o nos mostrará la verdad, a fin de darnos la oportunidad de querer elegirlo a Él antes que a las cosas que nos separan de su Amor y del amor a los demás.
En la lectura del Santo Evangelio según san Marcos, Dios nos exhorta a abrirnos al Espíritu Santo para que podamos escuchar su consejo a través de cualquier persona que anuncia a Jesús. Jesús le dijo a Juan que cualquiera que no está en su contra está con Él. ¿Cuántas veces Dios nos habla a través de las personas y no lo escuchamos? ¿Cuántas veces

nos habla a través de nuestros padres, de la esposa, el esposo, incluso de los hijos y no lo escuchamos? O, ¿a través de un amigo?... ¡Ojalá y, como dice la Primera Lectura, todos estuviéramos tan unidos a Dios o que estuviéramos abiertos al Espíritu Santo para poder hacer los milagros de conversión en nuestra gente alrededor! Pero la realidad es que no tenemos fe profunda. Sí tenemos un poco de fe gracias al don del Bautismo, sin embargo, esta fe en nosotros no es lo suficientemente grande como el tamaño del grano de una mostaza como para poder hacer los milagros que pudiéramos hacer en nombre de Jesús por el bien de nuestros hermanos.
También el Evangelio nos invita a estar pendientes de todo aquello que nos lleva a alejarnos de Dios. ¡Cuántas tentaciones vivimos en nuestra vida! Continuamente el demonio está buscando qué hacer para que nos alejemos del mayor bien para nosotros. El demonio es el padre de la mentira y siempre quiere hacernos creer que lo malo no es tan malo o que incluso es bueno. Siempre quiere confundirnos y hacernos caer para alejarnos del único Amor que nos da la felicidad. Abramos los ojos a la verdad, hagamos un poco el esfuerzo al menos en quererlo ver.
Por esto hermanos, miremos el camino de Juan Diego, él es el santo patrón de México. Pidámosle nos ayude a detectar las tentaciones del demonio quien quiere confundirnos, pidámosle a san Juan Diego que nos ayude a dejarnos encontrar por Santa María de Guadalupe, quien siempre quiere llevarnos a encontrarnos con Jesús. ¿Saben porque María de Guadalupe quiere salirnos al encuentro primordialmente cuando estamos huyendo de Dios o cuando estamos en medio de una debilidad, fragilidad o infidelidad? Porque ella es Madre y quiere que se nos grabe en el corazón que somos sus hijos y, como Madre, quiere vernos felices al encontrarnos con su Hijo. Pidámosle a Ella que así como llevó a Juan Diego a tener una fe profunda, tan grande que se plasmó su Presencia en su tilma, haga lo mismo en nosotros, nos lleve en un camino que haga profundizar nuestra fe para que podamos ser buenos instrumentos en las manos de Dios y puedan ocurrir milagros de conversión en nosotros y en nuestro alrededor.
Si dejamos que María nos lleve por el camino de la humildad, como llevó a Juan Diego que fue capaz de reconocer que él huía de Ella, nos dispondremos a adquirir una fe profunda, podremos unirnos a Dios nuestro Señor, podremos vivir en comunión con El y de esta forma podrán pasar las gracias del Señor a aquellos que nos acompañan en nuestra vida y a aquellos que más lo necesitan.
Pidámosle a nuestra Madre Santa María de Guadalupe recordemos que Ella nos tiene bajo su sombra y resguardo, acudamos a Ella ante cualquier situación difícil y dolorosa, recordemos que es Madre y quiere llevarnos al encuentro con su Hijo, quien es el Único capaz de curar nuestro corazón, sanar nuestra heridas y de llevarnos a la felicidad verdadera.
Santa María de Guadalupe: salva a nuestra patria y aumenta nuestra fe 

Para el domingo XXV del T O. ciclo B Dios envía a Santa María de Guadalupe para convertir nuestro corazón y ser servidores de los demás


Dios envía a Santa María de Guadalupe para convertir nuestro corazón y ser servidores de los demás
Reflexión para la Homilía del 23 de septiembre de 2018, Vigésimo Quinto Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20
Del Salmo 53
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16-4,3 

