“Abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo”

“Abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo”
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Reflexión para la homilía del Domingo 29 de Octubre de 2017   domingo 30 del tiempo ordinario
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Hacia los 500 años del Acontecimiento Guadalupano
Hermanos, en la primera lectura del libro del Éxodo encontramos lo que Dios nos
pide hacer para amarlo a El y para amar al prójimo y entre estos consejos encontramos: no hagas sufrir, no oprimas, no explotes, cuando prestes no cobres intereses, porque si haces
esto y a quien se lo hiciste clama a mí, yo lo escucharé, y saldré en su ayuda, porque soy
misericordioso.
Hermanos, cuántas veces hemos caído en hacer sufrir a alguien, en oprimir a los hijos,
en explotar a trabajadores a los mismos hijos también con cargas muy pesadas, cuántas veces hemos prestado y cobramos intereses, cuántas veces caemos en aquello que Dios no quiere
de nosotros. En esta semana que pasó, en la lectura del Viernes pasado San Pablo nos compartía lo que él mismo vivía, él decía que tenía debilidades y que aunque quería hacer el
bien, se encontraba a veces haciendo el mal que no quería y decía así: “hago el mal que no quiero y no hago el bien que quiero”. Hermanos, si esto le pasaba a San Pablo, pues, ¿qué podemos esperar de nosotros si tenemos la misma naturaleza humana deteriorada por el
pecado?
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En el Salmo encontramos dos frases importantes, una de ellas:
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“Abandonando los ídolos, ustedes se convirtieron a Dios y viven en la esperanza de que
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venga desde el cielo Jesucristo, su Hijo”.
Acuérdense hermanos que, antes de que la Virgen de Guadalupe viniera a vernos en
el año de 1531, nuestros antepasados creían en muchos dioses, en muchos ídolos, y a partir de que Dios envió a María creyeron en el único Dios vivo. Vale la pena ir a nuestras
conciencias ahora y a nuestra vida y pensar revisar si acaso no tenemos otros ídolos que nos estorban para convertirnos verdaderamente al único Dios vivo. Gracias a María ya no
creemos en tantos dioses en los que creían nuestros antepasados antes de las apariciones en la Villa, pero ahora, revisemos, porque podríamos tener otros ídolos. Pensemos en lo que nos
dice la primera lectura y preguntémonos: ¿qué es lo que me hace a mí hacer sufrir a alguien?, ¿qué hay en el fondo de mí que me hace causarle sufrimiento a otra persona? y seguramente
podemos encontrarnos con que me importo más yo a mí mismo, que Dios y que los demás, y me encuentro con que muchas veces me dejo llevar por mi egoísmo y que si por ejemplo
me siento herido, no me importa decir una palabra hiriente a la persona que me lastimó, y entonces, si yo me fijo sólo en mí sin tomar en cuenta primero a Dios y luego a los demás
quiere decir que yo soy mi propio ídolo porque me pongo en primer lugar antes que a Dios y entonces no le dejo Su lugar. Y esto es idolatría. Y vemos entonces como bien dice el salmo
que es necesario abandonar nuestros ídolos para poder no hacer sufrir a nadie, no oprimir a nadie, no explotar a nadie. Pero tristemente nos damos cuenta de que somos débiles y de que
hay veces, y muchas veces en las que no podemos cumplir con esto que nos pide Dios. Y nos damos cuenta clarito que continuamente nos importamos más nosotros a nosotros
mismos que Dios y que los demás. Esta es nuestra verdad y debemos aceptarla.

