Alegrémonos porque la Misericordia de Dios es eterna y porque María, nuestra Madre de Guadalupe nos recuerda el amor y la misericordia de Jesús vivo


Alegrémonos porque la Misericordia de Dios es eterna

y porque María, nuestra Madre de Guadalupe nos recuerda el amor y la misericordia de Jesús vivo

Reflexión para la Homilía del 21 de abril de 2019
Domingo de Resurrección
Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34. 37-43 
Salmo: 117
Segunda Lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los colosenses 3, 1-4 

Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9.
Queridos hermanos:
En la Primera Lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, el apóstol Pedro narra lo sucedido con nuestro Señor. Dios ungió a nuesto Señor en el bautismo con el poder del Espíritu Santo, gracias a lo cuál pasó haciendo el bien, sanando a los oprimidos por el demonio, por el pecado, gracias a que Dios estaba con Él. Después nos dice el apóstol que Jesús fue crucificado por nosotros y que después resucitó. Jesús envió a los apóstoles a pedicar esto y nos dice también algo muy significativo: que el testimonio de los profetas es unánime, es decir, es el mismo: que cuántos creen en él reciben, por su medio, el perdón de sus pecados.
Jesús clavó en la cruz nuestros pecados y con esto nos libra de los mismos. Pudiera surgir la pregunta: ¿Cómo entonces es que seguimos pecando y fallándole a nuestro Señor?, si ya murió clavando todos los pecados de la humanidad en la cruz, ¿porqué seguimos pecando? La respuesta es porque la Salvación se realiza en el tiempo en el que nosotros estamos inmersos, para Dios, el tiempo no existe. Nosotros estamos en el proceso de recibir la Redención que nos fue dada de una sola vez y para siempre. María, quien nos fue dada al pie de la Cruz, tiene el papel de que todos sus hijos, comprados por la Sangre de nuestro Señor nos acerquemos a la Salvación que ya nos fue dada de una vez y para siempre. Nosotros vamos caminando inmersos en el tiempo y en la Redención, María quiere ayudarnos a que aprovechemos el Sacrificio que su Hijo hizo por nosotros. Tenemos que tener paciencia con nosotros mismos y acudir a Ella, María es una buena Madre, y sabe cómo guiarnos.
Con la lectura del Salmo 117 podemos alegranos juntos diciendo: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su Misericordia”. Y quiero detenerme en esta breve frase: “eterna es su Misericordia”. El plan de Dios es perfecto, envía a su Hijo para salvarnos y nos deja a María para ayudarnos a aprovechar su plan de salvación. De verdad que es eterna su Misericordia porque esto no sucedió sólo en el pasado, sino que su Salvación sigue sucediendo, y la compañía y guía de María nos las sigue otorgando.
Por lo anterior, en la Segunda Lectura el apóstol san Pablo nos invita a no poner el corazón en las cosas que se acaban, sino a ponerlo en los bienes del Cielo. Siendo que Cristo clavó nuestros pecados junto con Él, nos ha dado así la posibilidad de morir junto con Él en la Cruz, para darnos, al mismo tiempo, la

