Santa María de Guadalupe nos recuerda de manera viva la realidad del gran Acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios

Santa María de Guadalupe nos recuerda de manera viva la realidad del gran Acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios
Reflexión para la Homilía del 25 de noviembre de 2018,
Trigésimo Cuarto Domingo del tiempo ordinario

Tras las huellas de San Juan Diego

Primera Lectura: Lectura del libro del profeta Daniel 7, 13-14
Salmo: Del Salmo 92
Segunda Lectura: Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan 1, 5-8 Lectura del santo Evangelio: según san Juan 18, 33-37


Queridos hermanos:
Qué alegría encontrarnos con Dios mismo a través de su Palabra en la Primera Lectura del profeta Daniel. En esta lectura el profeta nos recuerda que el amor del Señor nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. ¡Qué esperanza encontramos con esta verdad! ¿Cómo fue introducida esta gran esperanza al mundo? Ciertamente que inicia con la Encarnación del Hijo de Dios, una Encarnación de Amor, del Amor pleno, infinito, total y absoluto por cada uno de nosotros. El profeta Daniel narra en la Primera Lectura que en su visión observa a Alguien parecido al hijo del hombre, sin embargo no es del todo igual, porque si bien tiene naturaleza humana, tiene también naturaleza divina; y vio a Jesucristo nuestro Señor recibiendo la soberanía, la gloria y el reino. Este reino, nos dice, nunca será destruido gracias al Amor infinito. ¡Qué esperanza debiera causar en nuestro corazón profundizar en esta verdad! 
Como mexicanos y en vísperas de celebrar un año más del gran Acontecimiento que nunca deja de acontecer en este 12 de diciembre, día de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, sería muy bueno y diría más bien, necesario, reflexionar que esta Encarnación del Hijo de Dios la tenemos siempre presente y actual en Santa María de Guadalupe. ¡Cuánto nos hace falta abrir los ojos y poder ver este gran milagro de Dios sostenido en el tiempo! Jesús se mantiene vivo y encarnado en Santa María de Guadalupe, y Dios escogió nuestra nación, nuestra tierra, para mantener viva su Presencia entre nosotros, de esta forma tan especial y única, a través de la Presencia de Santa María de Guadalupe. Dios no ha realizado esto en ninguna otra nación.

El Salmo de hoy, de igual manera, puede ayudarnos a reflexionar sobre este gran Acotecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios en María. María de Guadalupe nos presenta y nos trae al rey de reyes que está revestido de poder y majestad. María de Guadalupe nos recuerda de manera viva la realidad del gran Acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios hace ya más de 2000 años. El poder y la fuerza de María le fueron dadas por Dios gracias al reconocimiento de su verdad, de su nada, de ahí que se pueda hablar de la fuerza y del poder de María que es fuerza y poder de Dios mismo. Y en Ella, en María de Guadalupe, en su Presencia a través de su imagen y de su mensaje en el Nican Mopohua se nos hace presente el Salvador. Ella se manifiesta acogiendo con su cuerpo y en su vientre al Hijo de Dios vivo. Este templo del Hijo de Dios, quien es María, es adornado por la santidad propia de Ella. 
También encontramos que en la Segunda Lectura del Libro del Apocalipsis, el apóstol San Juan nos revela un poco más, quién es Jesús nuestro Señor, nos dice que vendrá entre las nubes Aquél que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre, Aquél que ha hecho nacer un reino para Dios. Es justo, necesario y hermoso que salga de nuestro corazón la alabanza a Quien merece toda la gloria y el poder por habernos salvado. Aquél quien nos ama ha entregado su Cuerpo y su Sangre por nosotros, el Todopoderoso se hace uno similar a nosotros, por amor y para rescatarnos de nuestra propia fragilidad.
Veamos hermanos que la Palabra de Dios siempre nos lleva a la alegría de sabernos amados incondicionalmente; y de nuestro corazón debieran salir con todo amor las palabras del Salmo de hoy, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!, ¡bendito el reino que llega... con Jesús nuestro Señor!
Con la Lectura del Santo Evangelio según san Juan, el evangelista nos comparte a través de su relato la procedencia del reinado de Cristo. Y Jesús en este pasaje nos dice: “Mi Reino no es de este mundo”, “mi Reino no es de aquí”, “Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Qué importante es escuchar la voz del Señor. Sin embargo, pongamos atención en este punto: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Hermanos, la Palabra de Dios nos dice que si pertenecemos a la verdad escucharemos su voz. Dios nos invita a reconocernos pertenecientes a Cristo. Si le pertenecemos, pues nos ha comprado con su Cuerpo y con su Sangre, Él espera que, en el uso de nuestra libertad, nos entreguemos totalmente al Amor, nos entreguemos a Él. Dios espera que libre y voluntariamente queramos pertenecerle. Además de ser algo justo, pues pagó muy caro por nosotros, debiera ser una respuesta de nuestro corazón, de cada corazón de cada ser humano de querer ser de Él, de pertenecerle, de devolvérnosle. Si nosotros le pertenecemos y libremente nos entregamos a la Verdad, escucharemos su voz.

