Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía
Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019
Tiempo de Pascua
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera Lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29
Salmo 66
Segunda Lectura: Libro del Apocalipsis del apóstol San Juan 21, 10-14. 22-23
Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 23-29

Queridos Hermanos,

En la  primera lectura podemos encontrar dos de las verdades de nuestra naturaleza humana: 1) los altercados que vivimos entre diferentes formas de pensar incluso en torno a las enseñanzas de la iglesia, 2) el cómo a veces el hombre se toma atribuciones que no le corresponden y enseña cosas falsas o muy alejadas de la enseñanza de Jesús. Esta primera lectura plantea la cuestión de si las reglas salvan o no. Y, ¿cuál es la respuesta de parte de Dios y que  encontramos en su Palabra? Vemos que el pueblo, ante la duda de si se salvarían o no, dependiendo de si estaban o no circuncidados, acuden a las autoridades máximas para resolver el conflicto, y la respuesta de Dios a través de sus representantes en la tierra en ese momento es una respuesta de amor: “hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias”. Vamos a centrarnos en esto último: Dios no quiere imponernos más cargas que las necesarias y con esta respuesta de parte del Amor de Dios, nos dice que las reglas no nos salvarán, sino que siempre lo único que nos salva es Su Amor Misericordioso hecho carne por nosotros, es decir, es la persona misma de Cristo quien nos salva; las reglas nunca salvan.

Por medio de la Segunda Lectura del Apocalipsis de San Juan, los invito a dejarnos contagiar  por esta visión que tuvo el apóstol. Después de describir cómo vió a la ciudad santa que bajó del cielo,  centrémonos en el último párrafo de la lectura que  dice que en esta ciudad no vió ningún templo, porque el templo es Dios, el templo es Cristo. También nos dice que la ciudad no necesitaba luz, ni del sol, ni de la luna porque la gloria de Dios la ilumina y Cristo es la lumbrera. Que hermoso tuvo que haber sido para San Juan tener esta visión. Y qué Amor de Dios que quiere que a través del apóstol nosotros también la conozcamos. Este hecho de las lecturas, de la Palabra de Dios, es un acto mismo del Amor de Dios por nosotros quien quiere que lo conozcamos. Cristo es la luz, con la luz de Cristo no necesitamos nada más, Cristo mismo es el Templo, a Cristo mismo lo encontramos ciertamente en el templo, en el sagrario, pero también lo encontramos en cada ser humano, especialmente en los bautizados, y si Cristo mismo es el templo, cada uno de nosotros somos templos también porque Cristo habita en cada uno de nosotros.

En la lectura del Santo Evangelio, Jesús nos explica cuál es el fundamento del cumplimiento de su Palabra, y el fundamento es indiscutiblemente siempre el amor. “El que me ama”, nos dice primero, “cumplirá mi palabra”, en cambio, continúa,”el que no me ama no cumplirá mis palabras”. Pero, ¿quien de nosotros puede decir que ama a Cristo? Si cumpliéramos siempre sin fallar su voluntad, sus palabras, podríamos decir que amamos a Cristo, pero la verdad de cada uno de nosotros es que lo que más podemos encontrar en nuestro corazón es que quisiéramos poder amar a Cristo. Nuestros mismos actos nos dan la respuesta. No siempre cumplimos las palabras del Señor y por tanto, según su enseñanza, esto quiere decir que si no cumplimos sus palabras es que no lo amamos. Es necesario partir de esta verdad, no somos capaces de amar a Cristo como deberíamos, la verdad es que somos muy débiles. Tal vez quisiéramos poder hacerlo y eso ya es un buen comienzo. Sin embargo, debemos aceptar nuestra frágil condición. No somos capaces de amarlo. Sin embargo, en la misma lectura del Evangelio, nuestro Señor nos da una gran esperanza cuando les dice a los apóstoles y, en ellos a nosotros también nos dice: “el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”. Después les dijo: “La paz les dejo, mi paz les doy”.  Esta paz nace en nuestro corazón después de comprender que amar a Cristo es posible gracias al Espíritu de Dios que nos es dado, la paz surge también después de aceptar nuestra propia verdad, fragilidad, debilidad y miseria que nos impide amar a Cristo como se debería. Pero es justamente a partir del reconocimiento de nuestra propia incapacidad que se hace un espacio en nuestro corazón para que sea llenado por el Espíritu de Dios mismo. Entonces, con esta Presencia de su mismo Espíritu, sí podremos amarlo como Él nos lo pide. Debemos tener paciencia con nosotros mismos, Dios siempre nos espera, reconocer nuestra verdad con sencillez no es fácil, pero el Espíritu Santo se encargará de convencernos de la verdad nuestra, y de la verdad del Amor de Dios.

Dios Padre, lleno de amor por nosotros, nos da también la ayuda de Santa María de Guadalupe, Ella, María, la Madre de Dios es también la Madre que nos ayuda abrirnos al Espíritu Santo. Así como ayudó a Juan Diego a abrirse a Dios para ser un instrumento dócil en sus manos, lo mismo quiere hacer con cada uno de nosotros, quiere ayudarnos a conocernos y a conocer a Dios para que haya más espacio en nosotros y este espacio sea ocupado por el Espíritu de Dios y seamos instrumentos de amor en sus manos para los demás.

Dios Padre no quiere darnos más cargas que las necesarias, quiere hacer nuestra carga más ligera, Dios nos ayuda entregándonos a María y nos da su Amor maternal a través de las palabras de nuestra Madre: «Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?que nada te preocupe, que tu rostro no se altere, no tengas angustias, pues “¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?”. Dios con este acto de su amor quiere  decirnos que no nos preocupemos, que tenemos a María continuamente con nosotros para llevarnos al encuentro con su Hijo, quien es el único capaz de salvarnos.

Pidamos también a San Juan Diego nos enseñe a ser dóciles a Maria para que Ella nos transforme, nos forme y nos capacite para poder amar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos como Dios nos lo pide.


Que así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...