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del libro de la Sabiduría encontramos una situación similar a la que

vivió San Juan Diego. San Juan Diego es nuestro hermano, muy cercano y quien nos precede en el camino de la fe. Después de la segunda vez que san Juan Diego habló con el obispo Fray Juan de Zumárraga, éste pidió a dos personas de confianza suya siguieran a Juan Diego y lo espiaran. Con certeza el Obispo quería corroborar de alguna manera todo lo que Juan Diego le decía. El Obispo era prudente, pues la Iglesia así debe actuar, siempre con muchas prudencia ante revelaciones privadas, debe investigar, debe corroborar, etc. Sin embargo, los dos servidores del Obispo, como nos narra el Nican Mopohua en los números del 82 al 87, se enojaron mucho con Juan Diego por dos motivos, uno porque se fastidiaron de tener que seguirlo y dos, porque en cierto momento Juan Diego se les perdió, es decir que de repente ya no lo vieron, y no pudieron cumplir con la encomienda del Obispo Zumárraga. Los dos servidores del Obispo empezaron a meterle en la cabeza a su Obispo que Juan Diego era un mentiroso y que seguramente nada más soñaba o imaginaba todo lo que le decía y le pedía. Y ellos mismos determinaron que si Juan Diego regresaba lo agarrarían y fuertemente lo castigarían para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar gente. Así vemos que, por analogía, Juan Diego fue víctima de “los malvados” de quienes habla la primera lectura y estos lo sometieron a humillaciones muy fuertes.
Por medio del Salmo de hoy podemos también corroborar en la historia de nuestro hermano san Juan Diego que Dios, después de someternos a humillaciones que a veces necesitamos para precisamente ser humildes, escucha nuestra plegarias ya desde nuestro corazón convertido y entonces nos defiende y nos atiende. Así le pasó a Juan Diego, así nos lo precisa la Palabra de Dios por medio del Salmo. Juan Diego sufrió no sólo las humillaciones de los servidores del Obispo, sino también de parte de soldados españoles que se dejaban llevar por los pensamientos de que los indígenas no tenían alma, o de que tenían un alma inferior al alma humana. Por otra parte y al mismo tiempo, Juan Diego sufrió el miedo a la muerte por el temor de ser escogido como víctima para ser ofrecido a sus dioses. Sin embargo, por el Nican Mopohua y la historia podemos constatar que finalmente Dios elevó a Juan Diego a un grado de santidad tan grande, que podríamos decir de él que es el más grande santo mexicano. Juan Diego con certeza le ofreció a Dios, por medio de María de Guadalupe, su corazón contrito y agradecido. ¿Porqué podemos decir esto? ¿Porqué podemos asegurar que ofreció su corazón contrito, humillado y agradecido? Porque Juan Diego intentó huir del camino que Dios quería para él. Si ustedes recuerdan, Juan Diego quiso no encontrarse con María cuando su tío estaba enfermo. A pesar de que ya tenía cita con María para llevarle la señal al Obispo, Juan Diego quiso hacer otra cosa, quiso darle la vuelta a María, quiso posponer el plan de Dios y quiso

