San Juan Diego y el Acontecimiento Guadalupano
Reflexión para la Homilía del 04 de febrero de 2018,
Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano

Libro de Job 7,1-4.6-7.
Salmo 147(146),1-2.3-4.5-6.
Carta I de San Pablo a los Corintios 9,16-19.22-23. 

Evangelio según San Marcos 1,29-39. 

Queridos hermanos:
La primera lectura me lleva a realizar una analogía entre la vida de Job y la vida de San Juan Diego. Ahora que estamos preparándonos hacia los 500 años del Acontecimiento Guadalupano, es importante para nosotros, el pueblo mexicano, dirigirnos a nuestras raíces cristianas y para esto nos será útil analizar la vida de nuestro querido santo y hermano San Juan Diego. Podemos ver por la historia que nuestro querido hermano San Juan Diego podría ser también quien hablara en lugar de Job. El libro de Job nos dice cómo él sufre una esclavitud en búsqueda de sombra, san Juan Diego, por la época en la que vivió, era tratado como esclavo por los españoles y seguramente necesitaba también un lugar de descanso. Santa María de Guadalupe le dice dentro del mensaje a san Juan Diego: ¿No estas bajo mi sombra y resguardo? Job se lamenta las noches de dolor, seguramente san juan Diego lloraba por la situación vivida de temor de ser escogido como ofrenda para los dioses y seguramente se acostaba pensando en cosas similares a las que se nos describe sobre Job. Job dice que su vida es un soplo, san Juan Diego dijo con diferentes palabras que era nada.
Con el Salmo de hoy también podemos ver, por analogía, que el mensaje que Dios nos da en el Acontecimiento Guadalupano está contenido en el Evangelio y lo refuerza:
Nos dice que el Señor reconstruye a Jerusalén y congrega a los dispersos de Israel, en el Acontecimiento Guadalupano, Dios, por medio de María reconstruye la paz y congrega a dos pueblos que se encontraban en conflicto, con gravísimos problemas.
Nos dice también el Salmo que el Señor sana a los afligidos y les venda las heridas, el mensaje de Dios por medio de Santa María de Guadalupe es el mismo, llama a cada uno por nuestro nombre, como María le dijo a san Juan Diego: “Juan Dieguito” para curarlo de sus aflicciones, penas y heridas y para capacitarlo para cumplir con su misión.
Incluso también, si analizamos el detalle del Salmo en donde nos dice que El Señor cuenta las estrellas, en el manto de Santa María de Guadalupe encontramos también estrellas. Y vemos también como el mismo Salmo celebra a nuestro Señor y nos dice que es grande y poderoso, y que su inteligencia no tiene medida, podemos ver la grandeza del milagro del Tepeyac en la tilma de San Juan Diego, milagro sostenido en el tiempo por el poder de Dios y nos dice también, justo como también lo hace María en el Acontecimiento Guadalupano que, eleva a los oprimidos y humilla a los malvados al polvo. En el Tepeyac Ella eleva la dignidad del indígena y al español le enseña a ser humilde haciéndole ver que el indígena es su hermano y es otro de igual dignidad que ellos.
En la segunda lectura, en la primera carta de San Pablo a los corintios, podemos ver que, así como a San Pablo le fue dada una misión, a san Juan Diego también se le otorgó la suya. Una vez que san Juan Diego fue libre por la libertad que le otorgó María al devolverle su dignidad

de hijo de Dios, San Juan Diego, siendo ya libre, como san Pablo, se hizo esclavo del mensaje para anunciarlo, para anunciar la Buena Noticia.
En el Evangelio hermanos vemos y comprobamos lo que San Juan Eudes dijo: “el corazón de Jesús y el corazón de María laten al unísono, porque donde está el Hijo está la Madre y donde está la Madre está el Hijo”. Y vemos pues que lo que se nos narra el evangelio de San Marcos es la acción de Jesús de curar enfermos, de sanarlos, de liberar a los endemoniados. Dios por medio de Santa María de Guadalupe realizó exactamente lo mismo en el Acontecimiento Guadalupano, y no solo en ese entonces, lo sigue Dios haciendo ahora y lo hará siempre. ¡Cuánta gente recurre a Santa María de Guadalupe para que sean curados de sus enfermedades, sanados de sus heridas, alejados de algún mal! Y Jesús, en el Evangelio nos dice que fue a otras ciudades para continuar haciendo lo mismo. Santa María de Guadalupe hace lo mismo, es conocida en todo el mundo y Ella es Madre no solo de nosotros los mexicanos, no solo de los Latinoamericanos ni siquiera tampoco solo de los de América del Norte, Ella es Madre de todos, es la Madre de Jesús y Madre de todos y cada uno de sus hijos, Ella nos llama, nos cura, nos sana y con esto nos capacita para poder hacer lo que Jesús nos pide.
Preparémonos cada día, de aquí al 2031, dirigiendo a Dios un agradecimiento especial por darnos a Santa María de Guadalupe y su mensaje. ¡No hay mensaje más consolador de María que éste!, ¡el de Guadalupe!, ¡el de la Madre que consuela y que nos pide por favor que nada nos turbe ni nos aflija!, no hay mensaje más consolador que este que nos dice que nos tiene, así como Job lo anhelaba y como escuchó San Juan Diego, bajo Su sombra y resguardo, no hay mensaje más alentador que el que la Madre nos diga: ¿Qué no soy yo la fuente de tu alegría?, ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
Acudamos a Ella, vivamos en su Presencia, revestidos del mensaje plasmado en la tilma de san Juan Diego y con Ella, podremos comprender que lo más valioso de la vida cristiana es ser para el otro, es decir pidámosle nos ayude a querer ofrendar nuestras vidas junto con Jesús en manos de María por los demás.
Agradezcamos a Dios la presencia tan especial de Santa María de Guadalupe y pidámosle nos ayude con todos y cada uno de los problemas de cada mexicano. De esta forma nos iremos preparando hacia la celebración de los 500 años del Acontecimiento que fundó nuestra nación y de donde debemos rescatar nuestras raíces y nuestra identidad como hijos de Dios y de María.
Amén. 


Del Directorio Homiléteico

Quinto domingo del Tiempo Ordinario
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CEC 1502-1505: Cristo, el que cura
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