Santa María de Guadalupe, con su amor, nos conduce al arrepentimiento y a la conversión Reflexión para la Homilía del 23 de marzo de 2019

Santa María de Guadalupe, con su amor, nos conduce al arrepentimiento y a la conversión
Reflexión para la Homilía del 23 de marzo de 2019
Tiempo de Cuaresma

Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: del libro del Exodo 3, 1-8. 13-15
Salmo: 102
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 10, 1-6. 10-12 Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9


Queridos hermanos:
En la Primera Lectura nos encontramos con el amor solícito y misericordioso de nuestro Padre

del Cielo. Este relato del libro del Exodo nos invita a reflexionar en la forma de ser de nuestro Padre Dios. Dios es un Padre quien conoce todos y cada uno de nuestros sufrimientos, no importa la causa de los mismos, si son o no causados por nuestra propia fragilidad, por nuestra propia miseria, por nuestra falta de todo... Dios conoce bien nuestros sufrimientos, pero no sólo los conoce, sino como le dijo a Moisés, Él ha descendido para liberarnos de la opresión, ya sea de la opresión de otros, pero sobre todo y principalmente de la opresión de nuestros propios pecados, de nuestras propias fragilidades y miserias. ¡Qué alegría y qué esperanza confirmar esto mismo de manera personal en cada uno de nosotros!, ¡qué alegría y qué esperanza constatar esto también en nuestra nación mexicana! Dios, por su gran amor envía a su Hijo, quien también nos ama y entrega su vida por nosotros para que todas nuestras miserias, equivocaciones, errroes, fragilidades, pecados sean redimidos. Dios desciende en la persona de Jesucristo para liberarnos de nuestros propios esquemas torcidos, de nuestra manera propia de ver el mundo, de nuestra propia manera de ver a los demás, de nuestra propia manera de ver las circunstancias. Él hace todo nuevo. Lo anterior lo podemos reconcoer también en el Acontecimiento Guadalupano. Dios, al ver la opresión del pueblo indígena, al ver su pensamiento confundido con la idolatría, al ver también la imagen distorsionada que tenían los españoles sobre cómo Dios supuestamente veía a los indígenas al grado de creer que tenían que imponerles la religión y que Dios los apoyaba, desciende. Desciende por medio de María Santísima de Guadalupe, por medio del Espíritu Santo y en su vientre para hacer las cosas nuevas. María nos dice que es la Madre del verdadero Dios por quien se vive, María nos dice que es la Madre del “Yo-soy”, el nombre de Dios tal cuál como se lo reveló en la zarza ardiente a Moisés. Este “Yo-soy” es nuestro Padre, este “Yo-soy” es nuestro salvador Jesucristo, este “Yo-soy” es el Espíritu Santo quien nos hes dado y nos acompaña siempre en nuestra vida. María de Guadalupe es portadora de este Dios Uno y Trino en su vientre. Ella, con su “sí”, es colaboradora del plan de Dios para guiarnos a Él.
El Salmo 102 podemos cantarlo con júbilo desde lo más profundo de nuestra identidad mexicana, porque el Señor, en el vientre de nuestra Madre Santísima de Guadalupe vino de una manera extraorninaria y única, hace casi 500 años, a dar la razón a los oprimidos, a mostrarnos, como le mostró a Moisés, su bondad y sus prodigios también al pueblo de México, de la misma forma como lo hizo con el pueblo de Israel.
En la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios podemos ver que todo lo acontecido hace casi 500 años es como un ejemplo para nosotros qiuenes vivimos en los últimos tiempos. Y es muy importante subrayar la frase siguiente de la Palabra de Dios: “el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer”. ¿Por qué?, porque Dios nos llama a la conversión siempre. Nunca debemos pensar que nuestra conversión ya está concluída. Mientras vivimos en este mundo siempre estamos necesitados de cada vez

