La Navidad y el Acontecimiento Guadalupano: CICLO C

La Navidad y el Acontecimiento Guadalupano:
Reflexión para la Homilía del 23 de diciembre de 2018,
Cuarto Domingo de Adviento
Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: Del Libro del profeta Miqueas 5, 1-4 
Salmo: 79
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 10, 5-10 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45


Queridos hermanos:
En esta Navidad y en la preparación del corazón que hemos venido haciendo para vivir y celebrar el V Centenario del Acontecimiento Guadalupano, no puedo no relfexionar en lo siguiente y a partir de las Lecturas que Dios nos ofrece en este Cuarto Domingo de Adviento:
En la primera lectura que nos regala el Señor hoy por medio del profeta Miqueas encontramos el relato de que el Rey de Israel vendrá de una ciudad pequeña llamada Belén. ¡Reveló antes de que sucediera, de dónde vendría el Rey de Isarel! Y describe que sus origenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos. Y, podemos preguntarnos: ¿qué tiene que ver el nacimiento de Jesús con el Acontecimiento Guadalupano?
Sigamos con la reflexión de la primera lectura y con el salmo y las siguientes lecturas para comprender un poco más esta relación:
El porfeta Miqueas también nos realata en esta primera lectura que “el Señor abandonará a Israel mientras no de a luz la que ha de dar a luz y entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel”. Sabemos bien que el pueblo de Israel vivía en la esperanza de la llegada de Aquél Rey que los salvaría. Por otro lado, nosotros, los mexicanos, nacimos de un acontecimiento sobrenatural también maravilloso e impresionante, un acontecimiento por medio del cuál Dios irrumpe en la historia de la humanidad y algo cambia; casi podríamos atrevernos a pensar que el Acontecimiento Guadalupano acontece de manera similar a como aconteció la historia de nuestra Salvación que empieza con la Encarnación del Hijo de Dios, su Nacimiento, su Pasión y Muerte y finalmente su Resurrección. En otras palabras podríamos decir que después de la Resurrección del Señor, el Acontecimiento Guadalupano podría ser el segundo más importante que ha acontecido en la historia de nuestra humanidad. ¿Porqué podemos decir esto? Por muchas cosas, pero hoy reflexionaremos en que es así porque María está viva en la Tilma de Juan Diego, por tanto, este acontecimiento sigue aconteciendo y su mensaje es siempre vivo y actual. Ahora bien, si María está viva y se presenta embarazada de nuestro Señor Jesús, Él también está vivo de una manera especial en el vientre de la Santísima Virgen de Guadalupe quien está en la Tilma de Juan Diego en la Basílica. Podemos decir también entonces que, Jesús nuestro Señor está encarnado en María de Guadalupe y parece entonces estar en estado de espera, pero ¿qué espera? Tal vez podemos decir que en Guadalupe es posible que lo que esperan es que México termine de cambiar. Este cambio, este proceso de transformación, comenzó con el nacimiento de nuestra nación, por medio del cuál María reconfiguró mente y corazones tanto de indígenas como de españoles. Tal vez esperan una viviencia de la fe más profunda, más radical, para que podamos abrirnos al mensaje que Dios nos dirije a través de su Madre y podamos entonces hacer en todo su voluntad. Pero, pongamos también atención en el siguiente párrafo de la Lectura: “Por eso el Señor abandonará a Israel mientras no de a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. (...) Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer

