María de Guadalupe nos lleva al encuentro con su Hijo y de esta manera nos capacita para cargar la propia cruz y entregar la vida por los demás

María de Guadalupe nos lleva al encuentro con su Hijo y de esta manera nos capacita para cargar la propia cruz y entregar la vida por los demás 
Reflexión para la Homilía del 9 de septiembre de 2018,
Vigésimo Cuarto Domingo del tiempo ordinario


Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro del profeta Isaías 50, 5-9
Del Salmo 114 1-2. 3-4. 5-6. 8-9
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18 
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del profeta Isaías podemos analizar la actitud de los siervos del

Señor, actitud que todos tendríamos que tener como respuesta al Amor recibido por parte de Dios. Pues es el Señor quien abre nuestros oídos cuando escuchamos su voz. Su voz no es una voz que se escucha como cuando nos habla una persona, pero sí es una voz que resuena en el interior, en la conciencia, en el corazón. Si no la escuchamos ante las circunstancias que se presentan en nuestra vida y ante las cuales muchas veces no sabemos responder, es porque tenemos nuestros oídos cerrados. Pero Dios abre nuestros oídos de diferentes maneras para que podamos escucharlo y para hacernos capaces de seguir adelante en el camino en medio de nuestras pruebas y para hacer aquello que El nos pide. Y en esta lectura claramente nos pide ofrecer la espalda a quienes golpean nuestra mejilla, no ocultar el rostro a quienes nos insultan y nos escupen y, cuando somos capaces de hacer esto, cuando somos capaces de no responder a los insultos y maltratos de nuestros hermanos, es porque El no defrauda y nos ayuda, es porque El nos acompaña y nos defiende en nuestras pruebas, y esto hace y quiere hacer siempre con todos y cada uno de los que queremos seguirlo. Este es el camino para todos los hijos de Dios. Si volteamos la mirada al camino de nuestro hermano San Juan Diego, quien nos precede en el camino de la fe, encontraremos la misma situación. Dios por medio de María lo acompaña en el camino de sus pruebas, de sus purificaciones, porque Dios quiere que a través de él se obre el milagro de la Presencia de María, pero este milagro sólo puede llevarse a cabo a partir de su total conversión al Señor. Y María lo llama, le abre los oídos a su mensaje, lo conduce y lo acompaña por este camino de su propia conversión.
Lo anterior lo podemos reafirmar en la lectura del Salmo. Dios escuchó a Juan Diego, él fue envuelto en la redes de la muerte, pues continuamente su vida se veía amenazada por la posibilidad de ser escogido como víctima para los dioses aztecas. Juan Diego vivía con miedo, creía en sus dioses antes de ser cristiano, sin embargo vivía con un sentimiento de inseguridad, lleno de tristeza y de angustia. Y el Señor salvó su vida por medio de María, Ella le salió al encuentro y la vida le cambia. Dios se compadeció del sencillo Juan Diego, él estaba postrado y lo salvó; lo salvó de la muerte, le quitó las lágrimas de los ojos, apartó sus pies de las caídas y Juan Diego pudo así vivir en el mundo de los vivos proclamando el milagro de la Virgen de Guadalupe, y así vivió hasta que el Señor lo llamó.
En la segunda lectura del apóstol Santiago podemos seguir analizando el camino de Juan Diego, el camino del Tepeyac, que como veremos tiene un valor universal. ¿Por qué podemos decir que tiene un valor universal el mensaje del Tepeyac y el camino de Juan Diego? Porque con certeza el camino de Juan Diego no es un camino exclusivo para él, sino que es un camino para todos y cada uno de los hijos de Dios. El camino de Juan Diego y el mensaje del Tepeyac de alguna manera nos visualiza de qué se trata el camino de la conversión del corazón.

Ahora bien, Santiago nos dice que la fe se relaciona con las obras. En Juan Diego podemos ver que hasta que se dio su conversión y adquirió el don de la fe verdadera como resultado de esta conversión, fue cuando se obró el milagro de la Presencia de María, y después de este milagro se dio como resultado la conversión del corazón de millones de personas. Así mismo, Juan Diego fue capaz de dedicar el resto de su vida a las obras de caridad, porque se dedicó 17 años después del milagro del Tepeyac, a proclamar el mensaje guadalupano y a acercar a las personas a Dios por medio de María y su mensaje.
En la lectura del Santo Evangelio San Marcos nos da una enseñanza importante,
debemos pensar como Dios y no como los hombres. Si pensamos contrario a Dios sería colocarnos del lado de Satanás, por eso Jesús le dice a Pedro cuando éste la habla con criterios humanos: “apártate de mi Satanás, porque tu piensas como los hombres y no como Dios”. De aquí la importancia de pedirle a Dios abra nuestros oídos a su voz, para que El nos instruya y cambie nuestra mente y nuestro corazón para mirar todo como lo mira Dios y no como lo miran los hombres. Necesitamos pedirle a Dios de verdad cambie nuestra mente y corazón para paracernos cada vez más a El. Y Jesús nos dice al final del Evangelio: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera
salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.
¿Qué significa renunciar a uno mismo y perder la vida para salvarla? Mirando el camino
de Juan Diego podemos encontrar de qué se trata. Renunciar a uno mismo es lo mismo que aceptar el camino de la humildad, es aceptar primeramente que necesitamos un cambio en nuestra mente y en nuestro corazón, es aceptar que necesitamos crucificar la buena imagen que tenemos de nosotros ante nosotros mismos, es atreverse a pensar de manera más objetiva sobre nuestras propias acciones e intenciones en algunas de nuestras obras, es querer ser honestos con nosotros mismos delante de Dios, es querer hacer continuamente un examen de conciencia que nos permita ver la verdad de nosotros mismos y crucificar esa buena opinion tan optimista que tenemos a veces de nosotros mismos. Dios quiere llevarnos por el camino de la humildad, y para ser humiildes necesitamos muchas veces vivir humillaciones. Aceptar renunciar a nosotros mismos es lo que nos pide Jesús a quienes queremos seguirlo, es renunciar a esa buena opinión de uno mismo, es aceptar las humillaciones en nuestras vidas como una acto de la misericordia de Dios para hacernos humildes. No hay llegada el Cielo si no somos humildes y si no reconocemos nuestra verdad. Cargar con la cruz significa reconocer la verdad de nosotros mismos para entregársela a Jesús y para que nos salve. Si perdemos nuestra vida de esta manera, es decir aceptando la verdad que Dios nos muestra, Jesús salvará
nuestra vida para la vida eterna. De esta manera aporvechamos la Redención.
Juan Diego vivió lo anterior, aceptó el camino de las humillaciones gracias a la compañía
de María. Porque él en algun momento ya no podía más con tanto desprecio e incomprensión. Pero gracias al acto misericordioso de Dios quien le envía a Su Madre para acompañarlo, Juan Diego es capaz de seguir adelante. Dios le abrió los oídos para escuchar la voz de María y María lo llevó al encuentro con Jesús vivo. De esta manera Juan Diego fue capaz de vivir el resto de su vida en la entrega de su persona a los demás. No hay más grande amor que el de aquel que da la vida por sus amigos. Juan Diego fue capaz de entregar el resto de su vida a los hermanos. Pidámosle a él nos enseñe a escuchar la voz de María para dejarnos conducir al
encuentro con su Hijo y podamos así verdaderamente amar y entregar la vida a los demás.
Que así sea. 

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