sobre todo resolver su problema por él mismo sin la ayuda de la Madre de Dios. Y María, al salirle al encuentro justo en ese momento de la huída y mostrarle su amor y su ternura, convenció a Juan Diego de que era amado, de que era hijo, y Juan Diego se arrepiente y sube al cerro del Tepeyac por la señal seguramente con un corazón contrito por su verdad y al mismo tiempo con un corazón agradecido por el Amor de Dios recibido a través de la mirada y las palabras de María.
En la segunda lectura podríamos, además de reflexionar sobre las envidias y rivalidades que muchas veces existen en nuestras vidas y que, estas podrían servirnos como de trampolín para darnos cuenta de que necesitamos que Dios convierta nuestro corazón y aceptar también que tendríamos que vivir muchas humillaciones en nuestra vida para realmente cambiar, en la parte final de esta lectura también nos dice que, si no alcanzamos algo, como puede ser nuestra propia conversión, o la de algún familiar, o cualquier cosa buena, es porque no se la pedimos a Dios, o por que se la pedimos mal. Entonces, se hace necesario acudir a Santa María de Guadalupe, digámosle como Juan Diego le dijo que sí queremos hacer lo que Dios nos pide aunque nuestras fuerzas sean pocas, y pidámosle a Juan Diego nos acompañe también en este nuestro camino de la fe para que guiados por él quien ya lo vivió, seamos dóciles ante la conversión de nuestro corazón, conversión que Dios quiere lograr a través de nuestra Madre Santísima de Guadalupe.
En el santo Evangelio según san Mateo Dios nos muestra el Amor tan grande que nos da en la Persona de su Hijo para salvarnos. Jesús también nos muestra su Amor por nosotros en el Padre y ambos en el Espíritu Santo nos enseñan el Amor de donación total. Fijémonos también en cómo Jesús dice: “Si algún quiere ser el primero, que sea el último de todos, el servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que me reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a aquél que me ha enviado”. Hermanos, Juan Diego fue llamado por María como un hijito, como un niño, incluso le decía “Juan Dieguito, el más pequeño de mis hijos”. Dios nos enseña el valor y la condición indispensable para la comunión con Él, nos enseña la importancia de la humildad. Dios por medio de Santa María de Guadalupe quiere llevarnos a ser humildes, como lo hizo con Juan Diego. Juan Diego fue enviado como hijo de María a ver al Obispo Zumárraga, fue escogido por Dios, por Ella, para enseñarnos también por medio de su ejemplo, lo que nos dice el Evangelio de hoy acerca de que aquél que reciba a un niño en Su nombre, recibe a Jesús, recibe a Dios quien lo envió. Juan Dieguito fue humilde después del camino por el cuál María misma lo condujo y lo acompañó, y hasta que fue realmente humilde fue otorgado de todo lo necesario para convencer al Obispo de la voluntad de Dios. Finalmente el Obispo recibió a Juan Diego y así recibió a María, recibió a Dios quien la envió.
Gracias a este acontecimiento de hace ya casi 500 años María se ha quedado con nosotros y quiere ayudarnos de igual manera como lo hizo con san Juan Diego. Los invito a querer entregar el corazón a Santa María de Guadalupe ya que Ella quiere curar nuestras heridas, quiere que vivamos realmente el que somos hijos verdaderos de Ella y, de esta manera experimentaremos el Amor maternal de Dios a través de Ella, de esta manera Ella nos llevará a la conversión de nuestro corazón y a la comunión con Dios. Finalmente para esto hemos sido creados. Que Dios nos de la gracia de acercarnos a su instrumento, nuestra Madre María, para que Ella nos lleve al encuentro con Jesús vivo. Que así sea. 

María de Guadalupe nos lleva al encuentro con su Hijo y de esta manera nos capacita para cargar la propia cruz y entregar la vida por los demás

María de Guadalupe nos lleva al encuentro con su Hijo y de esta manera nos capacita para cargar la propia cruz y entregar la vida por los demás 
Reflexión para la Homilía del 9 de septiembre de 2018,
Vigésimo Cuarto Domingo del tiempo ordinario


Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro del profeta Isaías 50, 5-9
Del Salmo 114 1-2. 3-4. 5-6. 8-9
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18 
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del profeta Isaías podemos analizar la actitud de los siervos del

Señor, actitud que todos tendríamos que tener como respuesta al Amor recibido por parte de Dios. Pues es el Señor quien abre nuestros oídos cuando escuchamos su voz. Su voz no es una voz que se escucha como cuando nos habla una persona, pero sí es una voz que resuena en el interior, en la conciencia, en el corazón. Si no la escuchamos ante las circunstancias que se presentan en nuestra vida y ante las cuales muchas veces no sabemos responder, es porque tenemos nuestros oídos cerrados. Pero Dios abre nuestros oídos de diferentes maneras para que podamos escucharlo y para hacernos capaces de seguir adelante en el camino en medio de nuestras pruebas y para hacer aquello que El nos pide. Y en esta lectura claramente nos pide ofrecer la espalda a quienes golpean nuestra mejilla, no ocultar el rostro a quienes nos insultan y nos escupen y, cuando somos capaces de hacer esto, cuando somos capaces de no responder a los insultos y maltratos de nuestros hermanos, es porque El no defrauda y nos ayuda, es porque El nos acompaña y nos defiende en nuestras pruebas, y esto hace y quiere hacer siempre con todos y cada uno de los que queremos seguirlo. Este es el camino para todos los hijos de Dios. Si volteamos la mirada al camino de nuestro hermano San Juan Diego, quien nos precede en el camino de la fe, encontraremos la misma situación. Dios por medio de María lo acompaña en el camino de sus pruebas, de sus purificaciones, porque Dios quiere que a través de él se obre el milagro de la Presencia de María, pero este milagro sólo puede llevarse a cabo a partir de su total conversión al Señor. Y María lo llama, le abre los oídos a su mensaje, lo conduce y lo acompaña por este camino de su propia conversión.
Lo anterior lo podemos reafirmar en la lectura del Salmo. Dios escuchó a Juan Diego, él fue envuelto en la redes de la muerte, pues continuamente su vida se veía amenazada por la posibilidad de ser escogido como víctima para los dioses aztecas. Juan Diego vivía con miedo, creía en sus dioses antes de ser cristiano, sin embargo vivía con un sentimiento de inseguridad, lleno de tristeza y de angustia. Y el Señor salvó su vida por medio de María, Ella le salió al encuentro y la vida le cambia. Dios se compadeció del sencillo Juan Diego, él estaba postrado y lo salvó; lo salvó de la muerte, le quitó las lágrimas de los ojos, apartó sus pies de las caídas y Juan Diego pudo así vivir en el mundo de los vivos proclamando el milagro de la Virgen de Guadalupe, y así vivió hasta que el Señor lo llamó.
En la segunda lectura del apóstol Santiago podemos seguir analizando el camino de Juan Diego, el camino del Tepeyac, que como veremos tiene un valor universal. ¿Por qué podemos decir que tiene un valor universal el mensaje del Tepeyac y el camino de Juan Diego? Porque con certeza el camino de Juan Diego no es un camino exclusivo para él, sino que es un camino para todos y cada uno de los hijos de Dios. El camino de Juan Diego y el mensaje del Tepeyac de alguna manera nos visualiza de qué se trata el camino de la conversión del corazón.