llenará la tierra y él mismo será la paz”. El Hijo de Dios ya nació, María ya lo dio a luz en Belén, hace más de 2000 años, sin embargo también lo tenemos en espera en la Virgen de Guadalupe. Los invito a reflexionar en qué significa que Jesús está en espera en el vientre de María en la Tilma de Juan Diego. Debemos reflexionar y hacer el esfuerzo de comprender qué es lo que Dios quiere decirnos con este milagro sostenido por Él en el tiempo.
Algo que puede servirnos de materia de profundización podría ser pensar que Dios, por medio de María, tal vez quiere darnos a luz, naciendo a la vivencia de una fe profunda la cuál podremos recibir si nos abrimos al mensaje de Dios por medio de su Madre en Guadalupe. Esto lo tenemos claro en San Juan Diego. Él, quien fue llevado por María, se abrió a ver la verdad de él mismo, y al mismo tiempo a la verdad del Amor infinito de Dios, esto lo dispuso a recibir el don de la fe profunda por intermediación de Santa María de Guadalupe.
En la segunda lectura, encontramos una clara relación con una de las muchas causas por las cuales Dios intervino en nuestra historia con la llegada de Santa María de Guadalupe: no quería Dios sacrificios humanos, no quería Dios que nuestros indígenas siguieran en la ignorancia del verdadero Dios y del verdadero Sacrificio. Es muy clara la lectura al describirnos que Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo, sacrificio que es la ofrenda de Él mismo hecha una vez por todas y por medio de la cual todos quedamos santificados. Recuerden que los indígenas estuvieron a punto de extinguirse en gran parte por los sacrificios humanos que realizaban. María de Guadalupe les enseña que no es necesario hacer eso porque Jesús se entrega por todos y paran entonces los sacrificios humanos que no eran para nada agradables al Señor.
En la Lectura del Santo Evangelio reflexionamos la visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Nos comparte la alegría del reconocimiento del Hijo de Dios en el vientre de María por parte de su prima. Esto me hizo reflexionar en lo siguiente: cuando vamos a la Basílica de Guadalupe, ¿nos alegramos de encontrarnos con Ella, pero sobre todo con Jesús vivo en su vientre? Y esto me llevó a otra pregunta más, ¿nos alegramos de esta manera cuando vamos en la fila para recibir la Comunión, siendo concientes de que recibimos a Jesús vivo?
Tal vez Dios quiere decirnos que nuestro México está sufriendo tanto porque no hemos nacido todavía a una fe profunda. Tal vez Dios está esperando que respondamos al don de María en la Tilma de Juan Diego, tal vez está esperando que respondamos a su importante mensaje. Tal vez también, está esperando a que pidamos ayuda al Espíritu de Dios, al Espíritu Santo para que nos abramos a María y para que Ella nos lleve al encuentro con su Hijo. Tal vez si nos abrimos a este don, Dios nos hará nacer con una fe profunda por medio de María y con esto México podría cambiar, de esta forma también, tal vez, nuestro hermanos de otros países se acercarán a nosotros, a nuestra Madre y de esta manera se acercarán nuestros hermanos como se acercaron los hermanos al pueblo de Israel.
En esta Navidad, agradezcamos primeramente a Dios el don de su persona a través de la Encarnación y el nacimiento de su Hijo nuestro Señor que vino a salvarnos con su propia vida. En segundo lugar agradezcamos a Dios el don y la presencia continua de María de Guadalupe, agradezcamos este Acontecimiento dirigido por Él para nuestra nación y para el mundo, agradezcamos también el don del Espíritu Santo quien dirige nuestras vidas y de quien María está llena, y por último, pidámosle a Dios nos dé la alegría que provoca el encuentro con Jesús vivo.
Finalmente hermanos no se nos olvide rezar diario, aunque sea con un simple y sencillo pensamiento, dirigiéndonos a Santa María de Guadalupe, nuestra Madre amorosa, para pedirle por todos los problemas de cada uno de los mexicanos. Feliz Navidad en compañía de Santa María de Guadalupe y de su Hijo nuestro Señor Jesucristo. Amén. 
El Acontecimiento Guadalupano:
anuncio de la buena noticia que nos enseña a esperar a Cristo

Reflexión para la Homilía del 16 de diciembre de 2018,
Tercer Domingo de Adviento
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera Lectura: Del Libro del profeta Sofonías 3, 14-18
Salmo: Isaías 12
Segunda Lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 4, 4-7 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 3, 10-18

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura de este Tercer Domingo de Adviento el profeta Sofonías nos anima a dejar brotar la alegría desde el fondo de nuestro corazón porque el Señor ha anulado la sentencia que pesaba sobre nosotros. Podemos constatar esto en esta Primera Lectura, el profeta Sofonías les dijo estas palabras al pueblo de Jerusalén, a Israel, sin embargo, nosotros también podríamos podernos hoy en lugar de ellos, en lugar del pueblo de Israel. ¿Por qué les digo esto? Pensemos, si vamos siguiendo el camino tras las huellas de san Juan Diego, nuestro más grande santo mexicano que con certeza está al lado de la Virgen en el Cielo, podremos recordar, analizando la historia relatada en el Nican Mopohua que nuestro pueblo mexicano, antes de las apariciones de María de Guadalupe, tenía una sentencia que pesaba sobre él. Esta sentencia era la disminución tan tremenda de tantos indígenas hermanos nuestros, que morían por enfermedades, por luchas con los españoles, porque no eran considerados personas sino más bien una especie de entre animales y personas, y porque además muchos niños mestizos, por no ser de sangre indindígena 100% pura, ni de sangre española 100% pura, eran abandonados y morían. Esta sentencia era la posible extinción de los indígenas y es por esto que podemos ver con claridad que podemos ponernos en el lugar de Israel, sobre el cuál pesaba una sentencia que fue anulada por el Señor, como dice el profeta en la lectura. Y por esto mismo debe nacer una alegría profunda en nuestro corazón. Dios hizo nacer a nuestro pueblo, a nuestro México, al aparecerse Santa María de Guadalupe porque Dios la envió para ayudarnos, anuló esa sentencia que amenazaba el nacimiento de los mexicanos. Y desde entonces el Señor está en medio de nosotros en su presencia Eucarística, sí, en cada uno de nosotros y de nuestros hermanos, sí, pero también se encuentra su presencia de una forma especial en el vientre de Santa María de Guadalupe.
Y en el Salmo de hoy, el profeta Isaías nos reafirma la salvación que Dios nos ofrece y nos anima a la confianza, a no temer, por que Él, en medio de cualquier problema y de las dificultades que sean, es nuestra fuerza. Él es la fuente de nuestra alegría, nos dice Isaías, y María de Guadalupe nos dice lo mismo: “no soy yo la fuente de tu alegría”, porque las palabras de María de Guadalupe son las palabras del amor maternal de Dios, que a través de Ella, nos hace llegar de una forma muy especial a los mexicanos, y no sólo a nosotros sino a todos los hijos de Dios en el mundo. “El Señor ha hecho maravillas” nos dice Isaías, palabras que también encontramos en el Magníficat, y ¡que lo sepa la tierra entera! México tiene una gran responsabilidad, nos dicen nuestros obispos en el PGP, por este mensaje que nos fue y nos es dado. Necesitamos hacerlo llegar a la tierra entera como nos anima el profeta Isaías. De esta manera México estaría viviendo su misión en el mundo.