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Pero, hay esperanza para nuestras debilidades, la esperanza la encontramos también
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en la otra frase del salmo que nos dice que Jesús es nuestro liberador, la frase dice: Yo te amo
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Señor, tu eres mi fuerza, el Dios que me protege y mi libertador.
Hermanos, aquí tenemos la respuesta para poder hacer lo que Dios nos pide.
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También nos lo refuerza la lectura del Evangelio en donde Jesús nos dice que el más
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grande y el primero de todos los mandamientos es amar a Dios sobre todas las cosas y que
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el segundo es semejante al primero y que es amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Entonces, ¿cómo hacerle para poder cumplir estos dos mandamientos que son los más
importantes? El primer paso es reconocer que somos débiles como San Pablo y que hacemos muchas veces el mal que no queremos y que no hacemos el bien que queremos y que nos pide el Señor. Esto es lo primero, reconocer la verdad. Y la clave está en recurrir a Quién nos libera. La clave está en Jesús, y pensemos: ¿quién nos trajo a Jesús?, ¿quién fue la primera en mostrarnos al liberador? ¡Dios envió a María a dárnoslo! Debemos siempre acordarnos de nuestra identidad de mexicanos, acordémonos que nosotros tenemos muy de cerca a la Madre de Dios y Madre nuestra en la Virgen de Guadalupe. Cuando la Virgen de Guadalupe se apareció, todos los ídolos de los indios se esfumaron, desaparecieron, se cayeron y María les presentó a Jesús, porque Ella lo traía en su vientre, y el lazo negro que ven colocado sobre su vientre, significa que Ella está embarazada y que nos trae al Salvador, al Liberador. Por eso hermanos, acudamos a Ella para que nos quite todos nuestros ídolos y nos muestre a Jesús
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nuestro Salvador, en El está nuestra esperanza, sólo El puede cambiar nuestras debilidades.
Ahora repitamos todos junto con María lo que está escrito aquí enfrente: “Yo te amo Señor,
Tu eres mi fuerza, el Dios que me protege y me libera”
Pidámosle a Santa María de Guadalupe nos enseñe a amar a su Hijo como Ella lo ama, que Ella nos enseñé nuestros ídolos para que conociéndolos le pidamos los destruya y así, con su ayuda maternal nos convirtamos a Dios y esperemos la venida de Jesús a nuestro corazón, y El nos liberará de nuestro principal ídolo que es mi yo, nos liberará de nuestros pecados, nos
protegerá de las tentaciones y nos guiará a las puertas del Cielo.
Démosle a Dios las gracias por el regalo tan grande de su Madre Santa María de Guadalupe y pidámosle por su intercesión nos convierta de todo corazón y sólo así contando con Ella podremos amar a Dios verdaderamente y por sobre todas las cosas y podremos amar a
nuestros hermanos como Dios nos lo pide.
Amén. 

Yo soy la Madre del Verdadero Dios por quien se vive DOMUND

Yo soy la Madre del Verdadero Dios por quien se vive
Reflexión para la Homilía del 22 de Octubre de 2017
Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano



Hermanos: seguimos con la preparación hacia los 500 años que celebraremos en el año 2031: El Acontecimiento Guadalupano. Este es el acontecimiento más grande después de la Redención del mundo, Dios envió a María de una forma especial a México. México ha sido elegido.



En la primera lectura podemos meditar lo que el profeta Isaías nos dice: “Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mi”. Si analizamos una de las frases que Santa María de Guadalupe le dijo a San Juan Diego cuando se le presentó y le dijo quién era Ella, nos encontramos con esta: “Yo soy la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive”. Esta frase que le dijo a San Juan Diego, nos la dice también a nosotros, y al decirnos esto: “Yo soy la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, nos refuerza lo que leemos en la primera lectura del profeta Isaías: “Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí”, y por este único Dios es por quien vivimos hermanos. Si vivimos por El, a El le debemos nuestra vida, nuestra vida debería ser entregada en respuesta al amor que Dios nos tiene, pues es El quien nos dio la vida y quien sostiene nuestra existencia. Es cuestión de justicia hermanos, Dios envía a su Hijo a salvarnos, podríamos decir que pagó un rescate por nosotros, nos compró con su Cuerpo y con su Sangre y es entonces justo que, en respuesta al amor, nos le queramos devolver, pues le pertenecemos, Él “nos compró” sólo por El vivimos como nos enseña nuestra Madre.



El salmo nos invita a anunciar las maravillas de Dios, y una de Ellas es que Dios envió a María de una forma muy especial, inigualable, y la envió para que pudiera nacer México, para que naciéramos como nación, nos invita entonces el salmo también a dar gloria a Dios por sus maravillas, debemos ser agradecidos con Dios por el regalo de Santa María de Guadalupe. El salmo también nos invita a otra cosa muy importante cuando nos dice: “entremos en sus atrios trayendo una ofrenda”.



¿Qué ofrenda podemos traer al Señor cuando venimos a Misa?, debemos traer la ofrenda de nuestras vidas hermanos! ¡Porque le pertenecemos! ¡El pagó por nosotros! La limosna queridos hermanos, lo que cada quien pueda dar, es buena, ayuda a la casa de Dios, pero la ofrenda más agradable a Dios es la de nuestra propia vida, Él quiere que queramos entregar nuestra vida a Él.



Ahora, ¿cómo entregar nuestra vida como una ofrenda a Dios? Precisamente Santa María de Guadalupe fue enviada por Dios para acabar con los sacrificios humanos, los indígenas creían que tenían que ofrendar la vida de algunas personas para que el sol no se apagara y, muchos estaban muriendo. Adoraban a un falso Dios, no al único Dios por quien se vive. María vino a enseñarnos que el Sacrificio por Excelencia es el de Jesús y que ya no es necesario que hombres y mujeres mueran en sacrifico físico, porque Jesús nos salvó entregando su vida. Pagó por nuestro rescate para poder ir al Cielo pagó con su propia su Cuero y con su Sangre.



