María nos acompaña para que aceptemos la dureza de nuestro corazón y aceptemos así Su ayuda para cambiarlo

María nos acompaña para que aceptemos la dureza de nuestro corazón y aceptemos así Su ayuda para cambiarlo

Reflexión para la Homilía del 07 de octubre de 2018,
Vigésimo séptimo Domingo del tiempo ordinario
Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lecturaLectura del libro del Génesis 2, 18-24
Del Salmo 127, 1-2. 3. 4-5. 6
Segunda lecturaLectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 2-16

Queridos hermanos:
En la Primera Lectura del libro del Génesis Dios nos revela la naturaleza del matrimonio. Él,

después de crear al hombre, le da una ayuda semejante a él para que no estuviera solo. Dios es el creador del matrimonio y de la familia. Queda claro en este pasaje del Génesis que el varón y la mujer, ya desde la institución natural establecida por Dios, se complementan, sólo varón y mujer se complementan. Esta lectura aporta claridad para afrontar los desafíos de nuestros tiempo en donde vemos que muchas veces se intenta pervertir la mente de nuestros niños y de nuestros jóvenes haciéndoles creer que pueda haber otra realidad respecto al matrimonio. Por tanto, el matrimonio, aún antes de haber sido elevado a Sacramento por Jesús, en su naturaleza, es celebrado únicamente entre varón y mujer.
Analicemos ahora otra verdad que nos aporta esta realidad. Cada varón y cada mujer, estamos llamados, en nuestra vocación última y universal, a la santidad. La santidad bien entendida es el estado de plena unión de nuestra alma con Dios. Cristo es el Esposo de la Iglesia y todos nosotros hermanos, somos Iglesia. Esto quiere decir que nuestro destino final es llegar a ser esposos en nuestra alma con Cristo. Estamos llamados la unión plena en el amor con Dios, estamos llamados a ser uno con Cristo de forma similar a como cuando una pareja, un varón y una mujer se casan y se vuelven una sola cosa, una sola carne, se vuelven uno. Así como los esposos se entregan entre sí, en cuerpo y alma, así Cristo se entrega a su esposa que es la Iglesia, se entrega de la misma manera a cada uno de nosotros. El da su vida, su cuerpo, su sangre, para salvarnos y rescatarnos. Y, de esta manera, al abrirnos a su amor salvífico, quiere hacernos uno con Él en el Amor. Ahora bien, para este caminar en la tierra hacia la unión plena en el Amor de Cristo, Dios nos otorgó también una ayuda muy especial. Nos otorga la ayuda de una Mujer con “mayúsculas” nos otorga la ayuda de María. María de Guadalupe está siempre viva en el Tepeyac, está siempre viva en México y Dios ha querido que Ella nos acompañe y nos dirija hacia la unión plena con su Hijo. Dios nos ha dado una ayuda para no estar solos en este caminar hacia los desposorios con Cristo, hacia la santidad, hacia la unión plena en el Amor.
El Salmo nos invita a seguir el camino al que el Señor nos invita. Estamos todos invitados, no sólo san Juan Diego, no solo los mexicanos ni los latinoamericanos sino todos los hijos de Dios, todos los hijos de María, a seguir el camino de San Juan Diego. Este camino es de carácter universal pues es un camino que por medio de la ayuda de María nos lleva la humildad, la cuál es indispensable para unirnos plenamente a Jesús en el Amor. Si aceptamos el camino de la humildad, camino para la Iglesia universal, Dios nos bendecirá tal como nos dice el Salmo, seremos dichosos y nos irá bien.
El la Segunda Lectura, de la carta a los Hebreos nos encontramos con la verdad de que todavía no vemos todas las cosas sometidas a Jesús, aunque esta verdad ya es, nosotros aún no la vemos. Sin embargo, vemos a Jesús coronado de gloria y honor por haber asumido nuestra naturaleza humana y por haber pasado la muerte. Jesús gustó de la muerte en beneficio de todos.

