Santa María de Guadalupe nos presenta al Pan vivo que ha bajado del Cielo

Santa María de Guadalupe nos presenta al Pan vivo que ha bajado del Cielo
Reflexión para la Homilía del 12 de agosto de 2018, 
Décimonoveno Domingo del tiempo ordinario

Tras las huellas de San Juan Diego
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (19,4-8)
Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,30–5,2) 

Lectura del Santo Evangelio según san Juan (6,41-51)

Queridos hermanos:
En la Primera lectura de este domingo, en el Libro de los Reyes, Dios nos regala, por su infinita misericordia, un ejemplo de esperanza en el caminar en nuestra vida. Nos comparte un momento crucial en la vida de Elías, un momento en el cuál todos podemos sentirnos muchas veces identificados; Elías, ya casando por las pruebas en su vida, por los problemas por los que atravesó, y por el gran desánimo en el que cayó, deseó la muerte. Es justo en este momento, cuando él se siente abatido y sin fuerzas que, nos narra la lectura, un ángel acudió a él dándole pan de comer y agua de beber, para animarlo así a seguir adelante. Como consecuencia, Elías recibe la fuerza necesaria para seguir en el largo camino que le quedaba, llegando al final, a su meta, a la montaña de Dios.
En este tiempo de duras pruebas para México, para nuestra ciudad, para nuestras comunidades, para nuestras familias; con tanta violencia, con tantos ataques cada vez más fuertes al don más precioso que es la vida, con tanta falta de mirarnos a los ojos y perdonarnos unos a otros y, ante cada problema que cada uno de nosotros vivimos y sufrimos, podemos llegar a sentirnos desanimados, así como Elías se sintió, y podemos caer en la tentación de querer abandonar todo.
La solución es, como nos anima Dios por medio del Salmo de hoy, hacer la prueba y comprobar qué bueno es el Señor, porque el Señor escucha el clamor de los pobres, es decir de los que sufrimos cualquier adversidad, y nos libra así de todas nuestras angustias; hagamos la prueba ya que el Señor nos dice que junto aquellos que le temen, “el ángel del Señor acampa y los protege”, ¡dichoso el hombre que se refugia en Dios! Debemos aprender a refugiarnos continuamente en el Señor en todas las circunstancias de nuestra vida.
La Segunda Lectura nos pide intentar erradicar cualquier mal que haya en nuestra vida, asperezas, iras, indignaciones, insultos, etc., es decir toda clase de maldad, y nos exhorta a ser buenos, comprensivos y a perdonarnos unos a otros como Dios nos perdonó y nos perdona siempre por medio de Cristo. Y aquí podríamos preguntarnos: ¿cómo nos perdonó Cristo? Nos perdonó ofreciendo su vida hasta la muerte, y es de esta forma que nos pide perdonarnos unos a otros. ¿Cómo hacer todo esto cuando no tenemos fuerzas? ¿Cómo perdonarnos hasta la muerte sacrificando nuestro orgullo y ofreciendo la vida al hermano por quien me siento lastimado? ¿De dónde sacar la fuerza cuando estamos a veces como Elías, casi caídos por el

desánimo, o por el enojo, o por la ira y por mas que queremos a veces nada podemos hacer? Necesitamos dejarnos alimentar del Pan que da la vida, sólo de Él podemos sacar la fuerza para seguir adelante en medio nuestras pruebas. Por eso Jesús mismo nos dice en la lectura del Santo Evangelio: “(...)
Este Pan nos lo ofrece a nosotros así como se lo ofreció a Elías, para fortalecernos y llegar a nuestra meta que es llegar a la montaña de Dios, es decir llegar a la plena unión con Él.
Si alguien se siente necesitado y llamado a recibir este Pan, quien es el Señor mismo, más veces que una vez a la semana, no dude en acercarse de manera más frecuente y alimentarse de este Pan que fortalece y sostiene en el camino. Dios, de diferentes maneras nos invita a participar en su Comunión. Por ejemplo, podemos encontrar que esto mismo le ofreció Dios a san Juan Diego. La Madre del Dios por quien se vive, Santa María de Guadalupe, se presenta ante Juan Diego tres veces, pero en su segundo encuentro, San Juan Diego está justo como el profeta Elías, desanimado, cansado, queriendo abandonar su misión. Pero María, Santa María de Guadalupe quien se presenta embarazada, le presenta en su propia persona, en su propio cuerpo, el cuerpo de Jesús, al Pan de la Vida. En la imagen de nuestra Madre Santísima encontramos a Jesús vivo quien bajó del Cielo por medio de María. Y nos invita Ella, así como invitó a Juan Diego, a encontrarnos con su Hijo por medio de la Eucaristía y a través, al mismo tiempo, por medio del encuentro con Ella. María nos invita a aprovechar la ofrenda que Jesús hace continuamente de su propia vida para nuestra nuestro sosten y fortalecimiento, para nuestra salvación.
Podríamos decir que San Juan Diego, asi como el profeta Elías, alimentados por el encuentro con Jesús vivo en la Comunión, obtuvieron la fuerza de este Pan para poder seguir con su misión. La gracia de recibir el Pan de vida, el Cuerpo y la Sangre de Jesús pasa también por María y por esto Ella misma se presenta con Jesús encarnado en su vientre. Recordemos que la santa Iglesia nos dice que absolutamente toda gracia pasa por Ella, así lo dispuso Dios.
Hermanos, entregémosle nuestro corazón a Santa María de Guadalupe y al entregárselo a Ella se los estamos entregando a Jesús quien está vivo en su vientre. Entregarnos a Ella, consagrarnos a Ella es como consagranos al Sagrado Corazón de Jesús y su Inmaculado Corazón, los cuales siempre laten al unísono.
Pidamos a nuestro hermano san Juan Diego quien después de aceptar su debilidad, incapacidad y fragilidad, fue capaz de entregarle su corazón a María, pidámosle que como hermano nuestro nos ayude en este camino de entrega total a María para ser así completamente de Jesús, en la vida y en la muerte.
Digamos pensando en la entrega a María: ¡Jesús tuyo soy, en la vida y en la muerte! Amén. 

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