Nuevamente, es importante agradecer en serio a Dios, la entrega que nos hace de y a María su Madre también como Madre nuestra. Santa María de Guadalupe quiere llevarnos a la verdad. Nos invita a decir sí al camino por el cuál Ella quiere llevarnos para ser concientes por la gracia de la verdad de Dios y de la propia verdad. Quiere llevarnos al conocimiento de nuestra propia pequeñez, quiere llevarnos a la conciencia de ser hijos amados, pequeños, débiles pero infinitamente amados. Esta humildad podrá disponernos a escuchar la voz del Señor. Para escuchar la voz del Señor necesitamos el don de la Fe. Para recibir este don Él necesita que tengamos una actitud adecuada, necesita que tengamos cierta disposición interior. María nos introduce en este camino para adquirir esta disposición. En este camino Ella nos acompaña, nos transforma y nos forma para lograr en nosotros la actitud que Dios necesita de nuestra parte para recibir el don de la fe verdadera. Recibiendo este don escucharemos la voz del Señor y por la fuerza de la graccia podremos ser instrumentos en las manos de María y realizar así la voluntad de nuestro Padre.
Es necesario agradecer a Dios la gran ayuda que Él mismo nos otorga a través de María. Démosle gracias a Dios por este Acontecimiento Guadalupano que siempre está aconteciendo en nuestra vida, en la vida de nuestra nación y en la vida de toda la Iglesia. Pidamos tambien a Dios, por intercesión de su Madre, la ayuda necesaria para cada uno de sus hijos mexicanos, para cada uno de todos sus hijos en el mundo. 
 Tal vez lo anterior nos ayude a comprender por qué San Juan Pablo II se refirió a América Latina como el Continente de la Esperanza. Esta esperanza es, por la Providencia Divina y por un acto de la Misericordia de Dios, la Presencia continua de Santa María de Guadalupe. América Latina es el continente de la esperanza por la Presencia real de Ella en nuestro Continente.
Que San Juan Diego, quien se dejó educar por María, nos ayude a ser agradecidos con Dios y con Ella por la compañía que nos regala su Presencia continua. Aprovechemos y vivamos la maternidad de Dios que, a través de Santa María de Guadalupe, nos regala. Pidamos la gracia de sabernos verdaderamente hijos y acudir a nuestra Madre por toda la ayuda que siempre necesitamos.
¡Qué Dios nos otorgue la gracia de ser agradecidos por esto y por todo lo que tenemos siempre! ¡Que que así sea! 



Reflexión para la Homilía del 18 de noviembre de 2018 XXXIII domingo del T.O.

Santa María de Guadalupe quiere humillarnos, pero no para herirnos, sino para llevarnos a la comunión con su Hijo
Reflexión para la Homilía del 18 de noviembre de 2018, Trigésimo Tercero Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro del profeta Daniel 12, 1-3 Del Salmo 15
Segunda lectura: Lectura de la carta a los hebreos 10, 11-14. 18 Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32



Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del Profeta Daniel nos encontramos con el amor incondicional de Dios para con todos y cada uno de nosotros, sus hijos. En esta lectura, además de narrarnos el sufrimiento y la tribulación inevitables en este mundo en el período propio de cada existencia humana, nos habla sobre todo de su Amor incondicional. Esto lo vemos con claridad cuando leemos y escuchamos que el gran príncipe Miguel se levantará para defender y salvar a su pueblo. Dios nos ha enviado la salvación por medio de su Hijo nuestro Señor Jesucristo y, constantemente y de múltiples maneras nos hace presente Su salvación. Dios quiere que aprovechemos el Sacrificio de su Hijo.
El Salmo nos invita precisamente a la alegría de la salvación, pero no a una alegría pasajera y superficial sino a la alegría que proviene de una paz profunda que nace de la conciencia de que Dios nunca nos abandona; ni en las cosas exteriores, ni mucho menos en las cosas del espíritu, es decir, Dios no quiere que muramos sino que vivamos para siempre a su lado en el Amor pleno y la alegría perpetua junto a Él. A esto hemos sido llamados, y por esto Dios, con su propia vida, nos salva.
En la Lectura de la Carta a los Hebreos, el autor nos narra cómo precisamente se ofrecían sacrificios en el templo diariamente. Vemos la conciencia de un pueblo que se reconoce pecador y que busca expiar sus pecados con sacrificios. Sin embargo, estos sacrificios no podían perdonar los pecados. Por eso continúa la lectura diciéndonos que Cristo, en cambio, hizo un solo sacrificio por todos los pecados del mundo y con esto se sentó a la derecha de Dios y ahí espera que sus enemigos sean puestos bajos sus pies. Esto quiere decir que con una sola ofrenda, la ofrenda del Hijo de Dios, hizo pefectos para siempre a los que ha santificado, entonces, si ya nos perdonó todo a todos con su propia vida, ya no hacen falta más ofrendas por nuestros pecados. ¡Esto es clave hermanos! Porque nosotros pensamos muchas veces que tenemos que ofrecer algo a Dios para que se nos perdonen nuestros pecados, hay veces que queremos hacer sacrificios exteriores para expiar nuestras culpas, para pagar por alguna caída o por algun pecado o debilidad. Y esta lectura nos lleva a reflexionar en la verdad de que Jesús ya pagó con su Sacrificio por todos nuestros pecados, y más bien deberíamos entonces preguntarnos: “¿Cómo puedo aprovechar ese Sacrificio de Jesús por mi y que me ha salvado? Por que si ya me salvó, entonces, ¿qué debo hacer yo? Sin duda, lo que más espera Dios de nosotros es un espíritu contrito y humillado, es decir un corazón que viva en la verdad, en el conocimiento de su miseria, fragilidad y pecado; un corazón humilde, sencillo que se sabe amado porque ha sido perdonado y que se reconcilia con Dios renovadno su amistad. Esta es la forma en la que aprovechamos la Salvación de nuestro Señor Jesucristo. Por que, en la medida en la que yo me crea “bueno” o no “tan malo” en esa meddia me cierro a aprovechar la salvación de Jesucristo por mí. Por que si yo fuera la única persona en el mundo, Jesús hubiera hecho su mismo Sacrificio Redentor para salvarme sólo a mí. De este tamaño es nuestra miseria, y así debemos pensar cada uno de nosotros: “Del tamaño del Sacrificio del Hijo de Dios, de este tamaño

