Aprender de la humildad del Hijo de Dios, de María y de San Juan Diego

Aprender de la humildad del Hijo de Dios, de María y de San Juan Diego

Reflexión para la Homilía del 25 de marzo de 2018,
Domingo de Ramos

Tras las huellas de San Juan Diego

Libro de Isaías 50,4-7.
Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24. 

Carta de San Pablo a los Filipenses 2,6-11. 
Evangelio según San Marcos 14,1-72.15,1-47.

Queridos hermanos:
De la Primera Lectura del Libro de Isaías podemos sacar la siguiente reflexión: Para poder ser verdaderos discípulos de Jesús y para poder confortar a nuestros hermanos es necesario vivir en la verdad, es necesario ser humildes, para ser humildes necesitamos pasar por varias pruebas. Dios nos lleva a vivir aquello que cree y ve necesario para ayudarnos a ser humildes. Y, ¿cómo seremos humildes sin pasar por humillaciones? La verdadera humildad requiere vivir en la verdad y, para llegar a vivir en la verdad de que nosotros nada podemos sin Dios, es necesario comprobar esto. Y, precisamente Dios nos ayuda con los problemas de la vida para que poco a poco conozcamos nuestra verdad, nuestra debilidad. Sólo viviendo en la verdad podemos darnos cuenta de que nosotros sin Dios nada podemos hacer y entonces recurriremos a Él y seremos verdaderos discípulos abiertos a escuchar y a recibir todo de Dios, sólo así podremos consolar con el amor de Dios a nuestros hermanos.
El Salmo de hoy nos refuerza esta idea y nos dice que, en medio de las situaciones difíciles, de los problemas de la vida y de las humillaciones que a veces pasamos, El Señor es nuestra fuerza. En el Salmo aclamamos al Señor y le pedimos que venga pronto a socorrernos. Por medio de las humillaciones, los problemas de la vida, de las tentaciones, nos damos cuenta que somos muy débiles, pero en la debilidad, Dios es nuestra fuerza. Es necesario darnos cuenta de nuestra debilidad para abrirnos a Dios y que Él sea nuestra fuerza.
En la carta de San Pablo en la segunda lectura aprendemos también la importancia de la humildad. Jesús mismo nos dio el ejemplo: Él siendo de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios y, haciéndose semejante a nosotros los hombres, tomó la condición de siervo y obedeció hasta la muerte, y se humilló hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en los abismos y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
El Señor nos enseña el camino de la humildad, siendo Él el primero en vivirla.
En el Evangelio de hoy escuchamos la historia de la pasión de nuestro Señor. Nuestro Señor nos enseña también con su Pasión qué tan importante es la humildad. Él, siendo el Hijo de Dios, obedece al Padre por Amor, pero este Amor es pleno. Jesús es la pura Verdad, el camino y la vida. Jesús mismo vivía en la verdad pues Él dijo que Él las cosas no las hacía por Él mismo sino por Su Padre. Si Jesús, el Hijo de Dios dijo esto, ¿acaso nosotros podemos decir