El la Segunda Lectura el apóstol San Pablo nos dice que el Señor está cerca, y también nos dice, ¡alégrense! Y nos vuelve a repetir: ¡alégrense! Y que esta benevolencia que nazca entre nosotros por saber que tenemos a la Madre de Dios tan cerca sea conocio por todos. Isaías nos dice las palabras que también vienen de Dios en el Tepeyac a través de María: “¡No se inquieten por nada!, que no se turbe su rostro ni su corazón!, sino que pidamos y supliquemos pero llenos de gratitud. ¡La gratitud es muy importante! Y san Juan Diego también nos enseña la gratitud. Él la vive en su camino, sobre todo cuando después de haberse alejado del camino que lo llevaba a María, Ella, saliéndole al encuentro, le dice que lo ama, y que no se inquiete ni se preocupe por nada porque Ella está ahí trayéndole al Salvador. Es entonces cuando, después de que Juan Diego se vió a sí mismo “cachado” por María, porque Ella lo “cachó” yéndose por otro camino, y después de que recibe el mensaje tan consolador de nuestra Madre, nace en él la contrición por verse como es, pero también nace en él una inmensa gratitud. Nace la gratitud por el Amor de María, porque curó a su tío, y porque a pesar de que él iba huyendo de Ella, María no lo rechazó sino que lo abrazó con su más grande ternura y su amor.
Aprendamos de San Juan Diego la gratitud de sabernos amados así como somos, con nuestras debilidades, con nuestras caídas, con nuestras huídas de Dios y de María. Tenemos que confiar en la Misericordia infinita de nuestro Padre Dios. María es Madre de la Misericordia, de Jesús nuesto Señor, así es que su Presencia en estas tierras de esta forma tan especial es un acto de la Misericordia misma de Dios que viene a salvarnos, a acompañarnos, a hacernos nacer para Cristo.
En la Lectura del Santo Evangelio varias personas le preguntaban a san Juan Bautista: ¿y qué tenemos que hacer? A un grupo le responde, compartan comida con los que no tienen, a otro grupo, quienes recaudaban impuestos ante la misma pregunta les responde: “no exijan nada fuera de lo establecido! , y al grupo de los soldados les dice: “no extorsionen ni denuncien falsamente y conténtense con su sueldo” y ante las respuestas tan sabias de San Juan todos se preguntaban si él no era el Mesías que estaban esperando, pero él los sacó de las dudas diciéndoles que Jesús los bautizaría no con agua sino con el Espíritu Santo y fuego, y con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia.
Hermanos, reflexionemos en que el Acontecimiento Guadalupano, las apariciones de Santa María de Guadalupe y su Presencia continua, es una forma siempre actual del anuncio de la buena noticia. María, llena del Espíritu Santo, nos anuncia al Salvador, nos trae a Jesús y nos lo presenta, diciéndonos que su Hijo nace para nuestra salvación.
Jesús bautiza con el Espíritu Santo, Espíritu que habita también en María de forma plena. Acudamos a Ella, pidámosle nos muestre a su Hijo y nos lleve a Él. De esta manera estaremos siempre alegres, ¡siempre!, aún en medio de las dificutades cotidianas tendremos esperanza porque María nos acompaña en este camino, nunca nos deja, nunca se cansa de nosotros a pesar de que nosotros somos muy frágiles y débiles y de que a veces escogemos otro camino que no conduce a Ella.
Pidamos también a nuestro hermano San Juan Dieguito nos ayude a entregarnos a María como él lo hizo, nos ayude a ser agradecidos por su Presencia y dejémonos transformar, formar y capacitar por el poder de Dios a través del amor y la compañía real de Su y nuestra Madre. Madre que envía para ayudarnos a esperar el nacimiento de su Hijo también en nuestra vida, para que encontrándonos con Él, cambie nuestro corazón y nos ofrezcamos al Padre junto con Él, por los demás.
Que así sea. 



San Juan Diego y el Adviento

San Juan Diego y el Adviento
Reflexión para la Homilía del 9 de diciembre de 2018,
Segundo Domingo de Adviento
9 de Diciembre, San Juan Diego
Primera Lectura: del libro del profeta Baruc 5, 1-9
Salmo: Del Salmo 125
Segunda Lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 1, 4-6. 8-11
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 3, 1-6


Queridos hermanos:

            Hoy debemos estar alegres, a esta alegría nos invita nuestro Padre del Cielo:·”despójense del luto y de la aflicción” (…) “porque Dios mostrará tu grandeza”, alegres tenemos que estar, nos dice, porque Dios se acordó de su pueblo, para que camine seguro bajo la gloria de Dios.

            Y hoy debemos estar doblemente alegres porque este domingo, además del segundo domingo de Adviento, el segundo domingo de la espera del nacimiento de nuestro Señor, celebramos también el día de un gran santo, quizás del más grande santo mexicano: celebramos el día de San Juan Diego. La historia de san Juan Diego nos recuerda la historia de Israel, ya que nos relata cómo Dios se inclina hacia ellos, de la misma forma como se inclinó también sobre nuestro pueblo indígena para que naciera México, para que camináramos seguros bajo la gloria de Dios, para hacernos presente la verdad de que estamos bajo su sombra y bajo su resguardo.

