Santa María de Guadalupe vive y nos enseña a vivir el Adviento

Santa María de Guadalupe vive y nos enseña a vivir el Adviento
Reflexión para la Homilía del 2 de diciembre de 2018,
Primer Domingo de Adviento
Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: Del libro del profeta Jeremías 33, 14-16
Salmo: Del Salmo 24
Segunda Lectura: De la carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses 3, 12-4, 2 Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 25-28. 34-36


Queridos hermanos:
Iniciamos hoy con el tiempo litúrgico que nos marca la Iglesia quien es nuestra Madre; inciamos hoy con el tiempo de la espera, de la espera para la celebración de la visita de nuestro Señor Jescuristo al mundo; iniciamos hoy con la espera de celebrar la introducción de Jesús encarnado en nuestra historia, en nuestras vidas, en nuestra mente y en nuestro corazón. El Adviento es el tiempo de la espera del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Por otro lado y al mismo tiempo, estamos próximos a celebrar el próximo 12 de diciembre la fiesta de nuestra Madre Santísima de Guadalupe. No es casualidad que antes de la Navidad, celebremos las aparciciones de María Santísima nuestra Madre de Guadalupe. La Madre de Jesús, nos es dada y se nos presenta en esta imagen, más bien, en esta Presencia viva en la Tilma de Juan Diego, con la Palabra hecha carne; se nos presente con Jesús también en su Presencia viva, en su vientre. María nos enseña lo que es el Adviento, nos enseña lo que es la espera de Aquél quien está a punto de nacer y quien viene a convertirnos, a salvarnos.
En la primera Lectura de este domingo el profeta Jeremías nos habla del cumplimiento de la promesa de Dios de hacer nacer del tronco de David a Alguien santo que ejercería la justicia y el derecho en la tierra y que nos ofrecería la salvación a todos. Este Jesús es el Salvador a quien María de Guadalupe nos presenta y nos ofrece en su vientre. Ella vive el Adviento de manera perfecta y quiere enseñarnos y acompañarnos en esta espera de la venida de Jesús para cambiar nuestra mente y nuestro corazón, para cambiar nuestra vida y convertirnos.
En el Salmo 24 leemos también que el Señor quiere guiarnos con la verdad de su doctrina, y nos enseña que, lo que quiere hacer con nosotros y con cada uno de sus hijos, es aquello mismo que hizo con san Juan Diego, ya que nos dice claramente que “el Señor guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos. El Señor descubre a quien le teme y le enseña el sentido de su alianza”, así termina la lectura del Salmo del día de hoy. Si analizamos con cuidado lo anterior y el camino de san Juan Diego, podemos encontrar en él, el camino también para nosotros. Este camino, en el cuál María lo introduce, lo acompaña y lo guía en la espera de su conversión, es una preparación para abrirse al encuentro con Jesús, es una preparación para unirse completamente a Jesús en su vida. El camino de san Juan Diego es una espera en el Señor para que cambiar la propia mente y el corazón. Este camino de san Juan Diego no fue solo para él, es un camino también para nosotros. El Adviento, además de la espera por su segunda venida, es una espera de Jesús en nuestras vidas como preparación cada vez más próxima al encuentro definitivo con Él. María tiene la misión de introducirnos, acompañarnos y guiarnos en este camino de conversión para el encuentro con Jesús vivo.

En la Segunda Lectura, el apostol San Pablo nos hace una exhortación para vivir de cierta manera esta espera del Señor y, le pide a Dios, haga nuestros corazones irreprochables hasta el día en el que venga nuestro Señor Jesús. Esto es muy importante porque él, san Pablo, ora a Dios por esta gracia en nuestros corazones, la gracia de ser irreprochables. En ningun momento dice que nosotros por nuestras propias fuerzas podemos alcanzar este estado de perfección en la espera del Señor, sin embargo nos exhorta a esforazarnos pidiendo a Dios, Él mismo nos otorgue la gracia para. Nos exhorta a esforzarnos en vivir como conviene para agradar a Dios y esto, queridos hermanos, sin la gracia de Dios, sin la ayuda de María, es imposible para nosotros. Somos muy débiles y frágiles y caemos una y otra vez en nuestras debilidades, es por esto que Dios, Quien ya nos conoce, envió a su Hijo para salvarnos y también nos envía a Santa María de Guadalupe, nuestra Madre, para que con su tierno amor y su guía efectiva, nos prepare en este camino hacia el encuentro con el Señor.
Por esto la exclamación del Aleluya nos dice: “muéstranos, Señor, Tu Misericordia y danos tu Salvación”. La Presencia de Santa María de Guadalupe en nuestras tierras y para todo el mundo es un acto de la Misericordia de Dios; es un acto de Su Misericordia ya que con su Presenica y ayuda pretende abrirnos a la Salvación.
Asimismo, en la Lectura del Santo Evangelio San Lucas nos habla de esta espera en el Señor y de todo lo que debemos vivir para estar preparados para este encuentro con el Señor. Nos exhorta a estar alertas para que nuestra mente no se encuentre confundida, dormida, para que no nos encuentre desprevenidos. Esto quiere decir que es una invitación a vivir con la esperanza en la venida de Jesús. Nos pide pensemos en aquella Persona que nos amó y se entregó por nosotros y prometió volver.
Hermanos, ¡qué hermoso ver cómo Dios, al saber que somos débiles y que todo lo que nos pide es muy difícil de llevar a cabo, nos ha entregado a su Madre como Madre nuestra para ayudarnos y recordarnos lo que conviene! Santa María de Guadalupe tiene una misión especial, la cual consiste en una ayuda eficaz para hacernos humildes y, de esta manera, nos dejemos guiar por el sendero recto y podamos ver los caminos del Señor.
San Juan Diego fue llevado por este camino. El 8 de diciembre celebraremos también la Inmaculado Concepción de María. Ella fue predestinada a ser la Madre de Dios y también Madre nuestra. Pidamos a Dios por intercesión de san Juan Diego, a quien celebraremos también este 9 de diciembre, y quien finalmente se convenció de ser verdadero hijo, nos otorgue la gracia de sabernos hijos queridísimos de Santa María de Guadalupe, hijos amadísimos del Padre en nuestro Señor Jesucristo.. Pidamos la gracia de abrirnos al amor maternal de Dios expresado en nuestra Madre de Guadalupe, de esta manera con confianza reconoceremos que estamnos en el cruce de sus brazos, que estamos bajo su sombra y resguardo y que estando ahí, nada malo puede sucedernos.
Seamos agradecidos con Dios por tener de esta forma tan especial a Santa María de Guadalupe, recordemos que no ha hecho cosa igual con ninguna otra nación. La gratitud, además de ser justa para con Quien nos da todo, siempre alcanza más gracias de Dios.
Pidamos a Dios por medio de Ella la ayuda necesaria para todos y cada uno de los mexicanos, pidamos la conversión de nuestro México.
¡Que que así sea! 

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