que podemos hacer algo separados de Dios? SI Jesús nuestro Señor siendo Hijo de Dios dijo que Él podía hacer las cosas sólo por su relación con el Padre, debemos darnos cuenta a qué grado Dios espera que nosotros lleguemos algún día a ser conscientes de que NADA podemos hacer sin Él.
En el relato de la última cena del Señor leímos que cuando Jesús dijo que alguien lo iba a traicionar, todos uno a uno, le preguntaron al Señor: “Acaso seré yo”. Podemos ver en este ejemplo que los discípulos del Señor vivían ya bastante cerca de la verdad, de su debilidad, y pues, si Jesús dice que alguien lo traicionará y ellos le preguntan; “¿seré yo?” podemos pensar que por lo menos dudaban un poco de sí mismos. Y es esta actitud precisamente a la que Dios quiere llevarnos. Nunca debemos caer en la ilusión de que nosotros por nosotros mismos nunca traicionaríamos al Señor. Veamos qué le sucedió a San Pedro, él, por estar seguro de seguir a Jesús hasta la cárcel, hasta la muerte, niega a Jesús tres veces.
Hermanos, aprendamos lo que el Señor nos quiere decir hoy: Es importante la humildad, la vida en la verdad. La verdad es que no debemos confiar en nosotros mismos, debemos confiar sólo en Dios. Si nosotros confiamos en que nosotros podremos hacer lo que Dios nos pide por nuestras propias fuerzas, seguramente nos podría pasar como a san Pedro, que negó a Jesús. Debemos saber que todos somos capaces de traicionar a Jesús. Si nosotros reconocemos esta verdad, estaremos más abiertos a pedirle TODO al Señor. Desde la conciencia de nuestra debilidad aclamaremos la ayuda del Señor y El acudirá a nosotros y El mismo será nuestra fuerza. Este es el camino, Jesús mismo nos da el ejemplo.
Miremos nuevamente a San Juan Diego. Él mismo tuvo que pasar también pruebas y humillaciones, Dios por medio de María lo llevó por diferentes pruebas hasta lograr la actitud adecuada. Esta actitud la adquirió al ver su verdad, al ver que él no podía lograr convencer al obispo que se construyera la basílica de Guadalupe, al reconocer que quiso irse por otro lado y no encontrarse con María; y al reconocer esta verdad y encontrarse con María, vio que nada podía, vio que lo único que podía hacer él era huir y escoger otro camino. Y es entonces en este momento cuando mirado por el amor maternal de Dios por medio de María es verdaderamente humilde, ya reconoce que él no puede y que necesita todo de Dios. Este es el camino hermanos. Dios quiere llevarnos a vivir en la verdad de nuestra debilidad para que así nos abramos a pedirle TODO a Dios. En nuestra debilidad Él es nuestra fuerza.
También podemos observar esta humildad en María. María es una mujer muy fuerte, sin duda, pero es fuerte porque reconoce desde siempre su nada, su condición de sierva, de esclava. Y es por esta actitud que se muestra la tan grande fuerza de Dios en Ella.
Hermanos, aprendamos de Jesús nuestro Señor el camino de la humildad, veamos el ejemplo de San Juan Diego y sigamos sus huellas, aprovechemos la Presencia y la ayuda de Santa María de Guadalupe Madre de Dios y Madre nuestra para llevarnos por el camino del reconocimiento de nuestra debilidad y así, en nuestra debilidad, como dijo San Pablo, Dios sea siempre nuestra fuerza.
Que así sea. 

Del directorio homilético

Domingo de Ramos y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
CEC 557-560: la entrada de Jesús en Jerusalén
CEC 602-618: la Pasión de Cristo
CEC 2816: el señorío de Cristo proviene de su Muerte y Resurrección 

CEC 654, 1067-1068, 1085, 1362: el Misterio Pascual y la Liturgia 
¿No soy yo la fuente de tu alegría?
Reflexión para la Homilía del 18 de marzo de 2018,
Domingo de la quinta semana de Cuaresma
Tras las huellas de San Juan Diego

Libro de Jeremías 31,31-34.
 Salmo 51(50),3-4.12-13.14-15. 
Carta a los Hebreos 5,7-9. 
Evangelio según San Juan 12,20-33.

