Aprender de la humildad del Hijo de Dios, de María y de San Juan Diego

Aprender de la humildad del Hijo de Dios, de María y de San Juan Diego

Reflexión para la Homilía del 25 de marzo de 2018,
Domingo de Ramos

Tras las huellas de San Juan Diego

Libro de Isaías 50,4-7.
Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24. 

Carta de San Pablo a los Filipenses 2,6-11. 
Evangelio según San Marcos 14,1-72.15,1-47.

Queridos hermanos:
De la Primera Lectura del Libro de Isaías podemos sacar la siguiente reflexión: Para poder ser verdaderos discípulos de Jesús y para poder confortar a nuestros hermanos es necesario vivir en la verdad, es necesario ser humildes, para ser humildes necesitamos pasar por varias pruebas. Dios nos lleva a vivir aquello que cree y ve necesario para ayudarnos a ser humildes. Y, ¿cómo seremos humildes sin pasar por humillaciones? La verdadera humildad requiere vivir en la verdad y, para llegar a vivir en la verdad de que nosotros nada podemos sin Dios, es necesario comprobar esto. Y, precisamente Dios nos ayuda con los problemas de la vida para que poco a poco conozcamos nuestra verdad, nuestra debilidad. Sólo viviendo en la verdad podemos darnos cuenta de que nosotros sin Dios nada podemos hacer y entonces recurriremos a Él y seremos verdaderos discípulos abiertos a escuchar y a recibir todo de Dios, sólo así podremos consolar con el amor de Dios a nuestros hermanos.
El Salmo de hoy nos refuerza esta idea y nos dice que, en medio de las situaciones difíciles, de los problemas de la vida y de las humillaciones que a veces pasamos, El Señor es nuestra fuerza. En el Salmo aclamamos al Señor y le pedimos que venga pronto a socorrernos. Por medio de las humillaciones, los problemas de la vida, de las tentaciones, nos damos cuenta que somos muy débiles, pero en la debilidad, Dios es nuestra fuerza. Es necesario darnos cuenta de nuestra debilidad para abrirnos a Dios y que Él sea nuestra fuerza.
En la carta de San Pablo en la segunda lectura aprendemos también la importancia de la humildad. Jesús mismo nos dio el ejemplo: Él siendo de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios y, haciéndose semejante a nosotros los hombres, tomó la condición de siervo y obedeció hasta la muerte, y se humilló hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en los abismos y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
El Señor nos enseña el camino de la humildad, siendo Él el primero en vivirla.
En el Evangelio de hoy escuchamos la historia de la pasión de nuestro Señor. Nuestro Señor nos enseña también con su Pasión qué tan importante es la humildad. Él, siendo el Hijo de Dios, obedece al Padre por Amor, pero este Amor es pleno. Jesús es la pura Verdad, el camino y la vida. Jesús mismo vivía en la verdad pues Él dijo que Él las cosas no las hacía por Él mismo sino por Su Padre. Si Jesús, el Hijo de Dios dijo esto, ¿acaso nosotros podemos decir

que podemos hacer algo separados de Dios? SI Jesús nuestro Señor siendo Hijo de Dios dijo que Él podía hacer las cosas sólo por su relación con el Padre, debemos darnos cuenta a qué grado Dios espera que nosotros lleguemos algún día a ser conscientes de que NADA podemos hacer sin Él.
En el relato de la última cena del Señor leímos que cuando Jesús dijo que alguien lo iba a traicionar, todos uno a uno, le preguntaron al Señor: “Acaso seré yo”. Podemos ver en este ejemplo que los discípulos del Señor vivían ya bastante cerca de la verdad, de su debilidad, y pues, si Jesús dice que alguien lo traicionará y ellos le preguntan; “¿seré yo?” podemos pensar que por lo menos dudaban un poco de sí mismos. Y es esta actitud precisamente a la que Dios quiere llevarnos. Nunca debemos caer en la ilusión de que nosotros por nosotros mismos nunca traicionaríamos al Señor. Veamos qué le sucedió a San Pedro, él, por estar seguro de seguir a Jesús hasta la cárcel, hasta la muerte, niega a Jesús tres veces.
Hermanos, aprendamos lo que el Señor nos quiere decir hoy: Es importante la humildad, la vida en la verdad. La verdad es que no debemos confiar en nosotros mismos, debemos confiar sólo en Dios. Si nosotros confiamos en que nosotros podremos hacer lo que Dios nos pide por nuestras propias fuerzas, seguramente nos podría pasar como a san Pedro, que negó a Jesús. Debemos saber que todos somos capaces de traicionar a Jesús. Si nosotros reconocemos esta verdad, estaremos más abiertos a pedirle TODO al Señor. Desde la conciencia de nuestra debilidad aclamaremos la ayuda del Señor y El acudirá a nosotros y El mismo será nuestra fuerza. Este es el camino, Jesús mismo nos da el ejemplo.
Miremos nuevamente a San Juan Diego. Él mismo tuvo que pasar también pruebas y humillaciones, Dios por medio de María lo llevó por diferentes pruebas hasta lograr la actitud adecuada. Esta actitud la adquirió al ver su verdad, al ver que él no podía lograr convencer al obispo que se construyera la basílica de Guadalupe, al reconocer que quiso irse por otro lado y no encontrarse con María; y al reconocer esta verdad y encontrarse con María, vio que nada podía, vio que lo único que podía hacer él era huir y escoger otro camino. Y es entonces en este momento cuando mirado por el amor maternal de Dios por medio de María es verdaderamente humilde, ya reconoce que él no puede y que necesita todo de Dios. Este es el camino hermanos. Dios quiere llevarnos a vivir en la verdad de nuestra debilidad para que así nos abramos a pedirle TODO a Dios. En nuestra debilidad Él es nuestra fuerza.
También podemos observar esta humildad en María. María es una mujer muy fuerte, sin duda, pero es fuerte porque reconoce desde siempre su nada, su condición de sierva, de esclava. Y es por esta actitud que se muestra la tan grande fuerza de Dios en Ella.
Hermanos, aprendamos de Jesús nuestro Señor el camino de la humildad, veamos el ejemplo de San Juan Diego y sigamos sus huellas, aprovechemos la Presencia y la ayuda de Santa María de Guadalupe Madre de Dios y Madre nuestra para llevarnos por el camino del reconocimiento de nuestra debilidad y así, en nuestra debilidad, como dijo San Pablo, Dios sea siempre nuestra fuerza.
Que así sea. 

Del directorio homilético

Domingo de Ramos y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
CEC 557-560: la entrada de Jesús en Jerusalén
CEC 602-618: la Pasión de Cristo
CEC 2816: el señorío de Cristo proviene de su Muerte y Resurrección 

CEC 654, 1067-1068, 1085, 1362: el Misterio Pascual y la Liturgia 

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