oportunidad de que cuando Él se manifieste, nos manifestemos también junto con Él en forma gloriosa. ¡De verdad que es eterna su Misericordia!
En la Lectura del Santo Evangelio según san Juan, éste nos comparte lo sucedido durante la Resurrección del Señor previo a que alguien lo viera. Primero vieron los signos de que ya no estaba. San Juan no entra a la tumba primero, aunque fue él quien primero llegó, sin embargo, espera a que Pedro, el apostol cabeza de la Iglesia, fuera el primero en acercarse al misterio de la tumba vacía. Después Juan entra, ve y cree. San Pedro tiene la tarea de confirmanos en la fe, San Juan es confirmado en la fe en la Resurrección del Señor gracias a la actuación de Pedro. Así nosotros, somos confirmados por el Pedro de hoy, quien es el Papa Francisco, Cristo por medio del Papa quiere confirmarnos en la fe en estos tiempos de tanta confusión. Dejémonos educar por Cristo en la persona del sucesor de Pedro así como Juan y los apóstoles lo hiceron en aquél tiempo.
Es hasta cuando los dos apóstoles ven los lienzos en la tumba, que los apóstoles entienden las escrituras sobre la Resurrección del Señor. Al ver los lienzos ahí comprendieron que el cuerpo del Señor no había sido robado, sino que en realidad Jesús había resucitado y los lienzos se quedaron ahí.
Hermanos, en este camino de preparación hacia los 500 años del Acontecimiento Guadalupano y los 2000 años de la Redención del mundo, Monseñor Guerrero, qpd, y quien era experto en el Acontecimeinto Guadalupano, en alguno de sus escritos ha dicho que México es comparable con el pueblo de Israel, el pueblo que Dios guía y saca del desierto y lo libra de la opresión. En Guadalupe, podemos reconocer esta historia de la salvación del pueblo de Israel, Dios nos sacó del problema en tiempos de la colonización, y lo hizo, envíandonos a su Madre, a aquella Madre que nos dejó también al pie de la Cruz. “Madre, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu Madre” y en Guadalupe, María nos confirma su papel: ¿Qué no estoy yo aquí que soy tu Madre?
Santa María de Guadalupe nos muestra al Salvador. Todo aquél que mira al Salvador puede ser sanado, curado, salvado tal como lo dice el testimonio de los profetas. Mirar a Santa María de Guadalupe es mirar a Cristo, pues Ella nos muestra al Salvador, nos trae al Salvador, mirar a Jesús en su vientre, vivo, es como responder al regalo que Jesús nos hace de su Salvación. Ella solo quiere ayudarnos a dirigir la mirada a Aquél que nos amó hasta dar su vida por nosotros.
Que en esta Semana de Pascua que comenzamos hoy, miremos a Cristo en María y Dios nos regale la gracia de alegranos por el Amor tan grande que Dios nos tiene. Dios es siempre bueno, su Amor nunca cambia.
Que nuestro hermano san Juan Diego, nos siga ayudando a abrirnos al camino que Dios nos ha regalado, que nos ayude a dejarnos guiar por santa María de Guadalupe; podemos estar seguros, al ejemplo de san Juan Diego, que entregándonos a María, acogiéndola en nuestra casa y en todo el espacio de nuestra vida interior, nos encontraemos a Cristo, su Hijo, ya que su misión es esta: encontrarnos con el rostro de nuestra Salvación.
Demos gracias a Dios, porque es bueno, porque es eterna su Miserciordia, “diga la casa de Israel: su Misericordia es eterna”
Que así sea 

Mirar a Cristo es fuente de esperanza y María, nuestra Madre de Guadalupe nos invita siempre a mirar Jesús Reflexión para la Homilía del 14 de abril de 2019


Mirar a Cristo es fuente de esperanza

y María, nuestra Madre de Guadalupe nos invita siempre a mirar Jesús

Reflexión para la Homilía del 14 de abril de 2019
Domingo de Ramos
Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 50, 4-7

Salmo: 21
Segunda Lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 2, 6-11 Lectura del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-23, 56.