Ahora bien, Santiago nos dice que la fe se relaciona con las obras. En Juan Diego podemos ver que hasta que se dio su conversión y adquirió el don de la fe verdadera como resultado de esta conversión, fue cuando se obró el milagro de la Presencia de María, y después de este milagro se dio como resultado la conversión del corazón de millones de personas. Así mismo, Juan Diego fue capaz de dedicar el resto de su vida a las obras de caridad, porque se dedicó 17 años después del milagro del Tepeyac, a proclamar el mensaje guadalupano y a acercar a las personas a Dios por medio de María y su mensaje.
En la lectura del Santo Evangelio San Marcos nos da una enseñanza importante,
debemos pensar como Dios y no como los hombres. Si pensamos contrario a Dios sería colocarnos del lado de Satanás, por eso Jesús le dice a Pedro cuando éste la habla con criterios humanos: “apártate de mi Satanás, porque tu piensas como los hombres y no como Dios”. De aquí la importancia de pedirle a Dios abra nuestros oídos a su voz, para que El nos instruya y cambie nuestra mente y nuestro corazón para mirar todo como lo mira Dios y no como lo miran los hombres. Necesitamos pedirle a Dios de verdad cambie nuestra mente y corazón para paracernos cada vez más a El. Y Jesús nos dice al final del Evangelio: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera
salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.
¿Qué significa renunciar a uno mismo y perder la vida para salvarla? Mirando el camino
de Juan Diego podemos encontrar de qué se trata. Renunciar a uno mismo es lo mismo que aceptar el camino de la humildad, es aceptar primeramente que necesitamos un cambio en nuestra mente y en nuestro corazón, es aceptar que necesitamos crucificar la buena imagen que tenemos de nosotros ante nosotros mismos, es atreverse a pensar de manera más objetiva sobre nuestras propias acciones e intenciones en algunas de nuestras obras, es querer ser honestos con nosotros mismos delante de Dios, es querer hacer continuamente un examen de conciencia que nos permita ver la verdad de nosotros mismos y crucificar esa buena opinion tan optimista que tenemos a veces de nosotros mismos. Dios quiere llevarnos por el camino de la humildad, y para ser humiildes necesitamos muchas veces vivir humillaciones. Aceptar renunciar a nosotros mismos es lo que nos pide Jesús a quienes queremos seguirlo, es renunciar a esa buena opinión de uno mismo, es aceptar las humillaciones en nuestras vidas como una acto de la misericordia de Dios para hacernos humildes. No hay llegada el Cielo si no somos humildes y si no reconocemos nuestra verdad. Cargar con la cruz significa reconocer la verdad de nosotros mismos para entregársela a Jesús y para que nos salve. Si perdemos nuestra vida de esta manera, es decir aceptando la verdad que Dios nos muestra, Jesús salvará
nuestra vida para la vida eterna. De esta manera aporvechamos la Redención.
Juan Diego vivió lo anterior, aceptó el camino de las humillaciones gracias a la compañía
de María. Porque él en algun momento ya no podía más con tanto desprecio e incomprensión. Pero gracias al acto misericordioso de Dios quien le envía a Su Madre para acompañarlo, Juan Diego es capaz de seguir adelante. Dios le abrió los oídos para escuchar la voz de María y María lo llevó al encuentro con Jesús vivo. De esta manera Juan Diego fue capaz de vivir el resto de su vida en la entrega de su persona a los demás. No hay más grande amor que el de aquel que da la vida por sus amigos. Juan Diego fue capaz de entregar el resto de su vida a los hermanos. Pidámosle a él nos enseñe a escuchar la voz de María para dejarnos conducir al
encuentro con su Hijo y podamos así verdaderamente amar y entregar la vida a los demás.
Que así sea. 
Nuestra Madre de Guadalupe nos conduce Jesús
el único capaz de sanar todas nuestras enfermedades