            No es coincidencia que estas fechas estén tan cerca: el Adviento, la Inmaculada Concepción a quien celebramos ayer, san Juan Diego, la Virgen de Guadalupe, el Nacimiento de nuestro Señor. Pareciera como si Dios, con el Acontecimiento Guadalupano quisiera ayudarnos a recordar la alegría del Nacimieno de Jesús, que por  medio de María, viene a salvarnos. Pareciera que nos señala el camino para vivir de manera adecuada este encuentro con Jesús a través de María, pareciera que nos enseña que el camino a Jesús es por María. La Virgen de Guadalupe nos lo presenta, en su vientre, como decíamos el domingo pasado: Jesús está vivo en su vientre, en su presencia real en la Tilma de Juan Diego. La presencia de María en la Tilma es un anuncio del nacimiento del Salvador.

            San Juan Diego, hermano mayor nuestro, nos señala y nos comparte el camino por el cuál fue llevado, un camino de vida en la verdad, un camino de humildad, un camino de consciencia de la propia nada, de obediencia, de entrega total a Jesús por medio de María.

            Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor, nos dice el Salmo 125, y estábamos alegres, pues ha hecho cosas grandes por su pueblo el Señor, grandes cosas después de pasar por el desierto. Todos pasamos por un desierto en nuestra vida, el pueblo de Israel pasó por un desierto, nuestros indígenas, nuestro pueblo, también pasó por un gran desierto.

            En la segunda lectura de la carta del apóstol San Pablo a los filipenses, San Pablo les dice que está convencido de que aquél que comenzó en cada uno su obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús. Estas palabras son también para nosotros hoy. Es como si San Pablo nos dijera esto mismo a nosotros hoy, y es que él está seguro de que la obra que el Espíritu Santo comenzó en nuestra vida, la irá perfeccionando hasta la venida de Cristo Jesús. Y recordemos que María es templo vivo del Espíritu Santo, es trono y sagrario de la Santísima Trinidad. Y es obra del Espíritu Santo que nos da a María para que nos ayude en este camino, para que conozcamos la verdad de nuestra fragilidad y de la necesidad que tenemos de una Madre que nos ayude y nos guíe para encontrarnos con Cristo Jesús.

¡Debemos ser agradecidos por tanto don! Y si nos damos cuenta de que nos falta gratitud por todos los dones de Dios a través de la historia, por su presencia en la Eucaristía, por la presencia de María y la ayuda de los santos, entreguemos a Jesús en la ofrenda de esta Eucaristía, la parte de gratitud que nos falta, es decir entreguémosle, con un corazón contrito y humillado, nuestra ingratitud, para que Él mismo pueda transformarla en gratitud plena, para que transforme nuestro corazón y nos haga cada vez más parecidos a Él.

            Tanto la aclamación del Aleluya, como la Lectura del Santo Evangelio nos invitan también a estar alegres, nos invitan a preparar el camino del Señor, nos exhortan a que hagamos rectos los senderos y y poder así  ver al Salvador. Pues bien, Dios nuestro Padre, nos entrega a su Hijo y a su Espíritu divino en María, como un insturmento eficaz para llevarnos por un camino recto, para prepapar el sendero y poder ver al Salvador. San Juan Diego fue llevado por este camino. San Juan Diego, nuestro más grande santo mexicano, vivió en esa alegría después de haber pasado por el desierto de su verdad, después de haber pasado por el desierto de la incomprensión, después de haber pasado por el desierto del reconocimiento de su propia incapacidad, de su propia huída del camino al que Dios lo invitaba por medio de María.

            San Juan Diego era un señor ya de 57 años cuando María le salió al encuentro para convertirlo, para transformarlo, para hacerlo sentir verdadero hijo de Dios por medio de María. Así es que vemos que para Dios no hay impedimento alguno, todos tenemos esperanza de una verdadera conversión al Señor, no importa la edad, no importa nada. Sólo importa nuestra apertura  y nuestra gratitud por los dones de Dios, dones que nos otorga por su amor misericordioso e incomprensible.

            Recordemos que México es una nación mariana, México nació de María de Guadalupe por voluntad de Dios. Recordemos que es la única nación en el mundo que tiene una historia así, es la nación escogida por Dios para que habitara María permanentemente por medio de la Tilma de san Juan Diego.

            Pidamos a san Juan Diego, hermano que nos precede en la fe y en este camino, nos ayude a abrirnos a ir tras sus huellas para ir por el camino de la humildad. Que nos ayude a dejarnos mirar por María, que nos enseñe a mirarla para enamorarnos de Ella y con esto enamorarnos de su Hijo, al cuál Ella siempre nos lleva.


¡Que que así sea!

Santa María de Guadalupe vive y nos enseña a vivir el Adviento

Santa María de Guadalupe vive y nos enseña a vivir el Adviento
Reflexión para la Homilía del 2 de diciembre de 2018,
Primer Domingo de Adviento
Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: Del libro del profeta Jeremías 33, 14-16
Salmo: Del Salmo 24
Segunda Lectura: De la carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses 3, 12-4, 2 Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 25-28. 34-36