En la Primera Lectura de este quinto domingo de Cuaresma el profeta Jeremías narra la Alianza que el Señor establece con la casa de Israel y la casa de Judea. Esta Alianza, dice, no será como la que hizo con sus padres cuando los tomó de la mano y los sacó de Egipto, sino que esta nueva Alianza será escrita en los corazones de cada uno. También aclara que todos conocerán al Señor, pero que este conocimiento será más bien por el perdón que el Señor otorga a la iniquidad y al pecado de su pueblo. Vale la pena que nos preguntemos qué nos dice ahora el Señor. El Santo Padre el Papa Francisco nos regaló el Año de la Misericordia no hace mucho. En la Iglesia vivimos juntos la gran Misericordia del Señor. Vale la pena ponernos en el lugar de los pueblos de Israel y de Judea, vale la pena darnos cuenta de que estamos conociendo al Señor precisamente por su gran Misericordia y porque ama perdonarnos y porque se olvida de nuestros pecados. Él quiere olvidarse de nuestros pecados, pero es necesario confesarlos, aceptarlos, ponérselos en sus manos para que sean olvidados, para sanarnos.
En el Salmo de hoy, vemos la actitud de una persona consciente de su verdad y que aprovecha la Misericordia del Señor, esta actitud debemos tenerla también nosotros, y vemos en el Salmo cómo se debe pedir piedad al Señor, por su bondad debemos pedirle misericordia, pedirle que borre nuestras faltas, que nos lave totalmente y que nos purifique de nuestros pecados y fragilidades. Es en el Sacramento de la Reconciliación con Dios por medio de la confesión que podemos vivir esto de manera más plena. Imploramos a Dios también por medio de este Salmo que nos devuelva la alegría de la Salvación, esta alegría nos la otorga el sabernos perdonados, no importa que tan grande sea nuestra maldad, nuestra caída, si nos confesamos, Dios nos devuelve la alegría de la Salvación, porque nos perdona todo y en lugar de alejarnos de Su Presencia, nos acerca a Él con su amor y con su perdón.
En la Carta a los Hebreos Jesús nos da el ejemplo de la súplica y la plegaria, Él mismo vivió lo que nosotros muchas veces vivimos con lágrimas y con dolor, nuestros problemas y nuestros sufrimientos nos llevan a suplicarle a Dios por su ayuda, por su salvación, por la sanación de nuestras enfermedades ya sean de cuerpo o del espíritu. De esta manera, el Señor nos dice que nos estamos solos, que Él sabe lo que es el sufrimiento y lo vivió para que sepamos que Él lo conoce bien y en medio de nuestros sufrimientos Él nos acompaña.
En la Lectura del Santo Evangelio San Juan nos habla del grano de trigo. Jesús dice que si este grano de trigo no cae y muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto. El grano de trigo tiene que caer y morir para dar fruto y, Jesús nuestro Señor fue el primero en vivir esto, cayó tres veces con la Cruz y murió y dio mucho fruto, nos dio la salvación a toda la humanidad. Él ya vivió lo que nosotros tenemos que vivir. Claro, Él vivió esto por puro Amor, nosotros

tenemos que vivirlo para purificarnos de nuestros pecados, fragilidades y miserias. ¿Cómo caemos y morimos? Es fácil ver cuándo caemos, en medio de nuestras fragilidades lo comprobamos, en medio de nuestros pecados, cuando lastimamos a alguien, cuando no ponemos a Dios por encima de todas las cosas, cuando nos ponemos nosotros como el centro de todas nuestras acciones, cuando mentimos, cuando no ayudamos a alguien, cuando nos desesperamos con las fragilidades de los demás, cuando no tenemos misericordia... estas son nuestras caídas y verlas, aceptarlas, llevárselas a Jesús en el confesionario es precisamente morir a nuestro orgullo, a nuestras falsas ilusiones sobre nosotros mismos, en otras palabras confesar nuestros pecados ante el Sacerdote, nos ayuda a ser humildes, y esto es morir a nosotros mismos, y esto hermanos, da muchos frutos.
Podemos ver que esto mismo lo vivió san Juan Diego, él tuvo que ser purificado, él vivió humillaciones, maltratos, pero también vivió en cierto grado la rebeldía y esto lo vemos cuando él no quiso encontrarse con María, cuando él teniendo cita con Ella para recibir la señal para el Obispo, decide no encontrarse con Ella, tal vez pensó posponerlo, no sabemos, pero decidió irse por otro camino para no encontrársela. San Juan Diego ya sabía que era la Madre de Dios y no fue a pedirle ayuda con la enfermedad de su tío, quiso resolver su problema por él mismo, quiso pasarle de lado... Pero, cuando María le salió al encuentro Ella no le reprochó nada, San Juan Diego era consciente de que él estaba huyendo de María y, ante la mirada de Amor de Ella y el mensaje de Amor que recibió, san Juan Diego fue purificado de su imagen de él mismo ante él, se vio en la verdad, reconoció que estaba huyendo de María y del plan de Dios, huyendo de lo que Dios quería de él.
Así mismo nos pasa a nosotros, muchas veces dejamos para después, por ejemplo, el acudir a los Sacramentos, pensamos que nos quitará tiempo para otras cosas “más importantes” y haciendo esto no hacemos lo que Dios espera de nosotros. Pero, debemos estar contentos de que, así como María le salió al encuentro a San Juan Diego justo cuando estaba huyendo, Ella nos sale y nos saldrá siempre al encuentro para regresarnos al camino, para que vayamos caminando hacia su Hijo, para que vivamos el Evangelio, para que vivamos de las enseñanzas de su Hijo. Ella nos acompaña en el camino de nuestras purificaciones, en el camino que nos lleva a la humildad.
Esta es la misión de María, salirnos al encuentro como la Madre que se preocupa de todos y cada uno de sus hijos, salirnos al encuentro para que nos encontremos con su Hijo, para que aceptemos nuestra verdad, nuestra fragilidad, confesemos nuestras culpas, recibamos el Perdón y el Amor de Cristo, para que vivamos de la Misericordia.
Finalmente recordemos también que María le dijo a San Juan Diego lo siguiente: “¿qué no soy yo la fuente de tu alegría?, ¿tienes necesidad de alguna otra cosa? María nos quiere llevar a Jesús, Jesús es nuestra Salvación y en el Salmo leímos la plegaria: “Devuélvenos la alegría de la Salvación”. Si nos entregamos a María al ejemplo de San Juan Diego, reconociendo la verdad de nosotros y al mismo tiempo la verdad del Amor maternal de Dios expresado por María, Ella nos conducirá sin duda por el camino de la Fe verdadera, nos conducirá a Jesús, aprovecharemos la Salvación y viviremos la alegría de ser salvados.
Pidamos también a San Juan Diego nos ayude a caminar tras sus huellas. 
Que así sea. 


