Reflexión para la Homilía del 18 de noviembre de 2018 XXXIII domingo del T.O.

Santa María de Guadalupe quiere humillarnos, pero no para herirnos, sino para llevarnos a la comunión con su Hijo
Reflexión para la Homilía del 18 de noviembre de 2018, Trigésimo Tercero Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro del profeta Daniel 12, 1-3 Del Salmo 15
Segunda lectura: Lectura de la carta a los hebreos 10, 11-14. 18 Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32



Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del Profeta Daniel nos encontramos con el amor incondicional de Dios para con todos y cada uno de nosotros, sus hijos. En esta lectura, además de narrarnos el sufrimiento y la tribulación inevitables en este mundo en el período propio de cada existencia humana, nos habla sobre todo de su Amor incondicional. Esto lo vemos con claridad cuando leemos y escuchamos que el gran príncipe Miguel se levantará para defender y salvar a su pueblo. Dios nos ha enviado la salvación por medio de su Hijo nuestro Señor Jesucristo y, constantemente y de múltiples maneras nos hace presente Su salvación. Dios quiere que aprovechemos el Sacrificio de su Hijo.
El Salmo nos invita precisamente a la alegría de la salvación, pero no a una alegría pasajera y superficial sino a la alegría que proviene de una paz profunda que nace de la conciencia de que Dios nunca nos abandona; ni en las cosas exteriores, ni mucho menos en las cosas del espíritu, es decir, Dios no quiere que muramos sino que vivamos para siempre a su lado en el Amor pleno y la alegría perpetua junto a Él. A esto hemos sido llamados, y por esto Dios, con su propia vida, nos salva.
En la Lectura de la Carta a los Hebreos, el autor nos narra cómo precisamente se ofrecían sacrificios en el templo diariamente. Vemos la conciencia de un pueblo que se reconoce pecador y que busca expiar sus pecados con sacrificios. Sin embargo, estos sacrificios no podían perdonar los pecados. Por eso continúa la lectura diciéndonos que Cristo, en cambio, hizo un solo sacrificio por todos los pecados del mundo y con esto se sentó a la derecha de Dios y ahí espera que sus enemigos sean puestos bajos sus pies. Esto quiere decir que con una sola ofrenda, la ofrenda del Hijo de Dios, hizo pefectos para siempre a los que ha santificado, entonces, si ya nos perdonó todo a todos con su propia vida, ya no hacen falta más ofrendas por nuestros pecados. ¡Esto es clave hermanos! Porque nosotros pensamos muchas veces que tenemos que ofrecer algo a Dios para que se nos perdonen nuestros pecados, hay veces que queremos hacer sacrificios exteriores para expiar nuestras culpas, para pagar por alguna caída o por algun pecado o debilidad. Y esta lectura nos lleva a reflexionar en la verdad de que Jesús ya pagó con su Sacrificio por todos nuestros pecados, y más bien deberíamos entonces preguntarnos: “¿Cómo puedo aprovechar ese Sacrificio de Jesús por mi y que me ha salvado? Por que si ya me salvó, entonces, ¿qué debo hacer yo? Sin duda, lo que más espera Dios de nosotros es un espíritu contrito y humillado, es decir un corazón que viva en la verdad, en el conocimiento de su miseria, fragilidad y pecado; un corazón humilde, sencillo que se sabe amado porque ha sido perdonado y que se reconcilia con Dios renovadno su amistad. Esta es la forma en la que aprovechamos la Salvación de nuestro Señor Jesucristo. Por que, en la medida en la que yo me crea “bueno” o no “tan malo” en esa meddia me cierro a aprovechar la salvación de Jesucristo por mí. Por que si yo fuera la única persona en el mundo, Jesús hubiera hecho su mismo Sacrificio Redentor para salvarme sólo a mí. De este tamaño es nuestra miseria, y así debemos pensar cada uno de nosotros: “Del tamaño del Sacrificio del Hijo de Dios, de este tamaño