Queridos hermanos:
Iniciamos hoy con el tiempo litúrgico que nos marca la Iglesia quien es nuestra Madre; inciamos hoy con el tiempo de la espera, de la espera para la celebración de la visita de nuestro Señor Jescuristo al mundo; iniciamos hoy con la espera de celebrar la introducción de Jesús encarnado en nuestra historia, en nuestras vidas, en nuestra mente y en nuestro corazón. El Adviento es el tiempo de la espera del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Por otro lado y al mismo tiempo, estamos próximos a celebrar el próximo 12 de diciembre la fiesta de nuestra Madre Santísima de Guadalupe. No es casualidad que antes de la Navidad, celebremos las aparciciones de María Santísima nuestra Madre de Guadalupe. La Madre de Jesús, nos es dada y se nos presenta en esta imagen, más bien, en esta Presencia viva en la Tilma de Juan Diego, con la Palabra hecha carne; se nos presente con Jesús también en su Presencia viva, en su vientre. María nos enseña lo que es el Adviento, nos enseña lo que es la espera de Aquél quien está a punto de nacer y quien viene a convertirnos, a salvarnos.
En la primera Lectura de este domingo el profeta Jeremías nos habla del cumplimiento de la promesa de Dios de hacer nacer del tronco de David a Alguien santo que ejercería la justicia y el derecho en la tierra y que nos ofrecería la salvación a todos. Este Jesús es el Salvador a quien María de Guadalupe nos presenta y nos ofrece en su vientre. Ella vive el Adviento de manera perfecta y quiere enseñarnos y acompañarnos en esta espera de la venida de Jesús para cambiar nuestra mente y nuestro corazón, para cambiar nuestra vida y convertirnos.
En el Salmo 24 leemos también que el Señor quiere guiarnos con la verdad de su doctrina, y nos enseña que, lo que quiere hacer con nosotros y con cada uno de sus hijos, es aquello mismo que hizo con san Juan Diego, ya que nos dice claramente que “el Señor guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos. El Señor descubre a quien le teme y le enseña el sentido de su alianza”, así termina la lectura del Salmo del día de hoy. Si analizamos con cuidado lo anterior y el camino de san Juan Diego, podemos encontrar en él, el camino también para nosotros. Este camino, en el cuál María lo introduce, lo acompaña y lo guía en la espera de su conversión, es una preparación para abrirse al encuentro con Jesús, es una preparación para unirse completamente a Jesús en su vida. El camino de san Juan Diego es una espera en el Señor para que cambiar la propia mente y el corazón. Este camino de san Juan Diego no fue solo para él, es un camino también para nosotros. El Adviento, además de la espera por su segunda venida, es una espera de Jesús en nuestras vidas como preparación cada vez más próxima al encuentro definitivo con Él. María tiene la misión de introducirnos, acompañarnos y guiarnos en este camino de conversión para el encuentro con Jesús vivo.

En la Segunda Lectura, el apostol San Pablo nos hace una exhortación para vivir de cierta manera esta espera del Señor y, le pide a Dios, haga nuestros corazones irreprochables hasta el día en el que venga nuestro Señor Jesús. Esto es muy importante porque él, san Pablo, ora a Dios por esta gracia en nuestros corazones, la gracia de ser irreprochables. En ningun momento dice que nosotros por nuestras propias fuerzas podemos alcanzar este estado de perfección en la espera del Señor, sin embargo nos exhorta a esforazarnos pidiendo a Dios, Él mismo nos otorgue la gracia para. Nos exhorta a esforzarnos en vivir como conviene para agradar a Dios y esto, queridos hermanos, sin la gracia de Dios, sin la ayuda de María, es imposible para nosotros. Somos muy débiles y frágiles y caemos una y otra vez en nuestras debilidades, es por esto que Dios, Quien ya nos conoce, envió a su Hijo para salvarnos y también nos envía a Santa María de Guadalupe, nuestra Madre, para que con su tierno amor y su guía efectiva, nos prepare en este camino hacia el encuentro con el Señor.
Por esto la exclamación del Aleluya nos dice: “muéstranos, Señor, Tu Misericordia y danos tu Salvación”. La Presencia de Santa María de Guadalupe en nuestras tierras y para todo el mundo es un acto de la Misericordia de Dios; es un acto de Su Misericordia ya que con su Presenica y ayuda pretende abrirnos a la Salvación.
Asimismo, en la Lectura del Santo Evangelio San Lucas nos habla de esta espera en el Señor y de todo lo que debemos vivir para estar preparados para este encuentro con el Señor. Nos exhorta a estar alertas para que nuestra mente no se encuentre confundida, dormida, para que no nos encuentre desprevenidos. Esto quiere decir que es una invitación a vivir con la esperanza en la venida de Jesús. Nos pide pensemos en aquella Persona que nos amó y se entregó por nosotros y prometió volver.
Hermanos, ¡qué hermoso ver cómo Dios, al saber que somos débiles y que todo lo que nos pide es muy difícil de llevar a cabo, nos ha entregado a su Madre como Madre nuestra para ayudarnos y recordarnos lo que conviene! Santa María de Guadalupe tiene una misión especial, la cual consiste en una ayuda eficaz para hacernos humildes y, de esta manera, nos dejemos guiar por el sendero recto y podamos ver los caminos del Señor.
San Juan Diego fue llevado por este camino. El 8 de diciembre celebraremos también la Inmaculado Concepción de María. Ella fue predestinada a ser la Madre de Dios y también Madre nuestra. Pidamos a Dios por intercesión de san Juan Diego, a quien celebraremos también este 9 de diciembre, y quien finalmente se convenció de ser verdadero hijo, nos otorgue la gracia de sabernos hijos queridísimos de Santa María de Guadalupe, hijos amadísimos del Padre en nuestro Señor Jesucristo.. Pidamos la gracia de abrirnos al amor maternal de Dios expresado en nuestra Madre de Guadalupe, de esta manera con confianza reconoceremos que estamnos en el cruce de sus brazos, que estamos bajo su sombra y resguardo y que estando ahí, nada malo puede sucedernos.
Seamos agradecidos con Dios por tener de esta forma tan especial a Santa María de Guadalupe, recordemos que no ha hecho cosa igual con ninguna otra nación. La gratitud, además de ser justa para con Quien nos da todo, siempre alcanza más gracias de Dios.
Pidamos a Dios por medio de Ella la ayuda necesaria para todos y cada uno de los mexicanos, pidamos la conversión de nuestro México.
¡Que que así sea! 