Veamos pues entonces cómo y cuándo podemos darle a Dios una ofrenda agradable: Es en el momento del ofertorio hermanos cuando tenemos la oportunidad de unir nuestra ofrenda a la de Jesús. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 1368 sobre la Eucaristía, nos enseña que, en este preciso momento, el que vamos a vivir juntos en unos momentos, nos otorga a todos los cristianos la oportunidad maravillosa de unir nuestra
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ofrenda a la que Jesús hizo por nosotros, tenemos la oportunidad de ofrecerle nuestra vida que, además es justo, porque nuestra vida le pertenece. Escuchen, les voy a leer lo que dice el Catecismo” La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. Y, ¿quiénes somos la Iglesia?, ¡pues todos!, ustedes también, y continúa diciendo: “la iglesia, que es el cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su cabeza. Con El, es decir junto con Jesús, ella (es decir, la Iglesia, ustedes, nosotros, todos) se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el Sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. ¿Por qué dice que adquieren un valor nuevo? Porque nuestra ofrenda es pequeña comparada con la de Cristo que es su propio Cuerpo, su propia Sangre, el Sacrificio de Cristo es el Sacrificio del Hijo de Dios, nuestro sacrificio es grande para nosotros, pero pequeño comparado con el de Cristo, pero miren lo que pasa, al unir lo nuestro con lo de Jesús, Jesús lo toma y le da a nuestro sacrificio el valor de Su Sacrificio, porque lo hace uno con El. Si El recibe nuestra ofrenda en el ofertorio y la hace una con la de Él, Él le da así el valor nuevo a la nuestra. Y se lo frece al Padre por todos los hombres. Y termina diciendo el catecismo que El Sacrificio de Cristo presente en el altar, da todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirnos a su ofrenda. Hermanos, ¡esto es lo más grande que podemos hacer unos por otros! Unir nuestra ofrenda a la de Cristo por los demás, por todos los hombres, por nuestro México enfermo, por nuestra ciudad, por nuestro pueblo, por nuestras familias, vecinos, amigos, incluso por los que no nos quieren, por nuestros enemigos, por los que nos lastiman y por los que nos han herido.


En la segunda lectura hermanos reafirmamos esto, miren: San Pablo les dice a los Tesalonicenses que sabe cómo ellos han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y con una firme constancia. Así debemos vivir nosotros hermanos, manifestar la fe entregando nuestra vida a Cristo, manifestar el amor con fatigas, no es fácil ofrecer nuestra vida por los que nos lastiman, no es fácil poner en el momento del ofertorio a las personas que nos han herido, pero al entregarle a Jesús esta ofrenda de nuestro corazón herido con constancia, Dios nos bendecirá de manera especial, y al mismo tiempo nos uniremos a Él y a su ofrenda de una manera más profunda, nos uniremos a su total ofrenda. ¡Esto es dar la vida hermanos, esta es la ofrenda que Dios quiere, que traigamos aquí en el momento del ofertorio, en otras palabras, todo nuestro corazón con todo lo que trae! Recuerden que un corazón contrito y humillado Dios nunca lo desprecia, traigámosle también el sufrimiento que nos causa ver que a veces no podemos hacer lo que Él nos pide, el sufrimiento que nos causa ver cuando fallamos. También leemos que San Pablo les dice que los tesalonicenses han sido elegidos.




Recordemos hermanos que nosotros también hemos sido elegidos por Dios para tener la ayuda especial de Santa María de Guadalupe, recuerden que no hizo cosa igual con ninguna otra nación.



En el Santo Evangelio hermanos Jesús nos dice que debemos dar a Dios lo que le corresponde, y lo que le corresponde es que le entreguemos libremente nuestra vida pues ya pagó por nosotros ¡y no con una simple moneda! pagó con su Cuerpo y con su Sangre. Si le entregamos nuestra vida hermanos, nosotros a cambio recibimos la suya en nosotros y entonces con su vida en nosotros sí podremos iluminar al mundo con la luz del evangelio reflejada en nuestra vida. Demos gracias a Dios por la Presencia de Santa María de Guadalupe a quien nos da para poder unirnos a Jesús y ser así luz 



del mundo. 

Dios continuamente nos invita a participar del banquete de su Hijo 15 de octubre 2017

Dios continuamente nos invita a participar del banquete de su Hijo
Reflexión para la Homilía del Domingo 17 de Octubre de 2017
Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano


            Queridos hermanos en la primera lectura y en el salmo de hoy Dios nos habla de los regalos que continuamente nos quiere hacer, nos habla de la invitación a estar con Él y nos dice que estando con Él tendremos todo lo que necesitamos. En la segunda lectura San Pablo nos dice que ya sea en la abundancia o en la escasez siempre está confortado y que todo lo soporta porque Cristo lo sostiene y esto tiene que ver también con el Evangelio de hoy, veamos por qué: El Señor nos dice que prepara un banquete para nosotros, un banquete que nos saciará de todo y con el cual podemos soportar cualquier prueba en nuestra vida. Veamos más detalles de la lectura del Santo Evangelio: el Rey invita a muchos a participar en el banquete de la boda de su Hijo, y muchos invitados prefirieron no ir, prefirieron ir a sus negocios, o a su campo o hacer a otras cosas. Incluso algunos invitados maltrataron a los que el Rey envió para invitarlos.

