Para el domingo XXV del T O. ciclo B Dios envía a Santa María de Guadalupe para convertir nuestro corazón y ser servidores de los demás


Dios envía a Santa María de Guadalupe para convertir nuestro corazón y ser servidores de los demás
Reflexión para la Homilía del 23 de septiembre de 2018, Vigésimo Quinto Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20
Del Salmo 53
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16-4,3 

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del libro de la Sabiduría encontramos una situación similar a la que

vivió San Juan Diego. San Juan Diego es nuestro hermano, muy cercano y quien nos precede en el camino de la fe. Después de la segunda vez que san Juan Diego habló con el obispo Fray Juan de Zumárraga, éste pidió a dos personas de confianza suya siguieran a Juan Diego y lo espiaran. Con certeza el Obispo quería corroborar de alguna manera todo lo que Juan Diego le decía. El Obispo era prudente, pues la Iglesia así debe actuar, siempre con muchas prudencia ante revelaciones privadas, debe investigar, debe corroborar, etc. Sin embargo, los dos servidores del Obispo, como nos narra el Nican Mopohua en los números del 82 al 87, se enojaron mucho con Juan Diego por dos motivos, uno porque se fastidiaron de tener que seguirlo y dos, porque en cierto momento Juan Diego se les perdió, es decir que de repente ya no lo vieron, y no pudieron cumplir con la encomienda del Obispo Zumárraga. Los dos servidores del Obispo empezaron a meterle en la cabeza a su Obispo que Juan Diego era un mentiroso y que seguramente nada más soñaba o imaginaba todo lo que le decía y le pedía. Y ellos mismos determinaron que si Juan Diego regresaba lo agarrarían y fuertemente lo castigarían para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar gente. Así vemos que, por analogía, Juan Diego fue víctima de “los malvados” de quienes habla la primera lectura y estos lo sometieron a humillaciones muy fuertes.
Por medio del Salmo de hoy podemos también corroborar en la historia de nuestro hermano san Juan Diego que Dios, después de someternos a humillaciones que a veces necesitamos para precisamente ser humildes, escucha nuestra plegarias ya desde nuestro corazón convertido y entonces nos defiende y nos atiende. Así le pasó a Juan Diego, así nos lo precisa la Palabra de Dios por medio del Salmo. Juan Diego sufrió no sólo las humillaciones de los servidores del Obispo, sino también de parte de soldados españoles que se dejaban llevar por los pensamientos de que los indígenas no tenían alma, o de que tenían un alma inferior al alma humana. Por otra parte y al mismo tiempo, Juan Diego sufrió el miedo a la muerte por el temor de ser escogido como víctima para ser ofrecido a sus dioses. Sin embargo, por el Nican Mopohua y la historia podemos constatar que finalmente Dios elevó a Juan Diego a un grado de santidad tan grande, que podríamos decir de él que es el más grande santo mexicano. Juan Diego con certeza le ofreció a Dios, por medio de María de Guadalupe, su corazón contrito y agradecido. ¿Porqué podemos decir esto? ¿Porqué podemos asegurar que ofreció su corazón contrito, humillado y agradecido? Porque Juan Diego intentó huir del camino que Dios quería para él. Si ustedes recuerdan, Juan Diego quiso no encontrarse con María cuando su tío estaba enfermo. A pesar de que ya tenía cita con María para llevarle la señal al Obispo, Juan Diego quiso hacer otra cosa, quiso darle la vuelta a María, quiso posponer el plan de Dios y quiso

sobre todo resolver su problema por él mismo sin la ayuda de la Madre de Dios. Y María, al salirle al encuentro justo en ese momento de la huída y mostrarle su amor y su ternura, convenció a Juan Diego de que era amado, de que era hijo, y Juan Diego se arrepiente y sube al cerro del Tepeyac por la señal seguramente con un corazón contrito por su verdad y al mismo tiempo con un corazón agradecido por el Amor de Dios recibido a través de la mirada y las palabras de María.
En la segunda lectura podríamos, además de reflexionar sobre las envidias y rivalidades que muchas veces existen en nuestras vidas y que, estas podrían servirnos como de trampolín para darnos cuenta de que necesitamos que Dios convierta nuestro corazón y aceptar también que tendríamos que vivir muchas humillaciones en nuestra vida para realmente cambiar, en la parte final de esta lectura también nos dice que, si no alcanzamos algo, como puede ser nuestra propia conversión, o la de algún familiar, o cualquier cosa buena, es porque no se la pedimos a Dios, o por que se la pedimos mal. Entonces, se hace necesario acudir a Santa María de Guadalupe, digámosle como Juan Diego le dijo que sí queremos hacer lo que Dios nos pide aunque nuestras fuerzas sean pocas, y pidámosle a Juan Diego nos acompañe también en este nuestro camino de la fe para que guiados por él quien ya lo vivió, seamos dóciles ante la conversión de nuestro corazón, conversión que Dios quiere lograr a través de nuestra Madre Santísima de Guadalupe.
En el santo Evangelio según san Mateo Dios nos muestra el Amor tan grande que nos da en la Persona de su Hijo para salvarnos. Jesús también nos muestra su Amor por nosotros en el Padre y ambos en el Espíritu Santo nos enseñan el Amor de donación total. Fijémonos también en cómo Jesús dice: “Si algún quiere ser el primero, que sea el último de todos, el servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que me reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a aquél que me ha enviado”. Hermanos, Juan Diego fue llamado por María como un hijito, como un niño, incluso le decía “Juan Dieguito, el más pequeño de mis hijos”. Dios nos enseña el valor y la condición indispensable para la comunión con Él, nos enseña la importancia de la humildad. Dios por medio de Santa María de Guadalupe quiere llevarnos a ser humildes, como lo hizo con Juan Diego. Juan Diego fue enviado como hijo de María a ver al Obispo Zumárraga, fue escogido por Dios, por Ella, para enseñarnos también por medio de su ejemplo, lo que nos dice el Evangelio de hoy acerca de que aquél que reciba a un niño en Su nombre, recibe a Jesús, recibe a Dios quien lo envió. Juan Dieguito fue humilde después del camino por el cuál María misma lo condujo y lo acompañó, y hasta que fue realmente humilde fue otorgado de todo lo necesario para convencer al Obispo de la voluntad de Dios. Finalmente el Obispo recibió a Juan Diego y así recibió a María, recibió a Dios quien la envió.
Gracias a este acontecimiento de hace ya casi 500 años María se ha quedado con nosotros y quiere ayudarnos de igual manera como lo hizo con san Juan Diego. Los invito a querer entregar el corazón a Santa María de Guadalupe ya que Ella quiere curar nuestras heridas, quiere que vivamos realmente el que somos hijos verdaderos de Ella y, de esta manera experimentaremos el Amor maternal de Dios a través de Ella, de esta manera Ella nos llevará a la conversión de nuestro corazón y a la comunión con Dios. Finalmente para esto hemos sido creados. Que Dios nos de la gracia de acercarnos a su instrumento, nuestra Madre María, para que Ella nos lleve al encuentro con Jesús vivo. Que así sea. 

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