es mi miseria y mi pecado que tuvo que ser salvado de esta forma”. Demos gracias a Dios que por su Misericordia no caemos en todos los pecados existententes, sin emabrgo, en los que sí caemos y vemos, éstos deben servir para darnos cuenta de que sin Dios, sin su Sacrifcio, no tendríamos salvación alguna.
Si nosotros procuarmos vivir en la verdad de que somos pecadores en acto o en potencia, y que de todos mis pecados ya he sido salvado gracias al Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo entregado en la Cruz y que se hace presente en la Eucaristía, y si procuramos vivir en la conciencia de nuestra miseria, en esa misma medida aprovecharemos lo que Dios ha hecho por nosotros. Si procuramos vivir en esta única verdad de nuestra nada y pecaminosidad, nuevamente repito, en acto o en potencia, delante de la verdad de Dios Misericordioso, que nunca se cansa de perdonarnos, en esta medida es como aprovechamos la Salvación que ya nos fue dada. El verdadero sacrificio que Dios quiere es un espíritu quebrantado, un espíritu humillado en el conocimiento y la aceptación de su miseria es el sacrifcio que Dios espera de nuestro corazón. Esto no es fácil para nuestro orgullo, porque a nuestro orgullo le gusta siempre verse “perfecto” y, cuando Dios nos humilla, es para que conozcamos la verdad y aprovechemos la Salvación que su Hijo Jesucristo ya ha realizado por nosotros.
Esto mismo fue lo que le pasó a San Juan Diego, en su camino vemos con toda claridad que fue humillado, fue despreciado, pero vemos que después de haber pasado por estas angustias y tribulaciones, presentes en su vida, como en cada vida humana, en cada pueblo y nación, fue cuando se volvió verdaderamente humilde.
Todos tenemos que sufrir humillaciones como una gran ayuda de Dios para hacernos humildes. Si no fuéramos orgullosos ni soberbios, no tendríamos que vivir ninguna humillación. Sin embargo, Dios permite estas humillaciones en nuestra vida, no para herirnos, sino para trabajar en nuestra comunión con Él, esta comunión con Dios no puede llevarse a cabo sin la verdadera humildad.
Es por esto que el camino de ir tras las huellas de San Juan Diego puede iluminar nuestro camino. Al analizar lo que él vivió y cómo el Amor de Dios se le hizo presente a través de María de Guadalupe, podemos encontrar respuestas a nuestras tribulaciones, a nuestras caídas y a nuestras experiencias dolorosas de cualquier tipo. En el Acontecimiento Guadalupano se nos hace presente, como un recordatorio vivo y siempre actuante, el acto Redentor de su Hijo que se hace hombre para ofrecer su vida por nosotros y salvarnos. Todos tenemos que llegar, tarde o temprano, a tener conciencia clara de nuestra total incapacidad. San Juan Diego vivió esto cuando quiso darle la vuelta a María, cuando quiso solucionar su problema por él mismo, creyendo todavía en sus propias fuerzas. Y cuando María le sale al encuentro y le dice que ahí está Ella, que su tío ya está sano, convence a Juan Diego de que lo primero que tiene que hacer ante cualquier tribulación de cualquier índole es acudir al Amor de Dios expresado en su Madre. Ella le dice, así como nos dice a nosotros, que aquí está Ella y que nada debe turbar su y nuestro corazón.
Juan Diego, después de su tribulación y después de experimentar el Amor maternal de Dios, se entregó por completo a María, fua capaz de abandonarse en Ella y Ella lo capacitó para cumplir con lo que Dios esperaba de él.
Hermanos, Dios siempre interviene para recordarnos la Salvación que nos ha sido dada por la infinita Misericordia del Padre. Dios, a través de diferentes acontecimientos, interviene para recordarnos y para que creamos en su Amor incondicional. No tengamos miedo del final de los tiempos, mejor abrámonos a experimentar hoy y ahora este Amor incondicional que Dios hace presente especialmente en el Acontecimiento Guadalupano. Abráoanos a escuchar a María de Guadalupe y encontraremos en su mensaje de Amor y de consuelo, la Presencia viva de Jesús, el Único que nos salva. Pidamos también a san Juan Diego nos acompañe como hermano nuestro en el camino de la fe y nos ayude a entregarnos al amor de Dios en María de Guadalupe. Pidamos que María nos lleve a reconocernos verdaderamente hijos para que podamos acudir con toda confianza a Ella en todos nuestros porblemas. Que así sea. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...