es mi miseria y mi pecado que tuvo que ser salvado de esta forma”. Demos gracias a Dios que por su Misericordia no caemos en todos los pecados existententes, sin emabrgo, en los que sí caemos y vemos, éstos deben servir para darnos cuenta de que sin Dios, sin su Sacrifcio, no tendríamos salvación alguna.
Si nosotros procuarmos vivir en la verdad de que somos pecadores en acto o en potencia, y que de todos mis pecados ya he sido salvado gracias al Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo entregado en la Cruz y que se hace presente en la Eucaristía, y si procuramos vivir en la conciencia de nuestra miseria, en esa misma medida aprovecharemos lo que Dios ha hecho por nosotros. Si procuramos vivir en esta única verdad de nuestra nada y pecaminosidad, nuevamente repito, en acto o en potencia, delante de la verdad de Dios Misericordioso, que nunca se cansa de perdonarnos, en esta medida es como aprovechamos la Salvación que ya nos fue dada. El verdadero sacrificio que Dios quiere es un espíritu quebrantado, un espíritu humillado en el conocimiento y la aceptación de su miseria es el sacrifcio que Dios espera de nuestro corazón. Esto no es fácil para nuestro orgullo, porque a nuestro orgullo le gusta siempre verse “perfecto” y, cuando Dios nos humilla, es para que conozcamos la verdad y aprovechemos la Salvación que su Hijo Jesucristo ya ha realizado por nosotros.
Esto mismo fue lo que le pasó a San Juan Diego, en su camino vemos con toda claridad que fue humillado, fue despreciado, pero vemos que después de haber pasado por estas angustias y tribulaciones, presentes en su vida, como en cada vida humana, en cada pueblo y nación, fue cuando se volvió verdaderamente humilde.
Todos tenemos que sufrir humillaciones como una gran ayuda de Dios para hacernos humildes. Si no fuéramos orgullosos ni soberbios, no tendríamos que vivir ninguna humillación. Sin embargo, Dios permite estas humillaciones en nuestra vida, no para herirnos, sino para trabajar en nuestra comunión con Él, esta comunión con Dios no puede llevarse a cabo sin la verdadera humildad.
Es por esto que el camino de ir tras las huellas de San Juan Diego puede iluminar nuestro camino. Al analizar lo que él vivió y cómo el Amor de Dios se le hizo presente a través de María de Guadalupe, podemos encontrar respuestas a nuestras tribulaciones, a nuestras caídas y a nuestras experiencias dolorosas de cualquier tipo. En el Acontecimiento Guadalupano se nos hace presente, como un recordatorio vivo y siempre actuante, el acto Redentor de su Hijo que se hace hombre para ofrecer su vida por nosotros y salvarnos. Todos tenemos que llegar, tarde o temprano, a tener conciencia clara de nuestra total incapacidad. San Juan Diego vivió esto cuando quiso darle la vuelta a María, cuando quiso solucionar su problema por él mismo, creyendo todavía en sus propias fuerzas. Y cuando María le sale al encuentro y le dice que ahí está Ella, que su tío ya está sano, convence a Juan Diego de que lo primero que tiene que hacer ante cualquier tribulación de cualquier índole es acudir al Amor de Dios expresado en su Madre. Ella le dice, así como nos dice a nosotros, que aquí está Ella y que nada debe turbar su y nuestro corazón.
Juan Diego, después de su tribulación y después de experimentar el Amor maternal de Dios, se entregó por completo a María, fua capaz de abandonarse en Ella y Ella lo capacitó para cumplir con lo que Dios esperaba de él.
Hermanos, Dios siempre interviene para recordarnos la Salvación que nos ha sido dada por la infinita Misericordia del Padre. Dios, a través de diferentes acontecimientos, interviene para recordarnos y para que creamos en su Amor incondicional. No tengamos miedo del final de los tiempos, mejor abrámonos a experimentar hoy y ahora este Amor incondicional que Dios hace presente especialmente en el Acontecimiento Guadalupano. Abráoanos a escuchar a María de Guadalupe y encontraremos en su mensaje de Amor y de consuelo, la Presencia viva de Jesús, el Único que nos salva. Pidamos también a san Juan Diego nos acompañe como hermano nuestro en el camino de la fe y nos ayude a entregarnos al amor de Dios en María de Guadalupe. Pidamos que María nos lleve a reconocernos verdaderamente hijos para que podamos acudir con toda confianza a Ella en todos nuestros porblemas. Que así sea. 

Nuestra Madre Santa María de Guadalupe nos lleva a desprendernos de todas las seguridades que no sean Dios

Nuestra Madre Santa María de Guadalupe nos lleva a desprendernos de todas las seguridades que no sean Dios
Reflexión para la Homilía del 11 de noviembre de 2018, Trigésimo Segundo Domingo del tiempo ordinario

Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro de los Reyes 17, 10-16 Del Salmo 145
Segunda lectura: Lectura de la carta a los hebreos 9, 24-28 Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44


Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del libro de los Reyes Dios nuestro Señor y Padre del Cielo nos enseña la importancia que tiene la confianza que espera que nosotros tengamos en Él. Y no sólo nos enseña la importancia de la confianza sino que nos enseña cómo Él mismo nos ayuda, con las cosas que nos pasan, a abrirnos a recibir el don de la confianza plena en Él. Todos en nuestra vida vivimos a veces tiempos difíciles, ¿no es cierto?, tiempos en los que muchas veces, por medio de las pruebas o de circunstancias adversas nos sentimos vulnerables, inseguros, indefensos, o incluso a veces con miedo, o con incertidumbre por el futuro. Y esto para todos nosotros es difícil. Sin embargo, todo esto de lo que nadie nos escapamos, es con certeza algo necesario en nuestra vida. Veamos por qué: La viuda de Sarepta se ve sometida a pruebas muy difíciles, primero podemos ver que ella era viuda y había sufrido en primer lugar la muerte de su esposo dejando huérfano de padre a su hijo. Después vemos que ella tenía que trabajar para mantenerse a ella misma y a su pequeño. Cuando el profeta la encuentra y le pide agua, pero después le pide también un pedazo de pan, ella le externa la situación extrema en la que se encuentran ella y su hijo, puesto que le dice al profeta que no tiene pan sino que sólo le queda un poco de harina como para un pan para ella y para su hijo, y sabemos que su situación es dramática cuando le dice: después de comer ese pan que haga con la poca harina que queda en la vasija, mi hijo y yo morirermos. El profeta insiste y le dice que primero le haga un pan para él diciéndole que de esta manera Dios no la dejará y la vasija nunca se vaciará. Al principio de esta historia podríamos pensar en que el profeta podría ser egoísta por pedirle el pan primero para él, o en que qué duro de corazón que quiere quitarle el último pan a la viuda y a su hijo, sin embargo Dios, por medio del profeta le otorga un gran regalo a la viuda y a su hijo. Vemos pues que ella es llevada a una prueba más, una prueba extrema, le pide que se quede sin nada aún con la probabilidad en su mente de que después se queden, ella y su hijo sin nada y y que incluso puedan morir. Con esto Dios la invita a dar un salto al vacío y a sumergirse en una confianza contra toda razón. El profeta le dice que si hace eso el Señor no la dejará y que su vasija de harina siempre estará llena. Si el profeta no la pone en esta situación extrema, si Dios a través de él no le pide esto, la viuda no hubiera sido testigo de este gran milagro. Así es que gracias a estas situaciones extremas permitidas en su vida, ella vio la gloria de Dios, su Amor, su Misericordia y recibió el don de la confianza plena en Dios.
De manera similar suceden estas cosas en nuestra vida hermanos, muchas veces somos llevados hasta el extremo en diversas situaciones y con muy distintos problemas y a través de diferentes circunstancias y, cuántas veces gracias a todo esto, Dios nos muestra su Amor, su Misericordia y su poder. Cuando nosotros vivimos situaciones difíciles que nos llevan al extremo, sean del índole que sean, al principio y muchas veces no comprendemos y no somos capaces de ver todo lo que Dios saca de bien a partir de estas circunstancias aparentemente adversas al bien en nuestra vida. Dios nos invita también a nosotros, a la confianza. Nos invita a una confianza plena en su voluntad, en su compañía en toda nuestra vida y especialmente en los momentos de prueba. Las pruebas son necesarias para hacernos humildes, para confiar en el Señor, y para tener una disposición adecuada y abrirnos al don de la fe verdadera.