Con este hecho y en esta segunda lectura, Dios nos muestra nuevamente la importancia que tiene el camino de la humildad. Jesús, el Hijo de Dios, Jesús nuestro Señor, acepta despojarse de su gloria y honor en el cielo al hacerse uno como nosotros. Dios Padre nos enseña la importancia de la humildad donándonos la vida de su Hijo para salvarnos. Pero también podemos ver en otros pasajes de la Palabra de Dios algunos otros ejemplos de la humildad que escoge Dios para enseñarnos la importancia que ésta tiene: Jesús nace junto a unos animales, María da a luz a su Hijo en un establo, inmediatamente después de su nacimiento tienen que huir como inmigrantes por causa del temor a perder la vida cuando Herodes lo persigue porque quiere matarlo. Por este motivo no pueden regresar a Belén y escogen la ciudad mas insignificante: Nazareth, de esta ciudad el profeta Natanel dijo que nada bueno podía salir. Con estos ejemplos Dios nos muestra que Él mismo escoge siempre el camino más humilde, los lugares menos importantes y ahora lo vemos coronado de gloria por haber pasado por la muerte.
Lo anterior nos comprueba hermanos que para llegar a la gloria de Dios, a unirnos con Él, necesitamos aceptar el camino de la humildad. Necesitamos querer seguir el ejemplo de nuestro Señor, de María, de san Juan Diego. Todos ellos pasaron por el camino de humillaciones, de falta de reconocimiento por parte de los otros, sufrieron rechazos e incluso Jesús sufrió la muerte como si fuera el mas grande criminal de la historia.
La lectura del Evangelio y las dos primeras nos llevan a ver qué duro es nuestro corazón para aceptar el camino de la humildad. Es igual de duro al corazón de los fariseos que le preguntan a Jesús si es lícito separarse de su esposa. Jesús les dice: Moisés se los permitió por la dureza de su corazón, pero al principio no fue así.
Hermanos, debemos darnos cuenta de que: la humildad es indispensable para llegar a la unión con Dios; que Dios nos da a María para llevarnos y acompañarnos en este camino de pruebas, pues estas pruebas nos hacen humildes. Debemos aceptar con humildad que muchas veces nuestro corazón es duro para aceptar las enseñanzas de Jesús a través de su Palabra y a través de lo que nuestra Madre la Iglesia nos enseña.
Dios quiere la unidad de los esposos, la unidad del varón y de la mujer para siempre. Dios quiere la unión de las familias, la aceptación de nuestras fragilidades, de nuestras miserias y faltas. Pero sobre todo Dios quiere nuestra santificación. Dios quiere que reconozcamos con humildad que muchas veces o casi siempre le fallamos. Porque la aceptación de nuestra verdad, tal como es al día de hoy es ya un signo de esperanza pues la aceptación de la verdad es ya de por sí humildad.
Abrámonos a las gracias que Dios nos otorga a través de María de Guadalupe para pasar por el camino de las pruebas en nuestra vida que nos llevan a la humildad. Si nos abrimos al camino de humildad, como san Juan Diego, Dios por medio de su Madre nos otorgará una fe tan profunda que podremos volvernos verdaderos instrumentos en sus manos y podremos, con certeza hacer todo lo que Él nos pida.
Aprovechemos la ayuda de María Santísima de Guadalupe que siempre se ha quedado en estas tierras para ayudarnos y acompañarnos. Aprovechemos la compañía de nuestro hermano San Juan Diego, quien es mas parecido a nosotros y quien ya pasó por este camino de pruebas y dificultades que lo llevaron a la verdadera humildad y que es condición necesaria para adquirir el don de una fe profunda. De esta manera hermanos, María nos prepara para el encuentro con el Divino Esposo, con el Esposo de nuestra alma. María nos prepara para la plena unión de nuestra alma con Dios.
Demos gracias a Dios por Santa María de Guadalupe quien nos acompaña de manera especial y pidámosle por todos los problemas de todos y cada uno de los mexicanos.
Que así sea 

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