Nosotros podríamos pensar, ¿a quién se le ocurre rechazar una invitación tan importante del Rey?, ¿por qué no habrán querido ir?, ¿por qué algunos invitados maltrataron a los mensajeros? Podríamos no comprender bien por qué pasa esto, ¿verdad?
Sin embargo, no estamos muy lejos de ser, a veces, como esos invitados. Muchas veces recibimos la invitación de Dios a participar del banquete de la boda de su Hijo. Este banquete hermanos es la Eucaristía. Yo sé que la mayoría de ustedes vienen cada ocho días a Misa, pero hay algunas personas que no comulgan. Debemos reflexionar, si vengo a Misa y no comulgo, es como si me invitaran a la cena y me sentara a la mesa sólo a escuchar, cosa sin duda muy buena y que también me alimenta, alimenta mi mente, pero, si no recibo la Comunión, es como si me sentara a la mesa de la fiesta y sólo disfrutara de la plática, pero no de la cena, es como si sólo pudiera ver y escuchar, pero no comer. Sería triste, ¿no creen? Es como si yo viera que muchos cenan algo que les hace mucho bien y yo sólo mirara. Si alguien no comulga valdría la pena reflexionar: ¿qué es lo que me hace no poder comulgar? Los invito a acercarse a mí o a algún sacerdote, y a platicar su situación para tratar de arreglarla, para ayudarlos a reconciliarse con Dios y poder así disfrutar y participar completamente y dignamente del banquete, de la fiesta a la que son invitados.

Hermanos, Dios Padre siempre nos tiene preparado este banquete, este banquete suculento, y al cuál continuamente nos invita. Participar en la Santa Misa y comulgar es el banquete por medio del cual me vuelvo amigo íntimo de nuestro Señor, me uno a Él por medio de este Sacramento y mientras más comulgo más me va transformando en Él a su imagen y semejanza y así poco a poco puedo irme pareciendo cada vez más a Él y, como Dios es Amor, si cada vez me parezco más a Él y me voy “llenando” más y más de Él, puesto Él es Amor, me voy a llenar de Amor, quien es Él mismo, y entonces si estoy lleno de Su Amor (y como el hombre da lo que tiene adentro), es entonces su mismo Amor el que voy a dar a los demás.

En este sentido también valdría la pena preguntarnos hermanos, ¿quién es el invitado que no tenía el traje de fiesta y que fue expulsado del lugar? San Agustín, Doctor de la Iglesia, nos explica que el traje de fiesta es la base de todos los mandamientos, y este traje, nos dice, es el amor.
Vemos pues que el Amor quien es Dios mismo es al mismo tiempo necesario para participar dignamente de este banquete, el amor primeramente a Dios que debe ser por sobre todas las cosas y en segundo lugar el amor a nuestros hermanos. Amar a Dios sobre todas las cosas implica ponerlo a Él siempre en primer lugar, significa, en la práctica, el que, si vengo a Misa, cosa muy buena, revise si puedo tener esta cena íntima con Él y si descubro que no porque no puedo comulgar, debo entonces arreglar mi vestido confesándome para poder participar dignamente y completamente de este banquete que El me regala. También debo revisar mi traje del amor a mis hermanos, si yo falto a la caridad para con mi esposo, esposa, hijos, padres, vecinos, etc., debo también reflexionar, pedir perdón a Dios y su ayuda para amar a mis hermanos con Su Amor.
Vale entonces la pena preguntarnos hermanos sobre cómo está nuestro traje, y si no tengo traje, el traje del amor, ¿dónde lo puedo conseguir? Y si está sucio, ¿cómo puedo lavarlo para poder entrar? Puedo ir al confesionario y con esto mi traje queda limpio y puedo así comulgar y participar plenamente y dignamente de este banquete.
Ahora, los que ya vienen cada ocho días a Misa vale la pena que se pregunten si son invitados a participar en este banquete, por ejemplo, más seguido, si descubren esta invitación en su corazón, pues también tienen la oportunidad de alimentarse diariamente de la Palabra de Dios y de Su Cuerpo y de su Sangre. Vale la pena preguntarnos a nosotros mismos si recibimos esta invitación a venir al banquete más seguido.
Hermanos, si yo me doy cuenta de que muchas veces fallo, de que a veces no tengo paciencia, de que a veces no puedo amar a Dios sobre todas las cosas ni a mi prójimo amarlo como Dios me pide que lo haga, ¿qué podemos hacer? ¿cómo ponerme el vestido adecuado? ¿cómo ponerme el vestido del amor? Dios nos deja una gran ayuda para poder lavar nuestro vestido incluso nos da una ayuda para que Alguien nos vista, nos deja a una Mamá, y si somos mexicanos, nuestra Mamá es la Virgen María de Guadalupe que nos dice más o menos en estas palabras: “hijito por favor que ya ninguna cosa te aflija ni te perturbe, que nada te entristezca, ¿qué nos estoy yo aquí que soy tu Madre? Acudamos a esta ayuda como todo hijo acude a su mamá cuando se le ensucia o se le rompe su vestido y Ella, hablándonos con sus palabras maternales, nos guiará hacia su Hijo, nos guiará a la reconciliación con Dios por medio de la confesión para poder participar con un vestido limpio y digno del banquete de la boda de su Hijo, para participar dignamente de la fiesta a la que Dios, si queremos, nos invita incluso no sólo cada ocho días, nos invita, si queremos, a participar más seguido.
Agradezcámosle pues a Dios la ayuda maternal de Santa María de Guadalupe para que nos ayude a vestirnos del Amor de Dios por medio de la Comunión y que con este Amor podamos entonces amar a nuestros hermanos.  Pidámosle también a Ella por todos los vestidos sucios de todos los mexicanos, pidámosle que nos ayude a lavarlos y atenerlos listos para poder entrar a la fiesta.