Lo anterior nos lo corrobora también el Salmo de hoy por medio del cual Dios nos asegura que Él siempre se hace cargo de nosotros, Él nos libera, hace justicia, nos abre los ojos cuando no vemos, y nos cuida y nos acompaña aún cuando nos equivocamos en el camino.
En la Segunda Lectura es hermoso constatar la verdad de que Cristo intercede constantemente en la presencia de Dios por nosotros. Dios nos ayuda a abrir los ojos al Sacrificio de su Hijo haciendo un análisis comparativo con lo que hacían los sacerdotes en la antigua alianza, es decir antes de la venida de Jesús. Antes, los sacerdotes ofrecían constantemente sangre que no era suya, era más bien sangre de animales que ofrecían a Dios como sacrifricio; Cristo, por le contrario, se ofreció de una sola vez con el sacrificio de Sí mismo y así destruyó el pecado de todos y cada uno de nosotros. Cuando venga por segunda vez, se manifestará para la salvación de los que esperamos en Él y de los que, queremos aprovechar la Salvación ya realizada por el Sacrificio de Sí mismo por nosotros.
En la Lectura del Santo Evangelio Jesús también quiere enseñarnos la importancia del desprendimiento. Así como nos lo enseña con la viuda de sarepta, también nos lo enseña en el Evangelio igualmente con una viuda que dio la única moneda que tenía como limosna, a esta viuda no le importó qué iba a pasar con ella después. Ambas viudas no tenían seguridad alguna, no contaban con un esposo terreno que les aportara la seguridad que ellas necesitaban. Sin embargo, Dios se ocupa de ellas. Ellas no se aferran a lo último o a lo único que tenían para sobrevivir, y ambas vieron que Dios cumple con la promesa de no dejarnos nunca y de hacerse cargo de nuestra vida. Ambas fueron sometidas a prubeas muy duras, pero gracias a estas pruebas pudieron vivir, pudieron experimentar la verdad del Amor de Dios. Ambas, en su pobreza, dieron todo lo que tenían por los demás, y Dios se ocupó de toda su vida y de que no murieran.
Hermanos, Dios quiere hacernos pobres, Dios quiere someternos a pruebas para lograr en nostros esa confianza plena en su poder, en su Amor. Quiere hacernos pobres de espíritu a t ravés de las circunstancias difíciles que a veces vivimos, quiere destruir nuestra seguridades humanas para que nuestra única seguridad sea Aquél que puede hacer todo por nosotros.
¿Qué es lo más grande que quiere hacer Dios por nosotros? Quiere hacernos humildes, pobres. ¿Por qué? Porque quiere abrirnos al don de la fe profunda, porque recibiendo este don, seremos testigos de los milagros del Señor. Ahora bien, ¿cuáles son las más grandes milagros? Los más grandes milagros son los de la comversión del corazón, los más grandes milagros son los de amarnos unos a otros con el Amor de Cristo, con el Amor que no es egoísta, con el Amor que es capaz de dar la vida por los demás al ejemplo de Jesús nuestro Señor.
Dios nos ha dejado a su Madre en el testamento de la Cruz, Jesús, en Juan, nos dijo a todos: “Ahí tienes a tu Madre”. Santa María de Guadalupe nos dice: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¡Una Madre nos ayuda siempre! Y más aún y de manera perfecta nos ayuda La Madre: Santa María de Guadalupe quien quiere llevarnos por el camino de la humildad, quiere hacernos pobres, como Ella, quiere prepararnos para confiar plenamente en el Señor. Ella así preparó a san Juan Diego, lo hizo pobre y capaz, al final de su preparación, de dar su vida por los demás, de dar los últimos años que tuvo a los demás explicando a todos los que llegaban a ver su Tilma qué había ocurrido y sobre todo transmitiendo las Palabras del Amor maternal de Dios expresadas por su y nuestra Madre Santísima de Guadalupe.
Pidamos a san Juan Diego nos ayude abrirnos a María, pidamos nos enseñe a dejarnos mirar por Ella, pidamos nos ayude a convencernos de lo que él vivió: aceptar estar en el cruce de los brazos de María.
Finalmente demos gracias a Dios por darnos a La Madre que quiere hacernos pobres y quiere capacitarnos para poder dar la vida por los demás. Y pidamos, por medio de Ella a Dios, por todos los problemas de todos y cada uno de sus hijos mexicanos.
Que así sea. 
María de Guadalupe nos prepara para ganar la capacidad de saber amar a Dios y a los hermanos
Reflexión para la Homilía del 4 de noviembre de 2018, Trigésimo Primer Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego


Primera lectura: Lectura del libro del Deuteronomio 6, 2-6 Del Salmo 17
Segunda lectura: Lectura de la carta a los hebreos 7, 23-28 