Reflexión para la Homilía del 9 de septiembre de 2018, Vigésimo Tercero Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro del Porfesta Isaías 35, 4-7 Del salmo 145 7.8-9 a 9bc-10
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5 

Lectura del Santo Evangelio: según san Marcos 7, 31-37


Queridos hermanos:
Continuamos en este esfuerzo de entregar el corazón a nuestra Madre en esta preparación hacia los 500 años del Acontecimiento Guadalupano.
Si analizamos lo sucedido hace casi 500 años, y por analogía lo comparamos con los problemas que vivimos hoy, encontraremos en la Primera Lectura del profeta Isaías palabras que nos ofrecen ánimo, que nos invitan a no tener miedo y a mirar a Dios. Aprender a mirar a Dios, de la manera como nos enseña María, hará que Dios nos sane de todo tipo de dolencias representadas en la lectura con las palabras: se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, saltará el cojo como el ciervo, la lengua del mudo cantará. Brotarán aguas en el desierto y arroyos en la llanura; el desierto se convertirá en estanque la tierra sedienta en manantial.
Hace casi 500 años con certeza ambos pueblos, el indígena y el español, en ese caminar hacia el encuentro con Dios, ansiaban ser ayudados, ser sanados; era ya tanto el sufrimiento, el dolor, la falta de comunicación, la falta de aceptación y de comprensión al no saberse escuchar, que ya no veían para dónde caminar, es más no podían ya ni caminar. Podría decirse que estaban ciegos, que no oían, que estaban cojos, que estaban sedientos de paz y de verdadero amor. Hoy en día vivimos, en diferentes circunstancias, pero de manera similar. ¡Estamos tan necesitados!
En el Salmo 145 leemos que el Señor es siempre fiel a su palabra y que hace justicia al oprimido, y vemos que en aquella época salió en defensa de la dignidad del pueblo indígena, sin embargo, también salió en ayuda de los españoles, queriéndoles abrir los ojos y los oídos para aceptar, comprender y amar al “otro” diferente, pero de igual dignidad. Dios abre los ojos y alivia al agobiado, ama el Señor a todos y a todos quiere abrirnos el corazón.
Es así que podemos ver que Dios nos expresa su amor maternal y su misericordia enviándonos a Santa María de Guadalupe para ayudar a nuestro pueblo desde entonces, pero para ayudarnos también a través de toda la historia de nuestra nación y específicamente ahora para ayudarnos en nuestra época actual.
En la segunda lectura, Dios nos reafirma a través de la 2da Carta del apóstol Santiago que no es bueno hacer diferencias entre personas, por eso Dios quiso enviar a su Madre a nuestras tierras para enseñarles a los españoles a aceptar la dignidad de nuestra gente y a los