Queridos hermanos:
En este Domingo de Ramos inciamos la celebración de la Semana Santa en la que todos somos invitados a vivir junto con Jesús lo que hemos escuchado en el Evangelio: su pasión muerte y resurrección.
En la Primera Lectura, el profeta Isaías nos recuerda que la fortaleza del Señor nunca falta cuando estamos en medio de las pruebas, así como nunca falta el consuelo y el consejo que podemos recibir de diversas maneras en medio de las mismas. Esto nos muestra que el Señor nunca nos deja solos y nos muestra sobre todo su gran Amor.
En el Salmo 21 escuchamos acerca de las burlas que recibió nuestro Señor, burlas que sigue recibiendo cuando entre nosotros somos indiferentes, nos burlamos, o nos lastimamamos entre nosotros.
En la Segunda Lectura de san Pablo a los Filipenses, él nos habla de la humillación aceptada por nuestro Señor Jescuristo por Amor a nosotros. Él no hizo alarde de su categoría divina, obedeció al Padre por Amor, y humillándose aceptó la muerte de cruz. Y Dios lo exaltó de manera que ante Él toda rodilla se doble. Estas lecturas nos hablan del Amor.
Toda persona que sabe reconocer la verdad de la propia fragilidad, de las propias caídas, toda persona que acepta humillarse delante del Amor que perdona, dobla la rodilla ante tan grande Amor porque ha sido salvada.
Así que en esta Semana Santa que iniciamos hoy, tratemos de ver a Jesús en la Cruz, no como queriendo provocar en nosotros compasión hacia Él, sino más bien, tratemos de mirar a la Cruz, como María nos enseña, pues Ella, Madre de Jesús y Madre nuestra quiere que aprendamos a vivir el misterio de nuestra Salvación de forma correcta. La forma correcta es pues, mirar a Cristo en la Cruz y abrirnos a la esperanza de la Salvación que nos es dada. Porque Jesús murió para salvarnos, Jesús aceptó la muerte para perdonarnos, Jesús se dejó clavar en la Cruz porque quizo con esto clavar ahí mismo todos y cada uno de nuestros pecados, todos y cada uno de los pecados de toda la humanidad. Mirar a Cristo en la Cruz debe sanarnos, alegrarnos, llenarnos de agradecimiento porque con Él, murieron nuestros pecados.
Grabémonos esto hermanos: ¡Qué gran esperanza debe darnos mirar a Cristo en la Cruz!, ¡qué gran confianza debe nacer en nosotros que, después de escuchar las lecturas en días pasados sobre la mujer

que cometió adulterio y el hijo pródigo, Dios nos enseña más de cómo es Él! Ya dijo el Papa Francisco: ¡Dios no se cansa nunca de perdonar!
Nosotros no tenemos buena imagen de Dios, por eso mismo nos cuesta mucho perdonarnos a nosotros mismos y perdonar también a los demás. Nuestra mala imagen de Dios, quien es puro Amor, está distorisonada y pensamos a menudo que Él es como nosotros y no, ¡Dios no es como sonostros! Dios es siempre Amor, Él nunca cambia y su Amor no depende de nuestro comportamiento que a veces no es como debiera de ser, su Amor no depende de las errores que cometemos, su Amor es siempre El Amor que siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos. Por esta mala imagen que tenemos de Dios, es que nos cuesta tanto trabajo perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. Pero, por el gran Amor de Dios, por su continuo Amor hacia nosotros, nos regaló una ayuda, nos dio a su Madre justo a los pies de la Cruz, y María nos quiere enseñar sobre todo cuánto Dios nos ama. El acto de darnos a su Madre como Madre nuestra es también un acto del Amor Misericordioso de Dios por nosotros.
Santa María de Guadalupe nos muestra en su vientre a Jesús, y todos los milagros que ocurren en la Basílica ocurren porque María trae en su vientre al Salvador. Todo aquél que mira al Salvador puede ser sanado, curado, salvado. De aquí la importancia de mirar a Santa María de Guadalupe, mirarla a Ella es como responder al regalo que Jesús nos hizo de Ella y a al mismo tiempo, Ella nos regresa la mirada a Aquél que nos amó hasta dar su vida por nosotros.
La eficacia de nuestra Madre de Guadalupe radica en que Jesús está en su vientre, todo aquél que la mira en realidad mira a Jesús a quien Ella porta. Por eso suceden tantos milagros en la Basílica.
Que en esta Semana Santa que empezamos hoy, miremos a Cristo en María y Dios nos regale la gracia de ver con mayor profunidad que en la Cruz Jesús se dejó clavar para clavar con Él a nuestros pecados y esto nos muestra la grandeza de su Amor.
Que san Juan Diego, hermano que nos precede en el camino de la fe para los mexicanos, y no sólo para los mexicanos, nos ayude a recibir el Amor de Dios expresado en María para que nazca en nosotros siempre la esperanza, la alegría y la gratitud que nos otorga la Salvación.
Que así sea 

Jesús no vino a condenar, sino a perdonar; Nuestra Madre, María de Guadalupe, nos enseña a vivir el perdón que Jesús nos ofrece