Santa María de Guadalupe nos recuerda de manera viva la realidad del gran Acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios

Santa María de Guadalupe nos recuerda de manera viva la realidad del gran Acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios
Reflexión para la Homilía del 25 de noviembre de 2018,
Trigésimo Cuarto Domingo del tiempo ordinario

Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: Lectura del libro del profeta Daniel 7, 13-14
Salmo: Del Salmo 92
Segunda Lectura: Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 1, 5-8 Lectura del santo Evangelio: según san Juan 18, 33-37


Queridos hermanos:
Qué alegría encontrarnos con Dios mismo a través de su Palabra en la Primera Lectura del profeta Daniel. En esta lectura el profeta nos recuerda que el amor del Señor nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. ¡Qué esperanza encontramos con esta verdad! ¿Cómo fue introducida esta gran esperanza al mundo? Ciertamente que inicia con la Encarnación del Hijo de Dios, una Encarnación de Amor, del Amor pleno, infinito, total y absoluto por cada uno de nosotros. El profeta Daniel narra en la Primera Lectura que en su visión observa a Alguien parecido al hijo del hombre, sin embargo no es del todo igual, porque si bien tiene naturaleza humana, tiene también naturaleza divina; y vio a Jesucristo nuestro Señor recibiendo la soberanía, la gloria y el reino. Este reino, nos dice, nunca será destruido gracias al Amor infinito. ¡Qué esperanza debiera causar en nuestro corazón profundizar en esta verdad! 
Como mexicanos y en vísperas de celebrar un año más del gran Acontecimiento que nunca deja de acontecer en este 12 de diciembre, día de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, sería muy bueno y diría más bien, necesario, reflexionar que esta Encarnación del Hijo de Dios la tenemos siempre presente y actual en Santa María de Guadalupe. ¡Cuánto nos hace falta abrir los ojos y poder ver este gran milagro de Dios sostenido en el tiempo! Jesús se mantiene vivo y encarnado en Santa María de Guadalupe, y Dios escogió nuestra nación, nuestra tierra, para mantener viva su Presencia entre nosotros, de esta forma tan especial y única, a través de la Presencia de Santa María de Guadalupe. Dios no ha realizado esto en ninguna otra nación.

El Salmo de hoy, de igual manera, puede ayudarnos a reflexionar sobre este gran Acotecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios en María. María de Guadalupe nos presenta y nos trae al rey de reyes que está revestido de poder y majestad. María de Guadalupe nos recuerda de manera viva la realidad del gran Acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios hace ya más de 2000 años. El poder y la fuerza de María le fueron dadas por Dios gracias al reconocimiento de su verdad, de su nada, de ahí que se pueda hablar de la fuerza y del poder de María que es fuerza y poder de Dios mismo. Y en Ella, en María de Guadalupe, en su Presencia a través de su imagen y de su mensaje en el Nican Mopohua se nos hace presente el Salvador. Ella se manifiesta acogiendo con su cuerpo y en su vientre al Hijo de Dios vivo. Este templo del Hijo de Dios, quien es María, es adornado por la santidad propia de Ella. 
También encontramos que en la Segunda Lectura del Libro del Apocalipsis, el apóstol San Juan nos revela un poco más, quién es Jesús nuestro Señor, nos dice que vendrá entre las nubes Aquél que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre, Aquél que ha hecho nacer un reino para Dios. Es justo, necesario y hermoso que salga de nuestro corazón la alabanza a Quien merece toda la gloria y el poder por habernos salvado. Aquél quien nos ama ha entregado su Cuerpo y su Sangre por nosotros, el Todopoderoso se hace uno similar a nosotros, por amor y para rescatarnos de nuestra propia fragilidad.
Veamos hermanos que la Palabra de Dios siempre nos lleva a la alegría de sabernos amados incondicionalmente; y de nuestro corazón debieran salir con todo amor las palabras del Salmo de hoy, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!, ¡bendito el reino que llega... con Jesús nuestro Señor!
Con la Lectura del Santo Evangelio según san Juan, el evangelista nos comparte a través de su relato la procedencia del reinado de Cristo. Y Jesús en este pasaje nos dice: “Mi Reino no es de este mundo”, “mi Reino no es de aquí”, “Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Qué importante es escuchar la voz del Señor. Sin embargo, pongamos atención en este punto: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Hermanos, la Palabra de Dios nos dice que si pertenecemos a la verdad escucharemos su voz. Dios nos invita a reconocernos pertenecientes a Cristo. Si le pertenecemos, pues nos ha comprado con su Cuerpo y con su Sangre, Él espera que, en el uso de nuestra libertad, nos entreguemos totalmente al Amor, nos entreguemos a Él. Dios espera que libre y voluntariamente queramos pertenecerle. Además de ser algo justo, pues pagó muy caro por nosotros, debiera ser una respuesta de nuestro corazón, de cada corazón de cada ser humano de querer ser de Él, de pertenecerle, de devolvérnosle. Si nosotros le pertenecemos y libremente nos entregamos a la Verdad, escucharemos su voz.