Amén.

El amor de Dios por su viña (Israel), el amor de Dios por su pueblo (México)

El amor de Dios por su viña (Israel), el amor de Dios por su pueblo (México)

Homilía para el Domingo 8 de Octubre de 2017

Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano
El Domingo pasado leímos que el pueblo de Israel, el pueblo escogido por Dios, le preguntó a Dios si era justo su proceder, y vimos cómo Dios le respondió preguntándole al pueblo: ¿acaso no será más bien injusto tu proceder?
Reflexionamos en cómo nosotros, después de vivir el terremoto, de vivir inclemencias del tiempo como huracanes, inundaciones, después de vivir tan cerca la violencia, y también, después de vivir muchos problemas en nuestras familias o en nuestro trabajo, podríamos hacerle a Dios esta misma pregunta. ¿No es injusto Tu proceder con nosotros? Y hoy el profeta Isaías en la primera lectura nos explica un poco más sobre el actuar de Dios para con nosotros. El profeta empieza narrándonos de manera poética el amor que su amigo, es decir Dios, tiene por su viña, es decir por nosotros. Describe todo lo que hizo por hacer nacer a su viña, por cuidarla y por hacerla crecer y madurar. Nos dice que, entre muchos otros cuidados, le puso una cerca, para protegerla. Y esto mismo hace con nosotros, nos da la vida como nación mexicana por medio de María, nos cuida dejándonos a María a vivir con nosotros y nos quiere hacer crecer bajo el cuidado de Ella para llegar a la madurez y para dar frutos. Vemos que también ha hecho muchas cosas para cuidarnos. Y así como el dueño esperaba uvas de su viña, así esperaba y espera frutos en nosotros como personas, como familias, como pueblo, como nación. Sin embargo, en su viña amada sólo encontró agraces, el agraz es una uva no madura, es como el zumo agrio que saca una uva que no ha madurado, tiene un sabor amargo, y no gusta al paladar. Nos dice que no encuentra fruto en nosotros.
Y entonces el dueño de la viña llama a habitantes de Jerusalén y de Judea a juzgar la situación, y el dueño de la viña les pregunta: ¿qué más puedo hacer que no haya hecho para que la viña de fruto? Y se pregunta: ¿Por qué no ha dado fruto?
Enseguida les dice lo que hará con esa viña que no dio frutos, y les dice que derribará su seto y que servirá de pasto, que romperá su cerca y será pisoteada, que crecerán juntos la zarza y el espino, etc., y explica que la viña es la casa de Israel, el pueblo elegido, y podemos también pensar que la viña, para nosotros mexicanos, es México, somos nosotros porqué podríamos decir por analogía que México, por las apariciones de la Virgen de Guadalupe, es también un pueblo escogido, así como Israel.