Evangelio según san Marcos 12, 28-34

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del libro del Deuteronomio, no sólo Dios nos invita a seguirlo, sino que nos indica la manera de cómo hacerlo. Primeramente nos invita a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos, a respetarlo. Este respeto se lo ha ganado por Amor, puesto que ha dado y sigue dando su vida en el más grande Sacrificio para salvarnos. Si alguien salva a su hermano de morir por ejemplo en un asalto, en un accidente, éste quedará eternamente agradecido por haberle salvado la vida ¿no es cierto? Cuánto más deberíamos de estar eternamente agradecidos todos los seres humanos por esta Salvación que Él nos otorgó y nos otorga continuamente? ¿Cómo deberíamos de respetar su nombre y de querer cumplir con alegría todos sus preceptos? Esto deberíamos de realizarlo como respuesta a Su Amor. Lo que Dios pidió al pueblo de Israel en aquél entonces, como lo dice la lectura, también nos lo pide ahora a nosotros. Nos pide primero que escuchemos. Escuchar al Señor es importante, escucharlo a través de su Palabra, a través del Magisterio de la Iglesia y de los Santos Padres que dirigen nuestra Iglesia, escucharlo también a través de las circunstancias, de los hermanos necesitados, de las necesidades de nuestras familias, amigos, vecinos, etc. Y sabemos que Dios nos pide seguir sus mandamientos, diciéndonos que, si así lo hacemos, de esta manera los respetamos y le demostramos nuestro agradecimiento y amor. Nos pide cumplir sus leyes y preceptos con cuidado para nuestro bien, para nuestra dicha y para que crezcamos como familia de Dios. Nos dice dos veces en esta lectura que es importante escuchar. El Santo Padre el papa Francisco también nos pide practicar la escucho-terapia y nos ha dicho que es muy importante en estos días. Es decir, debemos preparar los oídos para lo que Él nos quiere decir, y nos dice principalmente que debemos Amar al Señor con toda nuestra alma y con todas nuestra fuerzas y nos pide además grabar estas palabras en nuestro corazón.
Por lo tanto el Mandamiento primero es el de amar a Dios sobre todas las cosas y, si amamos a Dios sobre todas las cosas, el resto de los mandamientos se cumplen como acto seguido. Entonces podemos preguntarnos, ¿porqué muchas veces no somos felices? Y es que podemos creer que ya amamos a Dios por sobre todas las cosas porque en realidad sí queremos, pero muchas veces no nos damos cuenta de que nos amamos más a nosotros mismos que a Él. Y esto lo podemos comprobar cuando nos ponemos tristes porque las cosas no salen como uno quiere.
Tal vez valdría la pena hacer un examen de conciencia y descubrir qué es lo que hay en el fondo de nuestro corazón. Cada uno de nosotros reflexionemos que hay en lo más profundo. Tal vez podremos encontrarnos con que estamos demasiado preocupados por la situación económica, o por alguna enfermedad, o por alguna situación difícil que este pasando nuestra familia o algún miembro de nuestra familia, o porque no se cumplen nuestros sueños, etc. Y esta angustia o esta preocupación a veces excesivas y que pueden partir desde un problema muy mundano hasta lo más espiritual, puede llevarnos a darnos cuenta que lo que encontramos en el fondo de nuestro corazón es una excesiva preocupación por mi propio yo, por lo que yo quiero o por lo que yo creo que es mejor. Hay que voltear a mirar entonces la forma mas profunda y continua el Amor de Dios y su preocupación constante por nosotros, si hiciéramos esto confiaríamos más en El, pensaríamos más en Él como un Padre Todo-poderoso y no estaríamos tan centrados en nosotros mismos y en nuestros problemas. Y el reconocer esta verdad de que todos en cierta forma estamos muy centrados en nuestro propio yo, nos hace darnos cuenta de que