Jesús no vino a condenar, sino a perdonar;
Nuestra Madre, María de Guadalupe,
nos enseña a vivir el perdón que Jesús nos ofrece
Reflexión para la Homilía del 07 de marzo de 2019
V Domingo de Cuaresma
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera Lectura: del libro de Isaías 43, 16-21
Salmo: 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
Segunda Lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 3, 8-14 

Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
Queridos hermanos:
En este quinto domingo de Cuaresma, las lecturas nos dan la oportunidad de reflexionar en la

única doble verdad que existe y que es muy importante conocer primero para poder vivirla. Esta verdad es la verdad de que la única relación que existe entre el hombe y Dios es la relación de un hombre- pecador con su Salvador. Reflexionemos en esta verdad con la ayuda de la lectura del profeta Isaías.
Esta primera lectura nos invita a profundizar en nuestra relación personal con Dios a partir de la verdad, esta profundización se va dando en la medida en la que nos vamos conociendo a nosotros mismos y en la que lo vamos conociendo a Él. Y en este texto de Isaías podemos ver con claridad que lo que Dios hace con el pueblo de Israel es irlo transformando hasta constituirlo en una nación que proclama su gloria por haberlo salvado. Dios guía a su pueblo, lo procura, le da lo necesario en medio de su camino, incluso en medio de su infidelidad y pecado, esta acción de Dios en la purificación de la miseria del pueblo deIsraelesrepresentadametafóricamenteenlalecturaporlasaguasimpetuosas. Diossalealencuentro de su pueblo, lo socorre, abre un camino para él y en él lo acompaña. Vemos también que Dios, con su acción, salva a su pueblo de sus enemigos derrotando a sus adversarios, y con estas acciones Dios establece una realidad diferente en el pueblo de Israel y esta realidad significa su transformación. Y hay un momento en el que Dios le dice a su pueblo, como nos dice ahora a nosotros, que no pensemos en las cosas pasadas, en nuestros pecados y miserias del pasado, pues Dios viene a hacer las cosas nuevas, traza caminos en nuestro desierto para transformarnos, formarnos y poder proclamar así, como lo hizo el pueblo de Israel, la alabanza a Dios por habernos redimido. Esto quiere decir que a causa de nuestras miserias y fragilidades, de nuestros pecados y caídas, Dios nos somete a un tratamiento, el cuál el mismo dirije trazando un camino para establecer en nosotros una nueva actitud en la que reconozcamos su salvación y demos así las gracias a Dios y la gloria que Él se merece. Es esperanzador ver que Dios no nos abandona así como no abandonó al pueblo de Israel, sino que nos sale al enencuentro para transformarnos estableciendo asi un camino para nosotros. El sustantivo “camino” refiere, metafóricamente a los planes de Dios sobre Israel, o sobre nosotros mimos en nuestro caso, y la conducta humana hacia Dios. Los caminos de Dios sobre Israel, sobre nosotros, son siempre distintos y superiores a la expectativa humana. Cuando estamos fuera del camino somos como el pueblo de Israel cuando no estaba en su camino, es decir que somos impíos y cuando estamos dentro del camino reflejamos, como reflejó el pueblo de Israel, a una persona redimida o a un pueblo redimido.
San Pablo en la Segunda Lectura nos invita a permanecer en este camino y a no mirar atrás, es decir, a dejar nuestros pecados y caidas del pasado atrás y a buscar una sola cosa, lanzándonos hacia lo que está por delante, nos invita a correr hacia la meta, correr hacia Jesús, Él siempre es y será nuestra meta, ya que con su muerte nos atrajo hacia Sí, le pertenecemos, nos compró con su Sangre y esta