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indígenas quiso abrirlos con ternura a la fe cristiana. Por eso nos dice Santiago:
"Miren, hermanos, ¿acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe? ¿No les dará el reino que prometió a quienes lo aman?”.
De igual mamera en la Lectura del Santo Evangelio vemos que le presentan a Jesús a
un hombre sordo y mudo. Jesús lo sana. Le abre los ojos y los oídos a través de signos visibles: le tocó los oídos y la lengua y luego levantó los ojos al cielo mirando al Padre para después
decir “ábrete” y en ese momento el enfermo empezó a hablar.
Hermanos, veamos a través del signo de la Presencia de nuestra Madre Santísima de Guadalupe que Dios quiso que nuestro pueblo se abriera a la fe, quiso que los ojos de los indígenas se abrieran para mirar al único Dios por quien se vive, y a los españoles les abrió también los ojos para mirar al hermano, al “otro” diferente pero de igual dignidad. Con esto Dios logró, a través de la Presencia de Santa María de Guadalupe, una verdadera comunicación entre dos pueblos que no sabían escucharse y por lo tanto no sabían comunicarse, ni comprenderse, ni caminar juntos como hermanos.
Dios por medio de María, cambia el corazón de ambos pueblos, logra esa hermandad y esa paz, y lo logra por la Presencia de Jesús vivo en su vientre. Sólo el encuentro con Jesús vivo podrá cambiar nuestras mentes y nuestros corazones, de nosotros y de nuestros hermanos. Sólo Cristo es capaz de curar heridas profundas en nuestras familias, en nuestras comunidades, sólo Jesús nos hará capaces de abrir nuestro corazón para mirar y escuchar al hermano, incluso
a aquél con quien tenemos alguna diferencia o algun conflicto.
La Madre reune a sus hijos de una forma admirable capaz de reconstuir relaciones rotas o lastimadas por nuestras fragilidades y enfermedades. Es tiempo de entregarnos a nuestra Madre todos los días, es tiempo de entregarle el corazón. ¿Saben cómo podemos hacerlo? Meditando diariamente las palabras más consoladoras del amor maternal de Dios. Estas son las palabras de los números 118 y 119 del Nican Mopohua:
«Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun
tienes necesidad de cosa otra alguna?
Vale la pena y no sólo vale mucho acudir al Amor de Dios a través de María, sino que
hoy es necesario para nuestra patria, pues hoy más que nunca necesitamos, sanación, conversión, de nuestra mente y de nuestro corazón, unidad. Necesitamos urgentemente vivir en el amor de Cristo porque sólo Él en nosotros puede amar con su amor a los demás.
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Que san Juan Diego, hermano que nos precede en este camino, nos ayude a seguir sus huellas para entregarnos a María y encontrarnos así con Jesús, encuentro necesario para nuestra transformación y la de nuestra patria. Que así sea. page2image38720

En el don de Santa María de Guadalupe Dios nos ofrece el camino para la verdadera conversión del corazón

En el don de Santa María de Guadalupe
Dios nos ofrece el camino para la verdadera conversión del corazón 

Reflexión para la Homilía del 2 de septiembre de 2018,
Vigésimo Segundo Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego


Primera lectura: Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Del salmo 14
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 1, 17-18. 21-22. 27 
Lectura del Santo Evangelio: según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Queridos hermanos:
En esta preparación del corazón que hemos iniciado para celebrar adecuadamente los

500 años del nacimiento de nuestra nación en el año 2031, la primera lectura del libro del Deuteronomio nos aporta luz para profundizar e ir recuperando nuestra identidad mexicana.
Es posible, por analogía, poner a nuestro pueblo, ponernos a nosotros mismos, en el lugar del pueblo de Israel. Y podríamos hacer entonces la siguiente reflexión:
Dios nos habló en 1531 por medio de Santa María de Guadalupe a través del mensaje y de la imagen que están en el Nican Mopohua y en la Basílica respectivamente. Al ponernos en el lugar, ya sea de los indígenas ya sea de los españoles, ambos pueblos de Dios, podríamos decir que el mensaje a ambos fue: escuchen y cumplan los preceptos del Señor. Este mensaje es más bien una invitación a recibir el Amor y a amar a Dios sobre todas las cosas en respuesta a ese amor recibido. Porque sólo como respuesta al Amor podremos amar verdaderamente a Dios, al otro y podremos no hacer ídolos de ningún tipo. Este mensaje es ahora también para nosotros.
Actualizar el mensaje de Moisés dado al pueblo de Israel, o lo que es lo mismo, actualizar el mensaje de Dios por medio de Santa María dado a los indígenas y españoles a nuestros días, no es difícil. Pues el mensaje del Tepeyac es siempre actual y siempre nos enseña cosas muy importantes. Dios nos sigue pidiendo lo mismo ahora, aunque en un contexto histórico diferente. Nos pide entre otras cosas, escuchar a Dios y grabar en nuestro corazón el amor que nos tiene, y sólo como respuesta a este amor es como puede nacer en nosotros el querer cumplir sus preceptos para ponerlos en práctica y poder así vivir y entrar en posesión de la tierra que el Señor nos quiere dar. Esta tierra en tiempos de Moisés era la tierra prometida, en 1531 era el nacimiento de nuestra nación, ahora tal vez también podríamos pensar que Dios espera el renacimiento de nuestra nación en Cristo a través de Santa María de Guadalupe, la Virgen Madre.
Actualizar lo anterior a nuestros días, al día de hoy en el que vivimos graves problemas en nuestra sociedad, como son la violencia, el narcotráfico, la enorme corrupción, el ataque a la vida, a las familias, a la mujer y la explotación de la persona humana en todos sus sentidos, etc., no resulta nada difícil. Podríamos entonces hacernos las siguientes preguntas a manera de reflexión: ¿qué me dice hoy el mensaje del Tepeyac? ¿Acaso es actual? ¿me enseña algo importante? ¿Acaso esperará Dios que volvamos al encuentro personal con su Hijo, con Jesús vivo, de manera como hizo María, que tanto indígenas como españoles se encontraran con El en 1531?, ¿no será a caso que se necesita urgentemente ese encuentro personal con Jesucristo para hacer renacer hoy nuestra nación?
Hermanos: los preceptos y mandamientos que Dios nos enseña en el Acontecimiento son sobre todo la entrega total de nuestro corazón a Dios por medio de María para que así Ella

