¿Es injusto mi proceder? 1 de octubre 2017

Homilía para el 1 de Octubre 2017

En la primera lectura el Señor nos dice: “Escucha casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el injusto?...” y luego más adelante nos dice: “cuando el malvado se arrepiente de la maldad que hizo ... cuando recapacita y se convierte, ciertamente vivirá y no morirá...”
Dios no quiere la muerte, Dios siempre quiere salvar y por eso nos da oportunidades para que se lleve a cabo en nuestra vida lo que en la lectura del profeta Ezequiel: “...si recapacitamos y nos convertimos viviremos y no moriremos”. Cuando con eventos tan fuertes como el sismo del 19 de Septiembre nos sentimos sacudidos, cuando hay muertes, pueden pasar por nuestra mente varios pensamientos, uno podría ser el mismo que pasó por la mente del pueblo de Israel: “no es justo el proceder del Señor” y nosotros con seguridad recibiríamos la misma respuesta que el pueblo de Israel recibió de parte del Señor: “¿no es más bien injusto el proceder de ustedes....?” Sabemos que la forma de comunicarse de Dios con nosotros es por medio de las circunstancias, de los acontecimientos. Y ante un sismo como el que hemos vivido, nosotros nos damos cuenta de que nuestra vida puede acabar en cualquier momento y entonces hacemos conciencia de que nuestra vida no depende de nosotros, sino que depende de Dios. El estar cerca de la muerte nos enfrenta a la realidad eterna, ¿verdad? Entonces, podemos pensar que un acontecimiento fuerte, ya sea un sismo, un huracán, incluso la muerte de la gente durante estos eventos, también acontecimientos difíciles en nuestras familias, en el trabajo, etc, todos son un llamado de nuestro Señor a nuestra conversión.

Dios no quiere la muerte, Dios siempre quiere salvarnos, y cuando llama a la muerte física en realidad llama a la vida eterna. La muerte que Dios no quiere para nosotros y de la que nos quiere librar es la muerte del alma, es decir de la muerte a la que nos lleva el pecado, porque este pone en riesgo la vida eterna.
Después viene en el salmo lo que está escrito aquí enfrente: “El Señor es bueno y recto y enseña el camino a los pecadores” Dios nos enseña a nosotros, que somos pecadores, nos enseña el camino. ¿Y cómo nos enseña el camino? ¿como nos habla? Como les dije al principio, nos habla por medio de los acontecimientos, y podemos estar seguros que también un sismo es una llamada del Dios bueno, es una oportunidad, porque quiere salvarnos, quiere salvarnos del pecado, quiere que recapacitemos y que nos convirtamos y con esto Èl nos enseña el camino.
En la segunda lectura San Pablo nos invita a dejarnos guiar por la humildad en este camino, en el camino por el cual Dios nos guía por medio de los acontecimientos. También nos invita a tener los mismos sentimientos que Jesús que a pesar de tener condición divina no hizo alarde, sino que tomó condición de hombre, se despojó de su grandeza haciéndose hombre, para salvarnos. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble. Y por esto, ante los acontecimientos que nos sacuden, debemos ponernos de rodillas ante Él Quién nos enseña por medio de lo que pasa a nuestro alrededor el verdadero camino para que no muramos a la vida eterna.
Pero, ¿qué pasa?, muchas veces venimos a Misa escuchamos algo y regresamos a casa y ya se nos olvidó, decimos que sí a todo, pero no hacemos lo necesario para nuestra conversión, no buscamos la confesión frecuente, la oración, no hacemos exámenes de conciencia por ejemplo antes de dormir, etc... Por eso el Señor nos invita a dejarnos guiar con humildad y no sólo a “decir que sí” a todo lo que oímos sino a también a “hacer”, nos invita a que nos movamos, a que pongamos en práctica lo necesario para nuestra conversión, es decir no sólo hay que decir sí a Dios para hacer su voluntad, sino que Dios espera que nos levantarnos y caminemos hacia la confesión por ejemplo, hacia la oración, hacia la comunión, etc. Y Dios nos hace reflexionar esto con lo que nos pregunta por medio de Su Evangelio: “¿quién de los dos hizo lo que quería el padre?” ¿El que contestó sí Señor, pero no fue, o el que dijo: “No quiero, pero luego recapacitó y fue”? Ojalá y así nos pase a nosotros, y que al terminar la celebración Eucarística, vayamos y sí pongamos en práctica lo mínimo necesario para colaborar con el Señor para nuestra conversión, lo mínimo necesario para dejarnos guiar, nosotros pecadores, por El Quien nos ama, es bueno y quiere salvarnos. Así es que acudamos sobre todo al Sacramento de la Reconciliación y a la Eucaristía lo más frecuentemente que podamos, y también acudamos a la oración.