más profunda conversión, en otras palabras, no es conveniente creer que estamos firmes y que no podríamos en cualquier momento caer.
Por esto, en la Lectura del Santo Evangelio, el evangelista San Lucas esclarece que si alguien sufre, si a alguien le va mal, si alguien muere en algún accidente o desastre natural, etc. y nosotros no, no es que nosotros seamos mejores o que ellos sean más pecadores. Y Jesús, nuestro Señor nos dice que si no nos arrepentimos pereceremos... Es importante también subrayar en esta palabra de Dios la palabra “arrepentimiento”. Dios quiere que no vivamos con la ilusión de que estamos ya convertidos totalmente y nos invita a arrepentirnos, por lo tanto, si nos creemos buenos, o ya convertidos, ¿de dóndo nos vendrá el arrepentimiento? Es importante entonces hacer diaro, antes de dormir, un examen de conciencia. El Espíritu Santo quien nos santifica iluminará nuestro corazón para reconocer la verdad de nuestra naturaleza, de nuestras miserias, de nuestros pecados, y si quiere, podrá darnos la gracia del arrepentimiento. Asi mismo, si vemos algún mal, dolor o sufrimiento en uno de nuestros hermanos, ojalá y pidamos la gracia de mirarnos a nosotros mismos y encontrar nuestra propia culpa para arrepentirnos de cualquier mal que vemos en el mundo y pedir perdón a Dios como si éste “fuera” porque es, un mal nuestro, puesto que, siendo todos miembros del mismo Cuerpo de Cristo, de la Iglesia, compartimos ciertamente los bienes y se vuelven bienes de todos, pero asimismo compartimos también los males y se vuelven nuestros. De esta manera nos solidarisamos con todos y nos volvemos uno en Cristo.
En la parábola que nos presenta san Lucas sobre la higuera que no da frutos, podemos ver claramente cómo Dios nos da la oportunidad de dar frutos, aún cuando Dios no encuentra los frutos que debiéramos dar, nos da la oportunidad; el viñador intercede por nodotros ante el dueño de la higuera, Jesús intercede por nosotros con su propio Sacrificio y le pide a Dios padre esperar. Estos frutos podrán darse si primeramente reconocemos la verdad de que probablemnte no estamos arrepentidos lo suficiente. Estos frutos que Dios espera son frutos de una verdadera y profunda converisón. Jesús nos acompaña en nuestra vida y nos lleva hacia la verdad de nosotros mismos, nos lleva hacia Él para que nos conozcamos a nosotros, pero también para que lo conozcamos a Él mismo, de tal manera que, encontrándonos con Dios en la nuestra verdad y en la verdad de Él, con toda certeza nos daremos cuenta de que para yo ser salvado de mi propio pecado, ya sea en acto o en potencia, no había otra solución que el Sacrificio del Hijo de Dios por mí, en otras palabras, el tamaño del Sacrificio del Hijo de Dios, es proporcional a mi pecado y a mi necesidad de conversión.
María Santísima de Guadalupoe tiene la misión de seguir mostrándonos al Salvador, de conducirnos a Él, Quien es el único que salva. Dios por medio de María Santísima de Guadalupe quien nos muestra al Hijo y nos conduce a Él, quiere ayudarnos a vivir en la verdad, quiere liberarnos de nuestras propias opresiones causadas principalemnte por nosotros mismos, quiere que nos encontremos con Jesús, quiere ayudarnos a dejarnos convertir por el Amor y la Misericordia misma.
San Juan Diego vivió este camino, él mismo supo en carne propia lo que es la desobediencia a María, y él se sintió muy mal cuando se vio en la verdad de su propia miseria cuando María le salió al encuentro justo en el momento en el que él huía.
Sin embargo, en este momento, María no lo regañó, no le reprochó cosa alguna, no se enojó, y Juan Diego se sintió mal ante las palabras llenas de amor y de consuelo sólo por el reclamo de su propia conciencia. Al recibir en estas condiciones la Palabras del Amor maternal de Dios a través de María se convirtió más profundamente. Ojalá acudamos cada vez más a Juan Diego, hermano que nos precede en la fe y en este camino que lo condujo a la unión plena con Cristo. Demos gracias a Dios por el don de María de Guadalupe, quien quiere acompañarnos en nuestra formación como lo hizo con san Juan Diego para alcanzar la unión con Cristo que tanto necesitamos y a la que estamos llamados. Pidámosle nos ayude a vivir en la verdad y a arrepentirnos, para poder así aprovechar la Redención de nuestro Salvador. Que así sea. 

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