Cómo aprovechar la Redención al ejemplo de San Juan Diego

Cómo aprovechar la Redención al ejemplo de San Juan Diego
Reflexión para la Homilía del 11 de marzo de 2018,

Domingo de la cuarta semana de Cuaresma
Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano


Segundo Libro de Crónicas 36,14-16.19-23. 
Salmo 137(136),1-2.3.4-5.6.
Carta de San Pablo a los Efesios 2,4-10. 
Evangelio según San Juan 3,14-21.

La primera lectura del Segundo Libro de las Crónicas nos relata que nuestros hermanos del pasado vivieron situaciones similares a las que también vivimos hoy nosotros. Nos relata las infidelidades de jefes de estado, de sacerdotes y del pueblo. Habla de la multiplicación de las infidelidades en imitación de los paganos y vemos claramente cómo la historia se repite. Dios envía a mensajeros, quienes eran los profetas, para darles mensajes, para enseñarles el camino, para ayudarlos a escoger el bien, pero igualito les pasaba a ellos antes, como nos pasa ahora a nosotros que, a veces incluso escuchando la Palabra de Dios, por nuestra debilidad, caemos y nos alejamos una y otra vez. En aquella época los mensajeros de Dios fueron despreciados, se burlaban de ellos y no les hacían caso, no querían escucharlos. Dios insistía constantemente para que cambiaran, pero el pueblo no entendía. Ahora también nos pasa o nos ha pasado o nos puede llegar a pasar que nos da flojera por ejemplo ir a Misa y si no vamos estamos cayendo en lo mismo que nuestros hermanos en el pasado, estamos en cierto grado rechazando la Palabra de Dios estamos rechazando a Quién quiere darnos un mensaje, guiarnos y ayudarnos.
Otras veces nos pasa que no queremos, por ejemplo, acudir a la confesión, a la reconciliación con Dios y, sabiendo que la necesitamos, la dejamos para después, esto también es en cierto grado un rechazo a Quien quiere sanarnos. Otras veces más no queremos ni acordarnos de los mandamientos de Dios y, constantemente caemos y constantemente nos alejamos.
Pero en la lectura del Salmo nos encontramos también con la esperanza. En medio de la tristeza de nuestras caídas, no podemos permanecer ahí, no debemos quedarnos ahí tirados, debemos querer, con las ayudas que Dios nos otorga una y otra vez, levantarnos. Dios no se olvida de su pueblo, Dios nos tiene mucha paciencia y tiene los métodos perfectos para convertirnos a Él; ante todo, Dios nos ama y es misericordioso.
Por esto San Pablo nos dice en la carta a los Efesios que Dios, siendo rico en Misericordia y por el gran amor con que nos amó y nos ama precisamente cuando estamos muertos por el pecado, nos hace revivir gratuitamente por el Sacrificio de Jesús y gracias a Su Salvación podremos algún día resucitar y reinar con Él en el cielo. ¿Cómo aprovechar entonces esa Salvación que ya nos fue dada? Acercándonos primeramente al Sacramento de la Reconciliación, con este Sacramento nos reconciliamos con Dios, debemos aprovechar de las gracias de este Sacramento ya que sólo reconciliados con Dios poder unirnos a nuestro Salvador en la Eucaristía. De esta manera aprovechamos lo que Dios continuamente hace por nosotros, de esta manera aprovechamos la paciencia tan grande que Dios nos tiene. Dios nos salva constantemente de nosotros mismos, de nuestros pecados, mediante el Único Sacrificio. Dios acude a nosotros una y otra vez en medio de nuestras infidelidades y de nuestras caídas, Dios nos sale al encuentro por medio de su Palabra, de su perdón y de su Sacrificio Eucarístico.