 En 1725  "Conmovido Benedicto XIV a vista de la belleza de la pintura de cabrera de la virgen de Guadalupe, se postró reverente, exclamando “Non fecit taliter omni nationi”, —No hizo cosa igual con ninguna otra nación—, frase proveniente del Salmo 147.
Por eso podemos estar seguros de que México fue escogido, por alguna razón para que se diera este gran milagro de Santa María de Guadalupe no realizado en ningún otro lugar. Y vemos a partir de la primera lectura y también a partir del Evangelio que el dueño, quien es Dios esperaba de esta viña, de este pueblo justicia, y encontró iniquidad, esperaba honradez pero encontró angustia.
Hermanos, vemos que Dios nos ama mucho, pero espera de nosotros conversión, el nos hace nacer por medio de Santa María de Guadalupe, nos cuida, pues nos la deja como una ayuda protectora, y espera de nosotros honradez, justicia, frutos, pero no los encuentra.
Pero, ¿qué podemos hacer ante nuestra falta de frutos y nuestra fragilidad humana? Fijémonos en esta parte del Salmo que dice:
“¡Ven a visitar a tu vid,
La cepa que plantó tu mano
El retoño que Tu hiciste vigoroso
Y nunca nos apartaremos de ti: 


Devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre Restáuranos Señor de los ejércitos
que brille tu rostro sobre nosotros y seremos salvados!”

Podemos pensar que esta petición a Dios en el salmo es como un grito de ayuda que sale desde nuestras experiencias ahora y esto es lo que podemos hacer, hagamos esta oración después de vivir las circunstancias de nuestra vida, ojalá todos los momentos difíciles que vivamos sean como una oración a Dios, en donde le decimos: “ven a visitarnos de nuevo como lo hiciste cuando enviaste a Santa María de Guadalupe que te llevaba en su seno, ven otra vez y nunca nos apartaremos de ti, devuélvenos esa vida que teníamos cuando recién se apareció Santa María en el Tepeyac”. Ven a visitarnos de nuevo es más bien que nosotros volteemos a ver a María como San Juan Diego la miró. En ese entonces hubo una gran conversión y muchos se bautizaron, y todos vivían de una manera profunda y vigorosa los valores cristianos, debemos decirle volteando a ver a Santa María de Guadalupe: “devuélvenos esa vida Señor, restáuranos otra vez” por medio de María, “que brille tu rostro sobre nosotros y seremos salvados”.
Hermanos, al reflexionar y ver que en nuestra vida no hemos dados los frutos que Dios espera de nosotros, cuando vemos que no damos las gracias a Dios por la Presencia tan especial de María en México, cuando vemos que fallamos a Él al fallarle a nuestros esposos/esposas, hijos, padres, maestros, alumnos, cuando vemos también que fallamos como ciudadanos, como hijos de María, podemos sentir cierta angustia, sin embargo San Pablo, en la segunda lectura nos dice: “no se angustien por nada, y ante cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica, acompañada de acción de gracias”. Hermanos, esto es muy importante, recurrir como mexicanos que somos a Santa María de Guadalupe en cualquier circunstancia que nos genere angustia o temor debemos acordarnos de que Ella nos suplica a nosotros que nada nos debe angustiar si recordamos que estamos en el cruce de sus brazos. Debemos acordarnos ante cualquier circunstancia que como mexicanos ese es nuestro lugar, los brazos de María y si recurrimos a Ella ante la súplica que Ella misma nos hace de que nada más nos angustie, y sabiendo que estamos en un lugar seguro, hagamos la otra petición que san Pablo nos hace: démosle gracias a Dios por el regalo de María, ¡no hay un lugar más seguro para estar que en el cruce de sus brazos, bajo su sombra y resguardo! ¡En un mejor lugar no se puede estar! ¡Acordémonos lo más que podamos que ahí estamos! Esta es una manera de prepararnos hacia los 500 años de las apariciones que serán en el año 2031. Recordamos que San Pablo nos dice: “...no se angustien por nada y recurran a la oración y a la súplica, acompañados de acción de gracias- para presentar nuestras peticiones a Dios.
Pidamos a Dios por medio de María, agradecidos por Ella y estando en sus brazos por todos los problemas de todos los mexicanos y ahí entramos todos. En el cruce de los brazos de María tendremos paz, la misma paz de Dios porque Santa María de Guadalupe está embarazada del Redentor del mundo y esto nos quiere decir que donde está María está el Hijo y donde está el Hijo está María. Ellos cuidarán nuestros corazones y pensamientos.
Por eso, leamos lo que dice aquí enfrente: “que la paz de Dios que sobrepasa Toda inteligencia, custodie sus corazones y pensamientos”. María nos da esa paz que necesitamos, María y Jesús al mismo tiempo nos la dan.

Lo que a nosotros nos toca, lo que Dios nos pide es recordar y aprovechar la Presencia de María, acordarnos lo más que podamos que estamos en el cruce de los brazos Él quiere que vivamos de las palabras de su Madre, que son las palabras maternales de El mismo, las palabras del Tepeyac. Mientras más hagamos esto en nuestra vida por medio de lo que vivimos, más nos estaremos preparando para celebrar los 500 años de su Presencia especial en México. 