Quinto domingo de Cuaresma
CEC 606-607: la vida de Cristo se ofrece al Padre
CEC 542, 607: el deseo de Cristo de dar su vida para nuestra salvación 

CEC 690, 729: el Espíritu glorifica al Hijo, el Hijo glorifica al Padre 
CEC 662, 2853: la Ascensión de Cristo a la gloria es nuestra victoria 
CEC 56-64, 220, 715, 762, 1965: historia de las alianzas 

Cómo aprovechar la Redención al ejemplo de San Juan Diego

Cómo aprovechar la Redención al ejemplo de San Juan Diego
Reflexión para la Homilía del 11 de marzo de 2018,

Domingo de la cuarta semana de Cuaresma
Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano


Segundo Libro de Crónicas 36,14-16.19-23. 
Salmo 137(136),1-2.3.4-5.6.
Carta de San Pablo a los Efesios 2,4-10. 
Evangelio según San Juan 3,14-21.

La primera lectura del Segundo Libro de las Crónicas nos relata que nuestros hermanos del pasado vivieron situaciones similares a las que también vivimos hoy nosotros. Nos relata las infidelidades de jefes de estado, de sacerdotes y del pueblo. Habla de la multiplicación de las infidelidades en imitación de los paganos y vemos claramente cómo la historia se repite. Dios envía a mensajeros, quienes eran los profetas, para darles mensajes, para enseñarles el camino, para ayudarlos a escoger el bien, pero igualito les pasaba a ellos antes, como nos pasa ahora a nosotros que, a veces incluso escuchando la Palabra de Dios, por nuestra debilidad, caemos y nos alejamos una y otra vez. En aquella época los mensajeros de Dios fueron despreciados, se burlaban de ellos y no les hacían caso, no querían escucharlos. Dios insistía constantemente para que cambiaran, pero el pueblo no entendía. Ahora también nos pasa o nos ha pasado o nos puede llegar a pasar que nos da flojera por ejemplo ir a Misa y si no vamos estamos cayendo en lo mismo que nuestros hermanos en el pasado, estamos en cierto grado rechazando la Palabra de Dios estamos rechazando a Quién quiere darnos un mensaje, guiarnos y ayudarnos.
Otras veces nos pasa que no queremos, por ejemplo, acudir a la confesión, a la reconciliación con Dios y, sabiendo que la necesitamos, la dejamos para después, esto también es en cierto grado un rechazo a Quien quiere sanarnos. Otras veces más no queremos ni acordarnos de los mandamientos de Dios y, constantemente caemos y constantemente nos alejamos.
Pero en la lectura del Salmo nos encontramos también con la esperanza. En medio de la tristeza de nuestras caídas, no podemos permanecer ahí, no debemos quedarnos ahí tirados, debemos querer, con las ayudas que Dios nos otorga una y otra vez, levantarnos. Dios no se olvida de su pueblo, Dios nos tiene mucha paciencia y tiene los métodos perfectos para convertirnos a Él; ante todo, Dios nos ama y es misericordioso.
Por esto San Pablo nos dice en la carta a los Efesios que Dios, siendo rico en Misericordia y por el gran amor con que nos amó y nos ama precisamente cuando estamos muertos por el pecado, nos hace revivir gratuitamente por el Sacrificio de Jesús y gracias a Su Salvación podremos algún día resucitar y reinar con Él en el cielo. ¿Cómo aprovechar entonces esa Salvación que ya nos fue dada? Acercándonos primeramente al Sacramento de la Reconciliación, con este Sacramento nos reconciliamos con Dios, debemos aprovechar de las gracias de este Sacramento ya que sólo reconciliados con Dios poder unirnos a nuestro Salvador en la Eucaristía. De esta manera aprovechamos lo que Dios continuamente hace por nosotros, de esta manera aprovechamos la paciencia tan grande que Dios nos tiene. Dios nos salva constantemente de nosotros mismos, de nuestros pecados, mediante el Único Sacrificio. Dios acude a nosotros una y otra vez en medio de nuestras infidelidades y de nuestras caídas, Dios nos sale al encuentro por medio de su Palabra, de su perdón y de su Sacrificio Eucarístico.

