María quiere llevarnos por el camino que nos abre a la fe profunda Domingo XXVI del tiempo ordinario

María quiere llevarnos por el camino que nos abre a la fe profunda
Reflexión para la Homilía del 30 de septiembre de 2018, 
Vigésimo Sexto Domingo del tiempo ordinario

Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura: Lectura del libro de los Números 11, 25-29 

Del Salmo 18
Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 1-6 

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-43. 45.47-48

Queridos hermanos:
La Primera Lectura del libro de los Números nos relata que el Señor descendió de la nube y habló con Moisés. Tomó el espíritu de Moisés y se lo dio a los setenta ancianos, cuando el espíritu se posó sobre ellos se pusieron a profetizar. En este camino de tras las huella de San Juan Diego, podemos constatar el carácter universal que tiene el Acontecimiento del Tepeyac. Veamos por qué: Así como el Espíritu de Dios descendió sobre Moisés, este mismo Espíritu fue el que descendió sobre la Virgen María para encarnar a Jesús. Esta encarnación está plasmada de una manera viva en la Presencia de Santa María de Guadalupe en la tilma de san Juan Diego. Este Espíritu Santo que posó sobre la Virgen de Guadalupe, fue también dado a San Juan Diego. San Juan Diego fue preparado para recibir, después de un proceso de conversión, después de cierto camino, el don del Espíritu Santo por medio del cuál logró convencer al obispo de la voluntad de Dios por medio de María de Guadalupe. San Juan Diego, después de las apariciones de Santa María de Guadalupe se dedicó a proclamar lo sucedido a todos aquellos que se acercaban a ver a María en su tilma, el vivió así hasta el día de su muerte.
El Salmo de hoy nos recuerda que la ley del Señor es perfecta y reconforta el alma, que sus mandamientos son verdaderos y justos, pero también nos enseña a vivir en la verdad de que aún cuando nos esmeramos en ser buenos y en querer cumplir los mandamientos del Señor, no siempre es fácil y continuamente fallamos, nos alienta a aceptar esto y a pedirle perdón implorando que nos preserve del orgullo y de la soberbia, confiando al mismo tiempo en que Dios nos hará libres de nuestras propias debilidades.
En la lectura del apóstol Santiago encontramos de una manera fuerte, el consejo de Dios a que nuestro corazón no se apegue a las riquezas. No habla aquí sólo de las riquezas materiales, sino también de todo aquello a lo que nuestro corazón se apega y que nos hace olvidar al hermano que tenemos cerca, dejando de ver así a Dios en él. Es un reclamo y al mismo tiempo es una advertencia a todos nosotros que a veces ponemos nuestra alegría en las cosas pasajeras y no en estar con el Señor atendiendo a nuestros hermanos. Es difícil a veces darnos cuenta de que así vivimos, pero hay que confiar en que el Señor nos muestra o nos mostrará la verdad, a fin de darnos la oportunidad de querer elegirlo a Él antes que a las cosas que nos separan de su Amor y del amor a los demás.
En la lectura del Santo Evangelio según san Marcos, Dios nos exhorta a abrirnos al Espíritu Santo para que podamos escuchar su consejo a través de cualquier persona que anuncia a Jesús. Jesús le dijo a Juan que cualquiera que no está en su contra está con Él. ¿Cuántas veces Dios nos habla a través de las personas y no lo escuchamos? ¿Cuántas veces

nos habla a través de nuestros padres, de la esposa, el esposo, incluso de los hijos y no lo escuchamos? O, ¿a través de un amigo?... ¡Ojalá y, como dice la Primera Lectura, todos estuviéramos tan unidos a Dios o que estuviéramos abiertos al Espíritu Santo para poder hacer los milagros de conversión en nuestra gente alrededor! Pero la realidad es que no tenemos fe profunda. Sí tenemos un poco de fe gracias al don del Bautismo, sin embargo, esta fe en nosotros no es lo suficientemente grande como el tamaño del grano de una mostaza como para poder hacer los milagros que pudiéramos hacer en nombre de Jesús por el bien de nuestros hermanos.
También el Evangelio nos invita a estar pendientes de todo aquello que nos lleva a alejarnos de Dios. ¡Cuántas tentaciones vivimos en nuestra vida! Continuamente el demonio está buscando qué hacer para que nos alejemos del mayor bien para nosotros. El demonio es el padre de la mentira y siempre quiere hacernos creer que lo malo no es tan malo o que incluso es bueno. Siempre quiere confundirnos y hacernos caer para alejarnos del único Amor que nos da la felicidad. Abramos los ojos a la verdad, hagamos un poco el esfuerzo al menos en quererlo ver.
Por esto hermanos, miremos el camino de Juan Diego, él es el santo patrón de México. Pidámosle nos ayude a detectar las tentaciones del demonio quien quiere confundirnos, pidámosle a san Juan Diego que nos ayude a dejarnos encontrar por Santa María de Guadalupe, quien siempre quiere llevarnos a encontrarnos con Jesús. ¿Saben porque María de Guadalupe quiere salirnos al encuentro primordialmente cuando estamos huyendo de Dios o cuando estamos en medio de una debilidad, fragilidad o infidelidad? Porque ella es Madre y quiere que se nos grabe en el corazón que somos sus hijos y, como Madre, quiere vernos felices al encontrarnos con su Hijo. Pidámosle a Ella que así como llevó a Juan Diego a tener una fe profunda, tan grande que se plasmó su Presencia en su tilma, haga lo mismo en nosotros, nos lleve en un camino que haga profundizar nuestra fe para que podamos ser buenos instrumentos en las manos de Dios y puedan ocurrir milagros de conversión en nosotros y en nuestro alrededor.
Si dejamos que María nos lleve por el camino de la humildad, como llevó a Juan Diego que fue capaz de reconocer que él huía de Ella, nos dispondremos a adquirir una fe profunda, podremos unirnos a Dios nuestro Señor, podremos vivir en comunión con El y de esta forma podrán pasar las gracias del Señor a aquellos que nos acompañan en nuestra vida y a aquellos que más lo necesitan.
Pidámosle a nuestra Madre Santa María de Guadalupe recordemos que Ella nos tiene bajo su sombra y resguardo, acudamos a Ella ante cualquier situación difícil y dolorosa, recordemos que es Madre y quiere llevarnos al encuentro con su Hijo, quien es el Único capaz de curar nuestro corazón, sanar nuestra heridas y de llevarnos a la felicidad verdadera.
Santa María de Guadalupe: salva a nuestra patria y aumenta nuestra fe 

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