También nos sale al encuentro por medio de María, como le pasó a San Juan Diego. Dios nos sale al encuentro de diferentes maneras en nuestras infidelidades, esto quiere decir que no son las buenas obras las que nos salvan, nos salva Dios Quién nos sale al encuentro de diferentes maneras. San Pablo nos los explica, las buenas obras las hace Dios para que nosotros las practiquemos, pero estas no salvan, sólo nos salva Jesús por medio de su Perdón y de su Sacrificio en la Cruz. El Señor nos ha dicho: “El que come mi pan y bebe mi sangre tendrá vida eterna”. De aquí la importancia hermanos de vivir reconciliados con Dios y en comunión con Él, de aquí la importancia del Sacramento de la Reconciliación y del Sacramento de la Eucaristía, ojalá y vivamos de estos Sacramentos que nos alimenta y fortalecen nuestra vida para poder reinar un día con Dios en el cielo.
En la lectura del Santo Evangelio San Juan nos reafirma que la Cruz del Señor es la que nos salva, es decir el Sacrificio del Hijo de Dios, sólo es Él quien nos salva. También nos dice que nuestras obras sin la gracia de Dios son malas, y aquél que no quiere acercarse a la Luz, es decir a Dios por medio de sus Sacramentos, no quiere hacerlo porque le da miedo que sus obras malas queden al descubierto al ser iluminadas por la luz de Dios, sin embargo, debemos acercarnos a la Luz, porque la Luz es Cristo y San Juan también nos dice que Cristo no vino al mundo para condenarlo sino para salvarlo. Por esto el Papa Francisco cada año nos recuerda la importancia del Sacramento de la Reconciliación, el Santo Padre quiere animarnos a no tener miedo de acercarnos a la luz de nuestra verdad ante el sacerdote cuando nos confesamos, nos anima incluso con su ejemplo a reconciliarnos con Dios. Nos enseña lo mismo que las lecturas de este domingo, Dios quiere salvarnos, pero es necesario que reconozcamos nuestra verdad delante de la verdad de Dios. Nuestra verdad es que sin su gracia nuestras obras son malas y que sin Él no podemos salvarnos, pues las obras no son las que salvan. Por otro lado, acercándonos en la verdad de nuestras caídas e infidelidades a reconciliarnos con Dios, aprovechamos la Salvación que nos es dada por el Sacrificio que Él ya hizo, si no nos acercamos a estos dos Sacramentos no aprovechamos la salvación de nuestro Señor. Acerquémonos pues con confianza al Amor de Dios que nos dice que no ha venido al mundo para condenarlo sino para salvarlo. Solo hace falta que queramos y que demos un paso hacia el confesionario, lo demás lo hará Dios.
Sigamos el ejemplo de San Juan Diego, nuestro santo patrón que reconoció en algún momento de su encuentro con Dios por medio de María su verdad. Vivió la verdad de que estaba huyendo y de que no quería encontrarse con María porque quería solucionar sus problemas primero y creía que él podía hacerlo solo. Él, reconociendo esta verdad se dejó mirar por el amor de Dios expresado por la mirada de María y por el encuentro con Ella. Así nosotros, dejémonos mirar por el amor de Dios a través del Sacerdote en la confesión. De esta manera saldremos justificados y nuestra vida se fortalecerá. No tengamos miedo a nuestra verdad, a nuestra infidelidad, porque el Amor de Dios es más grande que todos nuestros pecados, y Él siempre está dispuesto a perdonarnos, Él ama perdonarnos. Aprovechemos pues el gran Amor y la gran Misericordia que Dios nos tiene, agradezcámosle Su paciencia, Él no se cansa de nosotros.
Pidámosle también a María nos forme y nos eduque como lo hizo con San Juan Diego para que queramos ver nuestra verdad delante de Dios con la conciencia de que Ella nos acompaña y nos anima con su amor maternal para que no tengamos miedo y salgamos con la paz que la reconciliación con Dios nos otorga.
Pidámosle a nuestra Madre Santa María de Guadalupe nos ayude a aprovechar la Salvación de su Hijo por medio de la Reconciliación y la Eucaristía. Que así sea. 

Del Directorio Homilético

Cuarto domingo de Cuaresma
CEC 389, 457-458, 846, 1019, 1507: Cristo, el Salvador 

CEC 679: Cristo es el Señor de la vida eterna
CEC 55: Dios quiere dar a los hombres la vida eterna 

CEC 710: el exilio de Israel presagio de la Pasión 

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