También nos sale al encuentro por medio de María, como le pasó a San Juan Diego. Dios nos sale al encuentro de diferentes maneras en nuestras infidelidades, esto quiere decir que no son las buenas obras las que nos salvan, nos salva Dios Quién nos sale al encuentro de diferentes maneras. San Pablo nos los explica, las buenas obras las hace Dios para que nosotros las practiquemos, pero estas no salvan, sólo nos salva Jesús por medio de su Perdón y de su Sacrificio en la Cruz. El Señor nos ha dicho: “El que come mi pan y bebe mi sangre tendrá vida eterna”. De aquí la importancia hermanos de vivir reconciliados con Dios y en comunión con Él, de aquí la importancia del Sacramento de la Reconciliación y del Sacramento de la Eucaristía, ojalá y vivamos de estos Sacramentos que nos alimenta y fortalecen nuestra vida para poder reinar un día con Dios en el cielo.
En la lectura del Santo Evangelio San Juan nos reafirma que la Cruz del Señor es la que nos salva, es decir el Sacrificio del Hijo de Dios, sólo es Él quien nos salva. También nos dice que nuestras obras sin la gracia de Dios son malas, y aquél que no quiere acercarse a la Luz, es decir a Dios por medio de sus Sacramentos, no quiere hacerlo porque le da miedo que sus obras malas queden al descubierto al ser iluminadas por la luz de Dios, sin embargo, debemos acercarnos a la Luz, porque la Luz es Cristo y San Juan también nos dice que Cristo no vino al mundo para condenarlo sino para salvarlo. Por esto el Papa Francisco cada año nos recuerda la importancia del Sacramento de la Reconciliación, el Santo Padre quiere animarnos a no tener miedo de acercarnos a la luz de nuestra verdad ante el sacerdote cuando nos confesamos, nos anima incluso con su ejemplo a reconciliarnos con Dios. Nos enseña lo mismo que las lecturas de este domingo, Dios quiere salvarnos, pero es necesario que reconozcamos nuestra verdad delante de la verdad de Dios. Nuestra verdad es que sin su gracia nuestras obras son malas y que sin Él no podemos salvarnos, pues las obras no son las que salvan. Por otro lado, acercándonos en la verdad de nuestras caídas e infidelidades a reconciliarnos con Dios, aprovechamos la Salvación que nos es dada por el Sacrificio que Él ya hizo, si no nos acercamos a estos dos Sacramentos no aprovechamos la salvación de nuestro Señor. Acerquémonos pues con confianza al Amor de Dios que nos dice que no ha venido al mundo para condenarlo sino para salvarlo. Solo hace falta que queramos y que demos un paso hacia el confesionario, lo demás lo hará Dios.
Sigamos el ejemplo de San Juan Diego, nuestro santo patrón que reconoció en algún momento de su encuentro con Dios por medio de María su verdad. Vivió la verdad de que estaba huyendo y de que no quería encontrarse con María porque quería solucionar sus problemas primero y creía que él podía hacerlo solo. Él, reconociendo esta verdad se dejó mirar por el amor de Dios expresado por la mirada de María y por el encuentro con Ella. Así nosotros, dejémonos mirar por el amor de Dios a través del Sacerdote en la confesión. De esta manera saldremos justificados y nuestra vida se fortalecerá. No tengamos miedo a nuestra verdad, a nuestra infidelidad, porque el Amor de Dios es más grande que todos nuestros pecados, y Él siempre está dispuesto a perdonarnos, Él ama perdonarnos. Aprovechemos pues el gran Amor y la gran Misericordia que Dios nos tiene, agradezcámosle Su paciencia, Él no se cansa de nosotros.
Pidámosle también a María nos forme y nos eduque como lo hizo con San Juan Diego para que queramos ver nuestra verdad delante de Dios con la conciencia de que Ella nos acompaña y nos anima con su amor maternal para que no tengamos miedo y salgamos con la paz que la reconciliación con Dios nos otorga.
Pidámosle a nuestra Madre Santa María de Guadalupe nos ayude a aprovechar la Salvación de su Hijo por medio de la Reconciliación y la Eucaristía. Que así sea. 

