Tras las huellas de San Juan Diego para poder cumplir los mandamientos del Señor

Tras las huellas de San Juan Diego para poder cumplir los mandamientos del Señor
Reflexión para la Homilía del 4 de Marzo de 2018,
Domingo de la tercera semana de Cuaresma Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano
Libro del Exodo 20,1-17.
Salmo 19(18),8.9.10.11.
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,22-25. 

Evangelio según San Juan 2,13-25.

Queridos hermanos:
Las tres lecturas de este tercer domingo de cuaresma nos invitan a reflexionar en los

Diez Mandamientos del Señor. En la Primera Lectura encontramos estos Diez Mandamientos, pero antes de decirnos cuáles son, Dios nos dice: “Yo soy el Señor, el que te sacó de la esclavitud...” y por esto no tendrás otro dios fuera de mí. Y de ahí continúa describiendo los mandamientos. No vamos a estudiar cada mandamiento de manera profunda en esta homilía, sin embargo, vale la pena reflexionar en lo siguiente:
Siendo Dios un Dios de Amor, un Dios que nos libera de nuestras propias ataduras, de nuestras propias esclavitudes, miserias y debilidades, nos ha enviado a su Hijo Único para salvarnos y liberarnos. No podemos pensar en otra cosa que en que los 10 mandamientos, lejos de ser una lista para calificarnos, como en la escuela, para ver cuál cumplimos y cuál no, para ver si sacamos 7, 8, 9 o 10, o si reprobamos, son unos mandamientos que Dios tuvo que ponernos de esta forma, porque sabe nuestra debilidad, pero, en realidad, estos lineamientos, estos mandamientos, Dios nos los da y nos los expresa así porque sabe que somos débiles y sabe que son necesarios vivirlos para no alejarnos demasiado de Él quien nos ha salvado y nos salva constantemente porque nos ama. Dios es Misericordioso, y nos deja estas reglas para que tengamos una guía, los mandamientos son lo mínimo necesario que debemos querer vivir para permanecer unidos al Amor y dar así el Amor a los demás, de esta manera viviremos felices y siempre alegres.
Por esto el Salmo también nos dice:
“La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma;...

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón... Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,

más que el jugo del panal...”
Dios no nos da los mandamientos para sentirnos tristes, para que nos sintamos con un peso, al contrario, nos los da para liberarnos de la esclavitud del pecado. Si intentamos vivir estos mandamientos, Dios sabe, puesto que es Sabiduría infinita, tendremos como resultado la verdadera felicidad, y esto no es por el hecho de que salgamos victoriosos en cumplirlos, sino que, por el intentar vivir lo que nos aconseja, permanecemos más cerca del Señor, no nos hacemos daño ni a nosotros mismos ni a los demás; y estar cerca del Señor y vivir de Su Amor, nos otorga la verdadera paz, la verdadera alegría y la armonía que debemos vivir con nuestros hermanos.

Por eso en la Segunda Lectura San Pablo nos invita a mirar siempre a Jesús, quien por su Cruz nos ha salvado de nuestras esclavitudes y, nos invita a no buscar el éxito en otras cosas, ni en ideologías orientales ni filosóficas, nos invita a nos buscar la solución a nuestros problemas de cualquier índole en ídolos, sino que nos invita a darnos cuenta que, el éxito de nuestra vida se llama Jesús, nos invita a reflexionar en que si queremos salir victoriosos en la lucha de la vida, si queremos vivir en el Amor y para el Amor con Dios y nuestros hermanos debemos aprovechar la Salvación que ya nos fue dada, debemos acudir a la Cruz de Cristo, fuente de nuestra salvación. Sólo Jesús nos salva de la esclavitud de nosotros mismos.
Por esto mismo nuestro Señor en el Evangelio nos enseña que sólo Él salva y por esto, de una manera muy fuerte y tajante nos advierte del peligro de tener ídolos.
Al ver que se vuelve su templo en comercio, al ver que hay otras cosas que quieren distraernos de lo verdaderamente importante como lo es hoy en día y entre otras cosas el consumismo, las ideologías y las filosofías que nos invitan a pensar que nosotros mismos podemos salvarnos fuera de Dios, Dios se molesta. Hay pensamientos hoy en día que nos invitan a creer que la energía y no la Persona de Jesús puede ayudarnos a estar mejor. Estos son los ídolos de nuestros tiempos, los ídolos son todo aquello que ponemos como fuente de bien separado del Bien Absoluto y, hermanos, esto es una trampa. Solo Dios salva, todo bien viene de la Cruz del Señor. Por esta razón debemos estar atentos a ver si estamos confiando más en horóscopos, si frecuentamos lecturas de cartas, si pensamos que cierto pensamiento positivo de energía sin nombre, sin hacer referencia a nuestro Padre Dios, a Jesús, es en lo que estamos poniendo nuestra esperanza. Si es así, ¡tengamos cuidado!, porque Dios quiere destruir nuestros ídolos, quiere ayudarnos a darnos cuenta que sólo tiene verdadero amor por nosotros Aquél que dio su vida en la cruz para salvarnos.
Podemos ver a lo largo de la historia del mundo y de las personas como Dios nos ayuda siempre a destruir los ídolos que nos hacemos.
En la historia de San Juan Diego también podemos sacar un claro ejemplo de esto. Santa María de Guadalupe, cuando se apareció, una de las grandes cosas que logró su intervención amorosa fue precisamente la destrucción de muchos dioses que nuestros hermanos indígenas tenían. ¿Y saben cómo los destruyó? Diciéndoles a los indios que ellos tenían razón en valorar la vida de un ser humano como el más grande don, pero Dios no quería que ofrecieran la vida humana en sacrificio a dioses falsos como el sol, la lluvia, etc. María con su imagen les enseña a los indígenas que sí, que es verdad que la vida es lo más preciado que tenemos y que es bueno ofrecerla, pero no a dioses falsos ni de esa manera como ellos lo hacían; les enseña que su vida vale mucho y que por eso Dios mandó a su Hijo para ofrecer su vida para salvarnos y que por esta razón ya no es necesario que ellos se maten unos a otros en sacrificios, porque ya hubo Uno más grande quien hizo El Sacrificio de su vida por todos y la ofreció al Padre.
Hermanos, sigamos el ejemplo de san Juan Diego que se dejó formar por María, se dejó mirar por Ella, poco a poco él fue aceptando la verdad de su condición de hijo débil que cae y que huye del camino, dejémonos mirar por Ella como lo hizo él cuando caemos, cuando flaqueamos y, con seguridad Ella nos fortalecerá y nos formará para cumplir los mandamientos del Señor y así permanecer en El, y en el amor a los hermanos.
Que así sea. 

Del Directorio Homilético

Tercer domingo de Cuaresma
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