Reflexion de la Mtra. Lucia de la Encarnación Pérez Terés.

¿Es injusto mi proceder? 1 de octubre 2017

Homilía para el 1 de Octubre 2017

En la primera lectura el Señor nos dice: “Escucha casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el injusto?...” y luego más adelante nos dice: “cuando el malvado se arrepiente de la maldad que hizo ... cuando recapacita y se convierte, ciertamente vivirá y no morirá...”
Dios no quiere la muerte, Dios siempre quiere salvar y por eso nos da oportunidades para que se lleve a cabo en nuestra vida lo que en la lectura del profeta Ezequiel: “...si recapacitamos y nos convertimos viviremos y no moriremos”. Cuando con eventos tan fuertes como el sismo del 19 de Septiembre nos sentimos sacudidos, cuando hay muertes, pueden pasar por nuestra mente varios pensamientos, uno podría ser el mismo que pasó por la mente del pueblo de Israel: “no es justo el proceder del Señor” y nosotros con seguridad recibiríamos la misma respuesta que el pueblo de Israel recibió de parte del Señor: “¿no es más bien injusto el proceder de ustedes....?” Sabemos que la forma de comunicarse de Dios con nosotros es por medio de las circunstancias, de los acontecimientos. Y ante un sismo como el que hemos vivido, nosotros nos damos cuenta de que nuestra vida puede acabar en cualquier momento y entonces hacemos conciencia de que nuestra vida no depende de nosotros, sino que depende de Dios. El estar cerca de la muerte nos enfrenta a la realidad eterna, ¿verdad? Entonces, podemos pensar que un acontecimiento fuerte, ya sea un sismo, un huracán, incluso la muerte de la gente durante estos eventos, también acontecimientos difíciles en nuestras familias, en el trabajo, etc, todos son un llamado de nuestro Señor a nuestra conversión.

Dios no quiere la muerte, Dios siempre quiere salvarnos, y cuando llama a la muerte física en realidad llama a la vida eterna. La muerte que Dios no quiere para nosotros y de la que nos quiere librar es la muerte del alma, es decir de la muerte a la que nos lleva el pecado, porque este pone en riesgo la vida eterna.
Después viene en el salmo lo que está escrito aquí enfrente: “El Señor es bueno y recto y enseña el camino a los pecadores” Dios nos enseña a nosotros, que somos pecadores, nos enseña el camino. ¿Y cómo nos enseña el camino? ¿como nos habla? Como les dije al principio, nos habla por medio de los acontecimientos, y podemos estar seguros que también un sismo es una llamada del Dios bueno, es una oportunidad, porque quiere salvarnos, quiere salvarnos del pecado, quiere que recapacitemos y que nos convirtamos y con esto Èl nos enseña el camino.
En la segunda lectura San Pablo nos invita a dejarnos guiar por la humildad en este camino, en el camino por el cual Dios nos guía por medio de los acontecimientos. También nos invita a tener los mismos sentimientos que Jesús que a pesar de tener condición divina no hizo alarde, sino que tomó condición de hombre, se despojó de su grandeza haciéndose hombre, para salvarnos. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble. Y por esto, ante los acontecimientos que nos sacuden, debemos ponernos de rodillas ante Él Quién nos enseña por medio de lo que pasa a nuestro alrededor el verdadero camino para que no muramos a la vida eterna.
Pero, ¿qué pasa?, muchas veces venimos a Misa escuchamos algo y regresamos a casa y ya se nos olvidó, decimos que sí a todo, pero no hacemos lo necesario para nuestra conversión, no buscamos la confesión frecuente, la oración, no hacemos exámenes de conciencia por ejemplo antes de dormir, etc... Por eso el Señor nos invita a dejarnos guiar con humildad y no sólo a “decir que sí” a todo lo que oímos sino a también a “hacer”, nos invita a que nos movamos, a que pongamos en práctica lo necesario para nuestra conversión, es decir no sólo hay que decir sí a Dios para hacer su voluntad, sino que Dios espera que nos levantarnos y caminemos hacia la confesión por ejemplo, hacia la oración, hacia la comunión, etc. Y Dios nos hace reflexionar esto con lo que nos pregunta por medio de Su Evangelio: “¿quién de los dos hizo lo que quería el padre?” ¿El que contestó sí Señor, pero no fue, o el que dijo: “No quiero, pero luego recapacitó y fue”? Ojalá y así nos pase a nosotros, y que al terminar la celebración Eucarística, vayamos y sí pongamos en práctica lo mínimo necesario para colaborar con el Señor para nuestra conversión, lo mínimo necesario para dejarnos guiar, nosotros pecadores, por El Quien nos ama, es bueno y quiere salvarnos. Así es que acudamos sobre todo al Sacramento de la Reconciliación y a la Eucaristía lo más frecuentemente que podamos, y también acudamos a la oración.