Del Directorio Homilético

Cuarto domingo de Cuaresma
CEC 389, 457-458, 846, 1019, 1507: Cristo, el Salvador 

CEC 679: Cristo es el Señor de la vida eterna
CEC 55: Dios quiere dar a los hombres la vida eterna 

CEC 710: el exilio de Israel presagio de la Pasión 

Tras las huellas de San Juan Diego para poder cumplir los mandamientos del Señor

Tras las huellas de San Juan Diego para poder cumplir los mandamientos del Señor
Reflexión para la Homilía del 4 de Marzo de 2018,
Domingo de la tercera semana de Cuaresma Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano
Libro del Exodo 20,1-17.
Salmo 19(18),8.9.10.11.
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,22-25. 

Evangelio según San Juan 2,13-25.

Queridos hermanos:
Las tres lecturas de este tercer domingo de cuaresma nos invitan a reflexionar en los

Diez Mandamientos del Señor. En la Primera Lectura encontramos estos Diez Mandamientos, pero antes de decirnos cuáles son, Dios nos dice: “Yo soy el Señor, el que te sacó de la esclavitud...” y por esto no tendrás otro dios fuera de mí. Y de ahí continúa describiendo los mandamientos. No vamos a estudiar cada mandamiento de manera profunda en esta homilía, sin embargo, vale la pena reflexionar en lo siguiente:
Siendo Dios un Dios de Amor, un Dios que nos libera de nuestras propias ataduras, de nuestras propias esclavitudes, miserias y debilidades, nos ha enviado a su Hijo Único para salvarnos y liberarnos. No podemos pensar en otra cosa que en que los 10 mandamientos, lejos de ser una lista para calificarnos, como en la escuela, para ver cuál cumplimos y cuál no, para ver si sacamos 7, 8, 9 o 10, o si reprobamos, son unos mandamientos que Dios tuvo que ponernos de esta forma, porque sabe nuestra debilidad, pero, en realidad, estos lineamientos, estos mandamientos, Dios nos los da y nos los expresa así porque sabe que somos débiles y sabe que son necesarios vivirlos para no alejarnos demasiado de Él quien nos ha salvado y nos salva constantemente porque nos ama. Dios es Misericordioso, y nos deja estas reglas para que tengamos una guía, los mandamientos son lo mínimo necesario que debemos querer vivir para permanecer unidos al Amor y dar así el Amor a los demás, de esta manera viviremos felices y siempre alegres.
Por esto el Salmo también nos dice:
“La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma;...

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón... Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,

más que el jugo del panal...”
Dios no nos da los mandamientos para sentirnos tristes, para que nos sintamos con un peso, al contrario, nos los da para liberarnos de la esclavitud del pecado. Si intentamos vivir estos mandamientos, Dios sabe, puesto que es Sabiduría infinita, tendremos como resultado la verdadera felicidad, y esto no es por el hecho de que salgamos victoriosos en cumplirlos, sino que, por el intentar vivir lo que nos aconseja, permanecemos más cerca del Señor, no nos hacemos daño ni a nosotros mismos ni a los demás; y estar cerca del Señor y vivir de Su Amor, nos otorga la verdadera paz, la verdadera alegría y la armonía que debemos vivir con nuestros hermanos.

