Jesús no vino a condenar, sino a perdonar; Nuestra Madre, María de Guadalupe, nos enseña a vivir el perdón que Jesús nos ofrece

Jesús no vino a condenar, sino a perdonar;
Nuestra Madre, María de Guadalupe,
nos enseña a vivir el perdón que Jesús nos ofrece
Reflexión para la Homilía del 07 de marzo de 2019
V Domingo de Cuaresma
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera Lectura: del libro de Isaías 43, 16-21
Salmo: 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
Segunda Lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 3, 8-14 

Lectura del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
Queridos hermanos:
En este quinto domingo de Cuaresma, las lecturas nos dan la oportunidad de reflexionar en la

única doble verdad que existe y que es muy importante conocer primero para poder vivirla. Esta verdad es la verdad de que la única relación que existe entre el hombe y Dios es la relación de un hombre- pecador con su Salvador. Reflexionemos en esta verdad con la ayuda de la lectura del profeta Isaías.
Esta primera lectura nos invita a profundizar en nuestra relación personal con Dios a partir de la verdad, esta profundización se va dando en la medida en la que nos vamos conociendo a nosotros mismos y en la que lo vamos conociendo a Él. Y en este texto de Isaías podemos ver con claridad que lo que Dios hace con el pueblo de Israel es irlo transformando hasta constituirlo en una nación que proclama su gloria por haberlo salvado. Dios guía a su pueblo, lo procura, le da lo necesario en medio de su camino, incluso en medio de su infidelidad y pecado, esta acción de Dios en la purificación de la miseria del pueblo deIsraelesrepresentadametafóricamenteenlalecturaporlasaguasimpetuosas. Diossalealencuentro de su pueblo, lo socorre, abre un camino para él y en él lo acompaña. Vemos también que Dios, con su acción, salva a su pueblo de sus enemigos derrotando a sus adversarios, y con estas acciones Dios establece una realidad diferente en el pueblo de Israel y esta realidad significa su transformación. Y hay un momento en el que Dios le dice a su pueblo, como nos dice ahora a nosotros, que no pensemos en las cosas pasadas, en nuestros pecados y miserias del pasado, pues Dios viene a hacer las cosas nuevas, traza caminos en nuestro desierto para transformarnos, formarnos y poder proclamar así, como lo hizo el pueblo de Israel, la alabanza a Dios por habernos redimido. Esto quiere decir que a causa de nuestras miserias y fragilidades, de nuestros pecados y caídas, Dios nos somete a un tratamiento, el cuál el mismo dirije trazando un camino para establecer en nosotros una nueva actitud en la que reconozcamos su salvación y demos así las gracias a Dios y la gloria que Él se merece. Es esperanzador ver que Dios no nos abandona así como no abandonó al pueblo de Israel, sino que nos sale al enencuentro para transformarnos estableciendo asi un camino para nosotros. El sustantivo “camino” refiere, metafóricamente a los planes de Dios sobre Israel, o sobre nosotros mimos en nuestro caso, y la conducta humana hacia Dios. Los caminos de Dios sobre Israel, sobre nosotros, son siempre distintos y superiores a la expectativa humana. Cuando estamos fuera del camino somos como el pueblo de Israel cuando no estaba en su camino, es decir que somos impíos y cuando estamos dentro del camino reflejamos, como reflejó el pueblo de Israel, a una persona redimida o a un pueblo redimido.
San Pablo en la Segunda Lectura nos invita a permanecer en este camino y a no mirar atrás, es decir, a dejar nuestros pecados y caidas del pasado atrás y a buscar una sola cosa, lanzándonos hacia lo que está por delante, nos invita a correr hacia la meta, correr hacia Jesús, Él siempre es y será nuestra meta, ya que con su muerte nos atrajo hacia Sí, le pertenecemos, nos compró con su Sangre y esta