siempre es y será nuestra meta. Jesús es el centro de nuestra vida, el centro de nuestra historia, el centro de toda la historia la humanidad.
El Evangelio nos centra en esta verdad del gran Amor de Dios en Cristo Jesús por cada uno de nosotros. Jesús no quiere condenar a nadie, pero sí nos invita a no pecar más. Este es el centro de nuestra fe, Dios envía a su Hijo no para condenarnos sino para que, arrepentidos, aprovechemos su perdón y su salvación, y de esta manera recibamos su Misericordia. Dios nos enseña también en el Evangelio de san Juan, cómo somos los hombres que, teniendo pecados, somos capaces de juzgar y condenar a otros. Jesús no conoció pecado y Él, ante la verdad de nuestro mal, de nuestras miserias, de nuestras caídas, no nos condena; sin embargo sí nos invita a no pecar más. Dios nos enseña nuestra verdad, no enseña que todo ser humano, cada uno de nosotros de los que estamos aquí presentes, somos pecadores, y que si por nuestras culpas bien deberíamos ser condenados, pues ninguno de nosotros estamos libres de pecados, Dios nos dice claramente, “no vengo a condenarte”. Esta es una llamada continua a la conversión y esta conversión siempre consiste primeramente en aceptar la verdad sobre nosotros mismos, y esta verdad es que yo, sin la gracia de Dios, soy capaz de cometer cualquier mal, todos los males que veo a mi alrededor, yo soy capaz de cometerlos sin la gracia de Dios, si vivieramos en la verdad, no juzgaríamos ni condenaríamos a nadie. Sin embargo, con el poder de Dios y con Su Amor Misericordioso puedo ser preservado y salvado. Pero lo importante hoy, es hacer un buen exmaen de conciencia para ver la realidad de los pecados en los que sí hemos caídos y, una vez reconociéndolos hay que aceptarlos y aceptarnos a nosotros tal cual somos, dejarnos encontrar con el perdón de Jesús por medio del sacramento de la reconciliacón, entregándole a Él en ese momento nuestra verdad, asi tal cuál es; asi también lo hizo la mujer adultera quien delante de Jesús quedó descubierta. ¡Esta es la clave!, descubrir nuestra verdad ante Jesús presentándonos tal como somos, siempre con la intención de no pecar más, para no lastimar más Aquél que ha entregado su vida para salvarnos.
Ahora veamos cómo por la Misericordia de Dios, María nuestra Madre de Guadalupe nos ayuda a recibir el perdón en el encuentro con Cristo. Recordemos que María es Madre de toda la humanidad, precisamente Ella, a los pies de Jesús en la Cruz, recibió la misión de nuestro Señor de acogernos como hijos. Esto lo vemos en las palabras del testamento de la cruz en la que el Señor le dijo: “Ahí tienes a tu hijo”. Estas mismas palabras María se las dice a san Juan Diego de esta forma: “¿No estoy yo quí que soy tu Madre?” Esto quiere decir que Ella ha cumplido y cumple siempre con el papel que Dios le otorgó, ser la Madre de la humanidad pecadora para llevarnos a la unión con su Hijo, para llevarnos a aprovechar la Redención que Dios nos ha otorgado por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
Hermanos, aprovechemos la gran ayuda que tenemos de manera inmediata y especial los mexicanos de dos cosas, del encuentro con María a través de las palabras del Tepeyac, y del ejemplo del camino de nuestro hermano san Juan Diego. Los invito a que, pasando la Cuaresma, nos propongamos hacer círculos de lectura para leer el Nican Mopohua. Esto puede ayudarnos a ver cómo María hizo con san Juan Diego lo mismo que Dios hizo con el pueblo de Israel, Dios por medio de Ella lo llamó, lo acompañó, lo guió, los trasformó y lo preparó para el encuentro con Cristo y este encuentro se llevó a cabo justamente a partir del conocimiento de su propia verdad. Recuerden que san Juan Diego se entregó totalmente a la voluntad de Dios en manos de María, únicamenente hasta después de haber experimentado y reconocido su desobediencia, su huida del encuentro con María, despues de escoger irse por otro camino en lugar del camino que Dios le había señalado. Fue después de reconocer su propia debilidad y miseria, su propio pecado que, encontrándose con el Amor de Dios a través de María de Guadalupe san Juan Diego se convirtió y fue dócil a la voluntad de Dios y al cumplimiento de su misión. Demos gracias a Dios por su Salvación y por la ayuda que nos otorga para unirnos a Cristo en Santa María de Guadalupe y en el camino de San Juan Diego. Que así sea. 

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...