Pero también hay que acudir a alguien más, a alguien muy importante:
Tenemos entonces ahora dos acontecimientos, uno doloroso que fue el sismo, y ya hablamos de que por medio de él Dios nos llama a la conversión, pero hay otro Acontecimientos mucho más grande que Dios ha hecho en un lugar específico en el mundo y por medio del cual también nos está hablando hoy, este a diferencia del sismo, es un Acontecimiento alegre, pero es enorme, mucho más grande que el sismo pasado y que todos los sismos juntos en toda la historia de mundo, ¿saben cuál es? (Recuerden bien que nos habla a través de los acontecimientos) ¿Saben de qué Acontecimiento les hablo? ¿Saben cuál es, y en dónde Dios lo hizo?, les daré una pista, lo hizo aquí en México...
Es un Gran Acontecimiento y el más grande después de la Redención del mundo, después de que Jesús murió por nosotros y resucitó, este es el más grande, y es el Acontecimiento Guadalupano. Es el regalo que Dios hizo a un pueblo elegido, al pueblo de México y es la aparición de la Virgen de Guadalupe.
Y fíjense, así como Dios escogió al pueblo de Israel hace siglos, por medio de las apariciones de Santa María de Guadalupe podemos decir que Dios escogió a México para que aquí se quedara a vivir María Su y nuestra Madre. Dios eligió esta nación para que aquí viva María de esta manera tan especial, en la Basílica de Guadalupe, en México.
¿Sabían que gracias a Ella nació México? ¿Sabían que Ella fue la que organizó nuestra nación? Los indígenas hace casi 500 años estuvieron a punto de desaparecer, porque no creían en el Evangelio que los españoles querían enseñarles, no creían en el Verdadero Dios por Quien se vive. Ellos creían en muchos falsos dioses. Y muchos indígenas estaban muriendo por los sacrificios humanos, otros morían por pleitos con los españoles, otros por enfermedades que los españoles les contagiaron ya que no eran resistentes a esos virus.
Así es que los indígenas estuvieron a punto de extinguirse y si se hubieran extinguido no se hubieran casado con españoles y México no hubiera nacido. Así es que, si Dios no manda María a arreglar estos conflictos, México no hubiera nacido. Por lo tanto, vemos que México, en el inicio de su historia es 100% mariano. México no se entiende sin María. Y a México se le ha olvidado esto. Entonces podríamos sacar la siguiente conclusión: en el año 2031 celebraremos los 500 años del Acontecimiento Guadalupano y Dios por medio de los acontecimientos fuertes que nos sacuden nos invita a convertirnos y a prepararnos para acudir a María y renovar éste vínculo con Ella, pues se ha debilitado esta conciencia de Ella en estas tierras. Dios quiere que México voltee de nuevo a ver el inicio de su historia, las raíces de su nacimiento como nación, Dios quiere que los mexicanos despertemos, y es así como nos enseña el camino a nosotros pecadores, nos regaló a su Madre a María, a la Virgen de Guadalupe, Ella no se apareció y se fue como lo ha hecho en otras partes del mundo. Ella se quedó a vivir aquí, Ella vive de una manera especial en México, y este mensaje de María, sus palabras en el Tepeyac son para nosotros, pero también para el mundo entero. Sin embargo, México vive en su corazón de las palabras de María en el Tepeyac, Ella nos dice de la misma forma que le dijo a San Juan Diego: “Por favor, presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad (la personal, y la enfermedad de México), ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor de ser tu Madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura tienes necesidad de cosa otra alguna? Por favor que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe...” Y, ¿por qué nos dice esto? Porque quiere que sepamos que tenemos una Madre, la misma Madre de Cristo y que Dios nos dio para que acudamos verdaderamente a Ella como a una persona que puede aliviar nuestras penas, convertir a nuestra nación y guiarnos a Jesús. Ella quiere sobre todo llevarnos a su Hijo. Y por esto, debemos estar alegres de que Dios quiere ayudarnos con los acontecimientos, a acordarnos de que Ella vive aquí y de que quiere enseñarnos a que vivamos de las palabras del Tepeyac para así Ella llevarnos a su Hijo. Así que demos gracias a Dios por todo lo que nos da, por las cosas fáciles, pero también por los acontecimientos difíciles, porque estos hechos son la forma de Dios para enseñarnos el camino a la conversión, a la felicidad verdadera. Preparemos pues para celebrar en el 2031 los 500 años del Acontecimiento Guadalupano acercándonos a Su Hijo por medio de María, acercándonos a los sacramentos y la oración, démosle gracias a Dios por el regalo de María y pidámosle por medio de Ella sane a nuestras familias y a nuestro México entero. 


Reflexion de la Mtra. Lucia de la Encarnación Pérez Terés.

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