Pero también hay que acudir a alguien más, a alguien muy importante:
Tenemos entonces ahora dos acontecimientos, uno doloroso que fue el sismo, y ya hablamos de que por medio de él Dios nos llama a la conversión, pero hay otro Acontecimientos mucho más grande que Dios ha hecho en un lugar específico en el mundo y por medio del cual también nos está hablando hoy, este a diferencia del sismo, es un Acontecimiento alegre, pero es enorme, mucho más grande que el sismo pasado y que todos los sismos juntos en toda la historia de mundo, ¿saben cuál es? (Recuerden bien que nos habla a través de los acontecimientos) ¿Saben de qué Acontecimiento les hablo? ¿Saben cuál es, y en dónde Dios lo hizo?, les daré una pista, lo hizo aquí en México...
Es un Gran Acontecimiento y el más grande después de la Redención del mundo, después de que Jesús murió por nosotros y resucitó, este es el más grande, y es el Acontecimiento Guadalupano. Es el regalo que Dios hizo a un pueblo elegido, al pueblo de México y es la aparición de la Virgen de Guadalupe.
Y fíjense, así como Dios escogió al pueblo de Israel hace siglos, por medio de las apariciones de Santa María de Guadalupe podemos decir que Dios escogió a México para que aquí se quedara a vivir María Su y nuestra Madre. Dios eligió esta nación para que aquí viva María de esta manera tan especial, en la Basílica de Guadalupe, en México.
¿Sabían que gracias a Ella nació México? ¿Sabían que Ella fue la que organizó nuestra nación? Los indígenas hace casi 500 años estuvieron a punto de desaparecer, porque no creían en el Evangelio que los españoles querían enseñarles, no creían en el Verdadero Dios por Quien se vive. Ellos creían en muchos falsos dioses. Y muchos indígenas estaban muriendo por los sacrificios humanos, otros morían por pleitos con los españoles, otros por enfermedades que los españoles les contagiaron ya que no eran resistentes a esos virus.
Así es que los indígenas estuvieron a punto de extinguirse y si se hubieran extinguido no se hubieran casado con españoles y México no hubiera nacido. Así es que, si Dios no manda María a arreglar estos conflictos, México no hubiera nacido. Por lo tanto, vemos que México, en el inicio de su historia es 100% mariano. México no se entiende sin María. Y a México se le ha olvidado esto. Entonces podríamos sacar la siguiente conclusión: en el año 2031 celebraremos los 500 años del Acontecimiento Guadalupano y Dios por medio de los acontecimientos fuertes que nos sacuden nos invita a convertirnos y a prepararnos para acudir a María y renovar éste vínculo con Ella, pues se ha debilitado esta conciencia de Ella en estas tierras. Dios quiere que México voltee de nuevo a ver el inicio de su historia, las raíces de su nacimiento como nación, Dios quiere que los mexicanos despertemos, y es así como nos enseña el camino a nosotros pecadores, nos regaló a su Madre a María, a la Virgen de Guadalupe, Ella no se apareció y se fue como lo ha hecho en otras partes del mundo. Ella se quedó a vivir aquí, Ella vive de una manera especial en México, y este mensaje de María, sus palabras en el Tepeyac son para nosotros, pero también para el mundo entero. Sin embargo, México vive en su corazón de las palabras de María en el Tepeyac, Ella nos dice de la misma forma que le dijo a San Juan Diego: “Por favor, presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad (la personal, y la enfermedad de México), ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor de ser tu Madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura tienes necesidad de cosa otra alguna? Por favor que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe...” Y, ¿por qué nos dice esto? Porque quiere que sepamos que tenemos una Madre, la misma Madre de Cristo y que Dios nos dio para que acudamos verdaderamente a Ella como a una persona que puede aliviar nuestras penas, convertir a nuestra nación y guiarnos a Jesús. Ella quiere sobre todo llevarnos a su Hijo. Y por esto, debemos estar alegres de que Dios quiere ayudarnos con los acontecimientos, a acordarnos de que Ella vive aquí y de que quiere enseñarnos a que vivamos de las palabras del Tepeyac para así Ella llevarnos a su Hijo. Así que demos gracias a Dios por todo lo que nos da, por las cosas fáciles, pero también por los acontecimientos difíciles, porque estos hechos son la forma de Dios para enseñarnos el camino a la conversión, a la felicidad verdadera. Preparemos pues para celebrar en el 2031 los 500 años del Acontecimiento Guadalupano acercándonos a Su Hijo por medio de María, acercándonos a los sacramentos y la oración, démosle gracias a Dios por el regalo de María y pidámosle por medio de Ella sane a nuestras familias y a nuestro México entero. 


Reflexion de la Mtra. Lucia de la Encarnación Pérez Terés.

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