siempre es y será nuestra meta. Jesús es el centro de nuestra vida, el centro de nuestra historia, el centro de toda la historia la humanidad.
El Evangelio nos centra en esta verdad del gran Amor de Dios en Cristo Jesús por cada uno de nosotros. Jesús no quiere condenar a nadie, pero sí nos invita a no pecar más. Este es el centro de nuestra fe, Dios envía a su Hijo no para condenarnos sino para que, arrepentidos, aprovechemos su perdón y su salvación, y de esta manera recibamos su Misericordia. Dios nos enseña también en el Evangelio de san Juan, cómo somos los hombres que, teniendo pecados, somos capaces de juzgar y condenar a otros. Jesús no conoció pecado y Él, ante la verdad de nuestro mal, de nuestras miserias, de nuestras caídas, no nos condena; sin embargo sí nos invita a no pecar más. Dios nos enseña nuestra verdad, no enseña que todo ser humano, cada uno de nosotros de los que estamos aquí presentes, somos pecadores, y que si por nuestras culpas bien deberíamos ser condenados, pues ninguno de nosotros estamos libres de pecados, Dios nos dice claramente, “no vengo a condenarte”. Esta es una llamada continua a la conversión y esta conversión siempre consiste primeramente en aceptar la verdad sobre nosotros mismos, y esta verdad es que yo, sin la gracia de Dios, soy capaz de cometer cualquier mal, todos los males que veo a mi alrededor, yo soy capaz de cometerlos sin la gracia de Dios, si vivieramos en la verdad, no juzgaríamos ni condenaríamos a nadie. Sin embargo, con el poder de Dios y con Su Amor Misericordioso puedo ser preservado y salvado. Pero lo importante hoy, es hacer un buen exmaen de conciencia para ver la realidad de los pecados en los que sí hemos caídos y, una vez reconociéndolos hay que aceptarlos y aceptarnos a nosotros tal cual somos, dejarnos encontrar con el perdón de Jesús por medio del sacramento de la reconciliacón, entregándole a Él en ese momento nuestra verdad, asi tal cuál es; asi también lo hizo la mujer adultera quien delante de Jesús quedó descubierta. ¡Esta es la clave!, descubrir nuestra verdad ante Jesús presentándonos tal como somos, siempre con la intención de no pecar más, para no lastimar más Aquél que ha entregado su vida para salvarnos.
Ahora veamos cómo por la Misericordia de Dios, María nuestra Madre de Guadalupe nos ayuda a recibir el perdón en el encuentro con Cristo. Recordemos que María es Madre de toda la humanidad, precisamente Ella, a los pies de Jesús en la Cruz, recibió la misión de nuestro Señor de acogernos como hijos. Esto lo vemos en las palabras del testamento de la cruz en la que el Señor le dijo: “Ahí tienes a tu hijo”. Estas mismas palabras María se las dice a san Juan Diego de esta forma: “¿No estoy yo quí que soy tu Madre?” Esto quiere decir que Ella ha cumplido y cumple siempre con el papel que Dios le otorgó, ser la Madre de la humanidad pecadora para llevarnos a la unión con su Hijo, para llevarnos a aprovechar la Redención que Dios nos ha otorgado por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
Hermanos, aprovechemos la gran ayuda que tenemos de manera inmediata y especial los mexicanos de dos cosas, del encuentro con María a través de las palabras del Tepeyac, y del ejemplo del camino de nuestro hermano san Juan Diego. Los invito a que, pasando la Cuaresma, nos propongamos hacer círculos de lectura para leer el Nican Mopohua. Esto puede ayudarnos a ver cómo María hizo con san Juan Diego lo mismo que Dios hizo con el pueblo de Israel, Dios por medio de Ella lo llamó, lo acompañó, lo guió, los trasformó y lo preparó para el encuentro con Cristo y este encuentro se llevó a cabo justamente a partir del conocimiento de su propia verdad. Recuerden que san Juan Diego se entregó totalmente a la voluntad de Dios en manos de María, únicamenente hasta después de haber experimentado y reconocido su desobediencia, su huida del encuentro con María, despues de escoger irse por otro camino en lugar del camino que Dios le había señalado. Fue después de reconocer su propia debilidad y miseria, su propio pecado que, encontrándose con el Amor de Dios a través de María de Guadalupe san Juan Diego se convirtió y fue dócil a la voluntad de Dios y al cumplimiento de su misión. Demos gracias a Dios por su Salvación y por la ayuda que nos otorga para unirnos a Cristo en Santa María de Guadalupe y en el camino de San Juan Diego. Que así sea. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...