no amamos a Dios por sobre todas las cosas sino que más bien nos amamos más a nosotros mismos. Lo podemos comprobar de diferentes maneras, por ejemplo cuando nos enojamos con el hermano porque no hace las cosas como yo quiero, o con el hijo, o con el esposo o la esposa. Y de esta forma vemos que, al no salir las cosas como quiero y si me entristezco o me enojo puedo entonces reconocer que no confío en el Amor del Señor que me dice: “Ocúpate tu de mi y yo en cambio me ocuparé de ti”. Así le dijo a algún santo. Hermanos, lo que mas hiere al Amor es la desconfianza. Yo no digo que la vida sea fácil. Siempre tenemos algún problema, dolor o sufrimiento o preocupación, pero, el querer resolverlo por nosotros mismos sin Dios, hiere aún más el corazón de Aquél quien todo lo ve, quien todo lo sabe y de Quien dio su vida por cada uno de nosotros.
Si Dios nos ama, nos protege y nos cuida sobre todo de la muerte eterna, si dio su vida para salvarnos, ¿cómo no amarlo? Pues vemos qué difícil tarea nos pide el Señor. No somos capaces de responder a su Amor como debiéramos y esto debemos reconocerlo, pues es la pura verdad.
El hizo un Sacrificio Perfecto por nosotros y a nosotros muchas veces nos cuenta tanto confiar en Él, sobre todo cuando no la estamos pasando tan bien.
En el Santo Evangelio que nos presenta San Marcos hoy, encontramos los dos mandamientos más importantes, el primero, nos dice como en la primera lectura: Escucha Israel y así nos dice Dios a nosotros hoy. Escucha: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tus fuerzas; y el segundo mandamiento más importante es Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Hermanos, es un hecho que no cumplimos estos mandamientos, puesto que si lo hiciéramos, si de verdad amáramos a Dios y a nuestros hermanos, no nos robaríamos unos a otros, no nos quitaríamos la vida que es el don más grande que tenemos, no nos asaltaríamos, no nos mentiríamos, no le envidiaríamos nada a nadie, no hablaríamos mal de nadie, no desearíamos otra esposa, otro esposo, no les faltaríamos nunca el respeto a nuestros padres, ni a nuestros hijos.
Con seguridad Dios ve que lo intentamos, sin embargo, seamos sinceros con lo que hay en el fondo de nuestro corazón: ¡cuántas veces fallamos! Y en la respuesta de Jesús al maestro de la ley confirmamos que tiene razón cuando le dice los actos de Amor a Dios y a los hermanos valen más que todos los sacrificios y holocaustos, porque Jesús le dijo que no estaba lejos del reino de los Cielos. Veamos que importancia tienen los dos mandamientos más importantes. Si los pudiéramos cumplir, no habría ningún problema en el mundo, ¿verdad? Entonces, ¿qué hacer?, ¿desanimarnos? ¡No, de ninguna manera! Dios nos dejó a una Madre, nos dejó a su Madre, y Ella, quien es ejemplo de amor a la Voluntad del Padre, a su Hijo y a nosotros, puede enseñarnos a dar la vida como Ella la dio ofreciendo todo a Dios con su Sí continuo en todas las circunstancias de su vida. Ella nos quiere llevar por el camino del Amor, quiere que nos dejemos amar por Dios a través de Ella, pues Dios expresa su amor maternal a través de la Virgen María de Guadalupe cuya presencia es viva y continua. Ella quiere llevarnos por el camino de la humildad como lo hizo con san Juan Diego, quien también sufrió muchos problemas en su vida, incluso también tenía miedo de morir porque podría ser escogido como víctima para los dioses, pero, al final del camino, María logró formarlo para amar a Dios y a los hermanos de tal manera que Juan Diego dedicó el resto de su vida, después de las apariciones, a hablar a todos los que llegaban a ver la Tilma de todo lo que María hizo y dijo. Así es que: ¿Queremos de verdad amar a Dios y al prójimo como Dios nos los pide? Entonces vayamos a María, pidámosle aceptemos nos lleve por el mismo camino que San Juan Diego, camino de humildad, para que algún día Ella misma, con el poder transformador de Dios, cambie nuestra mente y nuestro corazón para ganar esa capacidad de saber amar a Dios y a los hermanos como El mismo nos lo pide.
Pidamos también a San Juan Diego, hermano nuestro quien ya pasó por este camino, nos acompañe y nos enseñe a dejarnos llevar por Ella. Recordemos que él incluso vivió la experiencia de huir de María, pero María nunca lo dejó. Así es que, viendo su camino, vemos que también nosotros tenemos esperanza. María no nos dejará nunca.
Santa María de Guadalupe, salva nuestra Patria y aumenta nuestra fe. 

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía

Santa María de Guadalupe nos ayuda a abrirnos al Espíritu Santo que Dios nos envía Reflexión para la Homilía del 26 Mayo de 2019 Tiempo...