Por eso en la Segunda Lectura San Pablo nos invita a mirar siempre a Jesús, quien por su Cruz nos ha salvado de nuestras esclavitudes y, nos invita a no buscar el éxito en otras cosas, ni en ideologías orientales ni filosóficas, nos invita a nos buscar la solución a nuestros problemas de cualquier índole en ídolos, sino que nos invita a darnos cuenta que, el éxito de nuestra vida se llama Jesús, nos invita a reflexionar en que si queremos salir victoriosos en la lucha de la vida, si queremos vivir en el Amor y para el Amor con Dios y nuestros hermanos debemos aprovechar la Salvación que ya nos fue dada, debemos acudir a la Cruz de Cristo, fuente de nuestra salvación. Sólo Jesús nos salva de la esclavitud de nosotros mismos.
Por esto mismo nuestro Señor en el Evangelio nos enseña que sólo Él salva y por esto, de una manera muy fuerte y tajante nos advierte del peligro de tener ídolos.
Al ver que se vuelve su templo en comercio, al ver que hay otras cosas que quieren distraernos de lo verdaderamente importante como lo es hoy en día y entre otras cosas el consumismo, las ideologías y las filosofías que nos invitan a pensar que nosotros mismos podemos salvarnos fuera de Dios, Dios se molesta. Hay pensamientos hoy en día que nos invitan a creer que la energía y no la Persona de Jesús puede ayudarnos a estar mejor. Estos son los ídolos de nuestros tiempos, los ídolos son todo aquello que ponemos como fuente de bien separado del Bien Absoluto y, hermanos, esto es una trampa. Solo Dios salva, todo bien viene de la Cruz del Señor. Por esta razón debemos estar atentos a ver si estamos confiando más en horóscopos, si frecuentamos lecturas de cartas, si pensamos que cierto pensamiento positivo de energía sin nombre, sin hacer referencia a nuestro Padre Dios, a Jesús, es en lo que estamos poniendo nuestra esperanza. Si es así, ¡tengamos cuidado!, porque Dios quiere destruir nuestros ídolos, quiere ayudarnos a darnos cuenta que sólo tiene verdadero amor por nosotros Aquél que dio su vida en la cruz para salvarnos.
Podemos ver a lo largo de la historia del mundo y de las personas como Dios nos ayuda siempre a destruir los ídolos que nos hacemos.
En la historia de San Juan Diego también podemos sacar un claro ejemplo de esto. Santa María de Guadalupe, cuando se apareció, una de las grandes cosas que logró su intervención amorosa fue precisamente la destrucción de muchos dioses que nuestros hermanos indígenas tenían. ¿Y saben cómo los destruyó? Diciéndoles a los indios que ellos tenían razón en valorar la vida de un ser humano como el más grande don, pero Dios no quería que ofrecieran la vida humana en sacrificio a dioses falsos como el sol, la lluvia, etc. María con su imagen les enseña a los indígenas que sí, que es verdad que la vida es lo más preciado que tenemos y que es bueno ofrecerla, pero no a dioses falsos ni de esa manera como ellos lo hacían; les enseña que su vida vale mucho y que por eso Dios mandó a su Hijo para ofrecer su vida para salvarnos y que por esta razón ya no es necesario que ellos se maten unos a otros en sacrificios, porque ya hubo Uno más grande quien hizo El Sacrificio de su vida por todos y la ofreció al Padre.
Hermanos, sigamos el ejemplo de san Juan Diego que se dejó formar por María, se dejó mirar por Ella, poco a poco él fue aceptando la verdad de su condición de hijo débil que cae y que huye del camino, dejémonos mirar por Ella como lo hizo él cuando caemos, cuando flaqueamos y, con seguridad Ella nos fortalecerá y nos formará para cumplir los mandamientos del Señor y así permanecer en El, y en el amor a los hermanos.
Que así sea. 

Del Directorio Homilético

Tercer domingo de Cuaresma
CEC 459, 577-582: Jesús y la Ley
CEC 593, 583-586: el Templo prefigura a Cristo; Él es el Templo CEC 1967-1968: la nueva Ley completa la antigua
CEC 272, 550, 853: la potencia de Cristo revelada en la cruz 

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...