nos transforme en su Hijo y nos capacite para vivir y hacer todo lo que Dios nos pide. Esto mismo fue lo que vivió san Juan Diego, santo que nos precede en este camino y al que es importante mirar para comprender qué significa seguir sus huellas. Si nosotros nos dejamos educar por el Amor de Jesús expresado en Santa María de Guadalupe, podremos, como dice la primera lectura, cumplir con los mandamientos que serán sabiduría y prudencia a los ojos de los pueblos.
En la segunda lectura el apóstol Santiago nos dice que Dios nos engendró por medio del Evangelio, Evangelio que nos fue inculturado gracias a la Presencia de Santa María de Guadalupe en nuestras tierras. Nos pide nuevamente acoger la Palabra de Dios con una nueva mirada, con una mirada más profunda no solo para escucharla sino para ponerla en práctica. Esta Palabra nos fue sembrada por María de Guadalupe en el nacimiento de nuestra nación, esta Palabra es capaz de salvarnos y de otorgarnos también esa capacidad para ir al encuentro del hermano en cualquiera de sus necesidades.
De igual manera, la aclamación del Aleluya nos refuerza la voluntad del Padre que nos engendró por medio del Evangelio y que nos fue transmitido gracias a la Presencia de María en México, Ella fue capaz de inculturar el Evangelio.
En el Evangelio según san Marcos, encontramos también por analogía una situación similar a la que hoy vivimos. En aquella época del Acontecimiento Guadalupano, los españoles creían comprender el actuar de Dios para con los indígenas según sus propios criterios humanos. Por otro lado, los indígenas también creían rendir el culto adecuado a los dioses. Y Jesús les dice:
Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son
sino preceptos humanos.Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”. Esto es muy importante pues en seguida Jesus les dice realmente de qué se trata: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro
y manchan al hombre".
De lo que nos habla el Evangelio es de la necesidad de un verdadero cambio en el corazón. Cambio que necesitamos todos, empezando por mí. Todos necesitamos de una purirfiación
para nuestra completa conversión.
En el acontecimiento Guadalupano tenemos la solución que Dios mismos nos ofreció y
nos sigue ofreciendo hoy en día. El Mensaje Guadalupano en verdad es siemrpe actual porque María logró la conversión de los corazones de ambos pueblos logrando asi una verdadera comunicación, comunión, hermandad. Veamos cómo en verdad el menaje de Dios a través de su Madre, nuestra Madre Santa María de Guadalupe es también para todos y para todos los
tiempos.
Pidámosle a Dios nos despierte de este sueño que nos hace olvidarnos de quiénes
somos a la luz de la miarda de Su amor maternal expresado en Santa María de Guadalupe. Este Amor quiere despertarnos para encontrarnos con Cristo vivo y poder asi salir al encuentro
con nuestros hermanos.
Pidamos también a San Juan Diego nos ayude a regresar siempre al camino que él bien
conoce y que siempre es bajo la miarda de la santa Madre del Dios por quien se vive, Santa
María de Guadalupe. Asi sea. 

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...