Yo soy la Madre del Verdadero Dios por quien se vive DOMUND

Yo soy la Madre del Verdadero Dios por quien se vive
Reflexión para la Homilía del 22 de Octubre de 2017
Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano



Hermanos: seguimos con la preparación hacia los 500 años que celebraremos en el año 2031: El Acontecimiento Guadalupano. Este es el acontecimiento más grande después de la Redención del mundo, Dios envió a María de una forma especial a México. México ha sido elegido.



En la primera lectura podemos meditar lo que el profeta Isaías nos dice: “Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mi”. Si analizamos una de las frases que Santa María de Guadalupe le dijo a San Juan Diego cuando se le presentó y le dijo quién era Ella, nos encontramos con esta: “Yo soy la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive”. Esta frase que le dijo a San Juan Diego, nos la dice también a nosotros, y al decirnos esto: “Yo soy la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, nos refuerza lo que leemos en la primera lectura del profeta Isaías: “Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí”, y por este único Dios es por quien vivimos hermanos. Si vivimos por El, a El le debemos nuestra vida, nuestra vida debería ser entregada en respuesta al amor que Dios nos tiene, pues es El quien nos dio la vida y quien sostiene nuestra existencia. Es cuestión de justicia hermanos, Dios envía a su Hijo a salvarnos, podríamos decir que pagó un rescate por nosotros, nos compró con su Cuerpo y con su Sangre y es entonces justo que, en respuesta al amor, nos le queramos devolver, pues le pertenecemos, Él “nos compró” sólo por El vivimos como nos enseña nuestra Madre.



El salmo nos invita a anunciar las maravillas de Dios, y una de Ellas es que Dios envió a María de una forma muy especial, inigualable, y la envió para que pudiera nacer México, para que naciéramos como nación, nos invita entonces el salmo también a dar gloria a Dios por sus maravillas, debemos ser agradecidos con Dios por el regalo de Santa María de Guadalupe. El salmo también nos invita a otra cosa muy importante cuando nos dice: “entremos en sus atrios trayendo una ofrenda”.



¿Qué ofrenda podemos traer al Señor cuando venimos a Misa?, debemos traer la ofrenda de nuestras vidas hermanos! ¡Porque le pertenecemos! ¡El pagó por nosotros! La limosna queridos hermanos, lo que cada quien pueda dar, es buena, ayuda a la casa de Dios, pero la ofrenda más agradable a Dios es la de nuestra propia vida, Él quiere que queramos entregar nuestra vida a Él.



Ahora, ¿cómo entregar nuestra vida como una ofrenda a Dios? Precisamente Santa María de Guadalupe fue enviada por Dios para acabar con los sacrificios humanos, los indígenas creían que tenían que ofrendar la vida de algunas personas para que el sol no se apagara y, muchos estaban muriendo. Adoraban a un falso Dios, no al único Dios por quien se vive. María vino a enseñarnos que el Sacrificio por Excelencia es el de Jesús y que ya no es necesario que hombres y mujeres mueran en sacrifico físico, porque Jesús nos salvó entregando su vida. Pagó por nuestro rescate para poder ir al Cielo pagó con su propia su Cuero y con su Sangre.



Veamos pues entonces cómo y cuándo podemos darle a Dios una ofrenda agradable: Es en el momento del ofertorio hermanos cuando tenemos la oportunidad de unir nuestra ofrenda a la de Jesús. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 1368 sobre la Eucaristía, nos enseña que, en este preciso momento, el que vamos a vivir juntos en unos momentos, nos otorga a todos los cristianos la oportunidad maravillosa de unir nuestra
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ofrenda a la que Jesús hizo por nosotros, tenemos la oportunidad de ofrecerle nuestra vida que, además es justo, porque nuestra vida le pertenece. Escuchen, les voy a leer lo que dice el Catecismo” La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. Y, ¿quiénes somos la Iglesia?, ¡pues todos!, ustedes también, y continúa diciendo: “la iglesia, que es el cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su cabeza. Con El, es decir junto con Jesús, ella (es decir, la Iglesia, ustedes, nosotros, todos) se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el Sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. ¿Por qué dice que adquieren un valor nuevo? Porque nuestra ofrenda es pequeña comparada con la de Cristo que es su propio Cuerpo, su propia Sangre, el Sacrificio de Cristo es el Sacrificio del Hijo de Dios, nuestro sacrificio es grande para nosotros, pero pequeño comparado con el de Cristo, pero miren lo que pasa, al unir lo nuestro con lo de Jesús, Jesús lo toma y le da a nuestro sacrificio el valor de Su Sacrificio, porque lo hace uno con El. Si El recibe nuestra ofrenda en el ofertorio y la hace una con la de Él, Él le da así el valor nuevo a la nuestra. Y se lo frece al Padre por todos los hombres. Y termina diciendo el catecismo que El Sacrificio de Cristo presente en el altar, da todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirnos a su ofrenda. Hermanos, ¡esto es lo más grande que podemos hacer unos por otros! Unir nuestra ofrenda a la de Cristo por los demás, por todos los hombres, por nuestro México enfermo, por nuestra ciudad, por nuestro pueblo, por nuestras familias, vecinos, amigos, incluso por los que no nos quieren, por nuestros enemigos, por los que nos lastiman y por los que nos han herido.


En la segunda lectura hermanos reafirmamos esto, miren: San Pablo les dice a los Tesalonicenses que sabe cómo ellos han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y con una firme constancia. Así debemos vivir nosotros hermanos, manifestar la fe entregando nuestra vida a Cristo, manifestar el amor con fatigas, no es fácil ofrecer nuestra vida por los que nos lastiman, no es fácil poner en el momento del ofertorio a las personas que nos han herido, pero al entregarle a Jesús esta ofrenda de nuestro corazón herido con constancia, Dios nos bendecirá de manera especial, y al mismo tiempo nos uniremos a Él y a su ofrenda de una manera más profunda, nos uniremos a su total ofrenda. ¡Esto es dar la vida hermanos, esta es la ofrenda que Dios quiere, que traigamos aquí en el momento del ofertorio, en otras palabras, todo nuestro corazón con todo lo que trae! Recuerden que un corazón contrito y humillado Dios nunca lo desprecia, traigámosle también el sufrimiento que nos causa ver que a veces no podemos hacer lo que Él nos pide, el sufrimiento que nos causa ver cuando fallamos. También leemos que San Pablo les dice que los tesalonicenses han sido elegidos.




Recordemos hermanos que nosotros también hemos sido elegidos por Dios para tener la ayuda especial de Santa María de Guadalupe, recuerden que no hizo cosa igual con ninguna otra nación.



En el Santo Evangelio hermanos Jesús nos dice que debemos dar a Dios lo que le corresponde, y lo que le corresponde es que le entreguemos libremente nuestra vida pues ya pagó por nosotros ¡y no con una simple moneda! pagó con su Cuerpo y con su Sangre. Si le entregamos nuestra vida hermanos, nosotros a cambio recibimos la suya en nosotros y entonces con su vida en nosotros sí podremos iluminar al mundo con la luz del evangelio reflejada en nuestra vida. Demos gracias a Dios por la Presencia de Santa María de Guadalupe a quien nos da para poder unirnos a Jesús y ser así luz 



del mundo. 

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