Nuevamente, es importante agradecer en serio a Dios, la entrega que nos hace de y a María su Madre también como Madre nuestra. Santa María de Guadalupe quiere llevarnos a la verdad. Nos invita a decir sí al camino por el cuál Ella quiere llevarnos para ser concientes por la gracia de la verdad de Dios y de la propia verdad. Quiere llevarnos al conocimiento de nuestra propia pequeñez, quiere llevarnos a la conciencia de ser hijos amados, pequeños, débiles pero infinitamente amados. Esta humildad podrá disponernos a escuchar la voz del Señor. Para escuchar la voz del Señor necesitamos el don de la Fe. Para recibir este don Él necesita que tengamos una actitud adecuada, necesita que tengamos cierta disposición interior. María nos introduce en este camino para adquirir esta disposición. En este camino Ella nos acompaña, nos transforma y nos forma para lograr en nosotros la actitud que Dios necesita de nuestra parte para recibir el don de la fe verdadera. Recibiendo este don escucharemos la voz del Señor y por la fuerza de la graccia podremos ser instrumentos en las manos de María y realizar así la voluntad de nuestro Padre.
Es necesario agradecer a Dios la gran ayuda que Él mismo nos otorga a través de María. Démosle gracias a Dios por este Acontecimiento Guadalupano que siempre está aconteciendo en nuestra vida, en la vida de nuestra nación y en la vida de toda la Iglesia. Pidamos tambien a Dios, por intercesión de su Madre, la ayuda necesaria para cada uno de sus hijos mexicanos, para cada uno de todos sus hijos en el mundo. 
 Tal vez lo anterior nos ayude a comprender por qué San Juan Pablo II se refirió a América Latina como el Continente de la Esperanza. Esta esperanza es, por la Providencia Divina y por un acto de la Misericordia de Dios, la Presencia continua de Santa María de Guadalupe. América Latina es el continente de la esperanza por la Presencia real de Ella en nuestro Continente.
Que San Juan Diego, quien se dejó educar por María, nos ayude a ser agradecidos con Dios y con Ella por la compañía que nos regala su Presencia continua. Aprovechemos y vivamos la maternidad de Dios que, a través de Santa María de Guadalupe, nos regala. Pidamos la gracia de sabernos verdaderamente hijos y acudir a nuestra Madre por toda la ayuda que siempre necesitamos.
¡Qué Dios nos otorgue la gracia de ser agradecidos por esto y por todo lo que tenemos siempre! ¡Que que así sea! 



Reflexión para la Homilía del 18 de noviembre de 2018 XXXIII domingo del T.O.

Santa María de Guadalupe quiere humillarnos, pero no para herirnos, sino para llevarnos a la comunión con su Hijo
Reflexión para la Homilía del 18 de noviembre de 2018, Trigésimo Tercero Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro del profeta Daniel 12, 1-3 Del Salmo 15
Segunda lectura: Lectura de la carta a los hebreos 10, 11-14. 18 Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32



Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del Profeta Daniel nos encontramos con el amor incondicional de Dios para con todos y cada uno de nosotros, sus hijos. En esta lectura, además de narrarnos el sufrimiento y la tribulación inevitables en este mundo en el período propio de cada existencia humana, nos habla sobre todo de su Amor incondicional. Esto lo vemos con claridad cuando leemos y escuchamos que el gran príncipe Miguel se levantará para defender y salvar a su pueblo. Dios nos ha enviado la salvación por medio de su Hijo nuestro Señor Jesucristo y, constantemente y de múltiples maneras nos hace presente Su salvación. Dios quiere que aprovechemos el Sacrificio de su Hijo.
El Salmo nos invita precisamente a la alegría de la salvación, pero no a una alegría pasajera y superficial sino a la alegría que proviene de una paz profunda que nace de la conciencia de que Dios nunca nos abandona; ni en las cosas exteriores, ni mucho menos en las cosas del espíritu, es decir, Dios no quiere que muramos sino que vivamos para siempre a su lado en el Amor pleno y la alegría perpetua junto a Él. A esto hemos sido llamados, y por esto Dios, con su propia vida, nos salva.
En la Lectura de la Carta a los Hebreos, el autor nos narra cómo precisamente se ofrecían sacrificios en el templo diariamente. Vemos la conciencia de un pueblo que se reconoce pecador y que busca expiar sus pecados con sacrificios. Sin embargo, estos sacrificios no podían perdonar los pecados. Por eso continúa la lectura diciéndonos que Cristo, en cambio, hizo un solo sacrificio por todos los pecados del mundo y con esto se sentó a la derecha de Dios y ahí espera que sus enemigos sean puestos bajos sus pies. Esto quiere decir que con una sola ofrenda, la ofrenda del Hijo de Dios, hizo pefectos para siempre a los que ha santificado, entonces, si ya nos perdonó todo a todos con su propia vida, ya no hacen falta más ofrendas por nuestros pecados. ¡Esto es clave hermanos! Porque nosotros pensamos muchas veces que tenemos que ofrecer algo a Dios para que se nos perdonen nuestros pecados, hay veces que queremos hacer sacrificios exteriores para expiar nuestras culpas, para pagar por alguna caída o por algun pecado o debilidad. Y esta lectura nos lleva a reflexionar en la verdad de que Jesús ya pagó con su Sacrificio por todos nuestros pecados, y más bien deberíamos entonces preguntarnos: “¿Cómo puedo aprovechar ese Sacrificio de Jesús por mi y que me ha salvado? Por que si ya me salvó, entonces, ¿qué debo hacer yo? Sin duda, lo que más espera Dios de nosotros es un espíritu contrito y humillado, es decir un corazón que viva en la verdad, en el conocimiento de su miseria, fragilidad y pecado; un corazón humilde, sencillo que se sabe amado porque ha sido perdonado y que se reconcilia con Dios renovadno su amistad. Esta es la forma en la que aprovechamos la Salvación de nuestro Señor Jesucristo. Por que, en la medida en la que yo me crea “bueno” o no “tan malo” en esa meddia me cierro a aprovechar la salvación de Jesucristo por mí. Por que si yo fuera la única persona en el mundo, Jesús hubiera hecho su mismo Sacrificio Redentor para salvarme sólo a mí. De este tamaño es nuestra miseria, y así debemos pensar cada uno de nosotros: “Del tamaño del Sacrificio del Hijo de Dios, de este tamaño

es mi miseria y mi pecado que tuvo que ser salvado de esta forma”. Demos gracias a Dios que por su Misericordia no caemos en todos los pecados existententes, sin emabrgo, en los que sí caemos y vemos, éstos deben servir para darnos cuenta de que sin Dios, sin su Sacrifcio, no tendríamos salvación alguna.
Si nosotros procuarmos vivir en la verdad de que somos pecadores en acto o en potencia, y que de todos mis pecados ya he sido salvado gracias al Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo entregado en la Cruz y que se hace presente en la Eucaristía, y si procuramos vivir en la conciencia de nuestra miseria, en esa misma medida aprovecharemos lo que Dios ha hecho por nosotros. Si procuramos vivir en esta única verdad de nuestra nada y pecaminosidad, nuevamente repito, en acto o en potencia, delante de la verdad de Dios Misericordioso, que nunca se cansa de perdonarnos, en esta medida es como aprovechamos la Salvación que ya nos fue dada. El verdadero sacrificio que Dios quiere es un espíritu quebrantado, un espíritu humillado en el conocimiento y la aceptación de su miseria es el sacrifcio que Dios espera de nuestro corazón. Esto no es fácil para nuestro orgullo, porque a nuestro orgullo le gusta siempre verse “perfecto” y, cuando Dios nos humilla, es para que conozcamos la verdad y aprovechemos la Salvación que su Hijo Jesucristo ya ha realizado por nosotros.
Esto mismo fue lo que le pasó a San Juan Diego, en su camino vemos con toda claridad que fue humillado, fue despreciado, pero vemos que después de haber pasado por estas angustias y tribulaciones, presentes en su vida, como en cada vida humana, en cada pueblo y nación, fue cuando se volvió verdaderamente humilde.
Todos tenemos que sufrir humillaciones como una gran ayuda de Dios para hacernos humildes. Si no fuéramos orgullosos ni soberbios, no tendríamos que vivir ninguna humillación. Sin embargo, Dios permite estas humillaciones en nuestra vida, no para herirnos, sino para trabajar en nuestra comunión con Él, esta comunión con Dios no puede llevarse a cabo sin la verdadera humildad.
Es por esto que el camino de ir tras las huellas de San Juan Diego puede iluminar nuestro camino. Al analizar lo que él vivió y cómo el Amor de Dios se le hizo presente a través de María de Guadalupe, podemos encontrar respuestas a nuestras tribulaciones, a nuestras caídas y a nuestras experiencias dolorosas de cualquier tipo. En el Acontecimiento Guadalupano se nos hace presente, como un recordatorio vivo y siempre actuante, el acto Redentor de su Hijo que se hace hombre para ofrecer su vida por nosotros y salvarnos. Todos tenemos que llegar, tarde o temprano, a tener conciencia clara de nuestra total incapacidad. San Juan Diego vivió esto cuando quiso darle la vuelta a María, cuando quiso solucionar su problema por él mismo, creyendo todavía en sus propias fuerzas. Y cuando María le sale al encuentro y le dice que ahí está Ella, que su tío ya está sano, convence a Juan Diego de que lo primero que tiene que hacer ante cualquier tribulación de cualquier índole es acudir al Amor de Dios expresado en su Madre. Ella le dice, así como nos dice a nosotros, que aquí está Ella y que nada debe turbar su y nuestro corazón.
Juan Diego, después de su tribulación y después de experimentar el Amor maternal de Dios, se entregó por completo a María, fua capaz de abandonarse en Ella y Ella lo capacitó para cumplir con lo que Dios esperaba de él.
Hermanos, Dios siempre interviene para recordarnos la Salvación que nos ha sido dada por la infinita Misericordia del Padre. Dios, a través de diferentes acontecimientos, interviene para recordarnos y para que creamos en su Amor incondicional. No tengamos miedo del final de los tiempos, mejor abrámonos a experimentar hoy y ahora este Amor incondicional que Dios hace presente especialmente en el Acontecimiento Guadalupano. Abráoanos a escuchar a María de Guadalupe y encontraremos en su mensaje de Amor y de consuelo, la Presencia viva de Jesús, el Único que nos salva. Pidamos también a san Juan Diego nos acompañe como hermano nuestro en el camino de la fe y nos ayude a entregarnos al amor de Dios en María de Guadalupe. Pidamos que María nos lleve a reconocernos verdaderamente hijos para que podamos acudir con toda confianza a Ella en todos nuestros porblemas. Que así sea. 

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