María, al ejemplo del Buen Pastor, también sale a nuestro encuentro Cuarto domingo de pascua

María, al ejemplo del Buen Pastor, también sale a nuestro encuentro
Reflexión para la Homilía del 22 de abril de 2018,
Cuarto Domingo de Pascua

Tras las huellas de San Juan Diego
Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,8-12. 
Salmo 118(117),1.8-9.21-23.26.28.29. 
Epístola I de San Juan 3,1-2. 
Evangelio según San Juan 10,11-18.

En la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles escuchamos que la gente les preguntó quién había sanado a un enfermo. Pedro presenta al enfermo ya sano ante la comunidad y les dice que quedó sano gracias al Único que puede curar, quien es Jesús de Nazaret, el mismo que fue rechazado y crucificado. Al explicar Pedro este milagro físico de sanación quiere también enseñarnos, por medio de un hecho visible, que Jesús es capaz de curar cualquier enfermedad física, pero también quiere decirnos que Jesús no sólo cura enfermedades del cuerpo sino que cura enfermedades del alma, del corazón y de la mente, nos puede curar de nuestros propios pecados, de nuestro orgullo, de nuestras debilidades y de nuestras fragilidades.
El Salmo de hoy nos invita a ser agradecidos por esto, por que Dios es bueno y porque su amor es eterno. Dios nos ama tanto que envió a su Hijo a salvarnos y Él quiere siempre sanarnos y salvarnos. La salvación ya nos fue dada y debemos estar siempre alegres pero también debemos ser sobre todo, muy agradecidos.
Sería bueno intentar siempre aprovechar esta salvación del Señor acercándonos a El y dándole las gracias. Una manera de expresar nuestro agradecimiento es aprovechando los sacramentos como lo son el de la Reconciliación con Dios y el de la Comunión.
En la segunda Lectura san Juan quiere compartir con nosotros la alegría de ser hijos de Dios gracias a Jesús, quien fue hecho hombre y hermano nuestro por amor. Gracias a esto Dios nos ha convertido en hijos de suyos. San Juan quiere que nos demos cuenta de cuánto nos ama Dios y por eso dice: ¡Miren cómo nos ama el Padre que nos llama hijos de Dios porque gracias a Jesús lo somos realmente!
Esta Lectura nos lleva a reforzar por una lado la alegría en la que debemos vivir y por el otro lo importante que es el agradecimiento ante tanto amor que es eterno.
El santo Evangelio nos refuerza también la Primera Lectura, la Segunda y el Salmo, porque Jesús nos dice que Él es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Nos dice que no confiemos en las personas que no se interesan auténticamente por las ovejas, sino que solo las cuidan por recibir un salario y, entonces, cuando se acerca el lobo salen corriendo y abandonan a las ovejas. Por eso Jesús mismo nos invita a darnos cuenta de que sólo Dios nos ama con amor eterno y que sólo Él nunca nos abandonará, nos invita a no poner nuestra esperanza en el hombre sino a ponerla siempre en Dios, porque Él nos ama con amor eterno y siempre nos cuida como un Pastor a sus ovejas. También Jesús nos dice en esta Lectura que tiene otras ovejas en otro corral y nos hace saber que Él también las debe conducir y que algún día escucharán su voz y entonces lo seguirán y habrá así un solo rebaño. Con esto Dios nos dice

que vino al mundo por todas las ovejas, por todos los pecadores por los mas y menos alejados por todos-todos. Y esto nos debe llevar a alegrarnos porque Dios no se cansará de buscarnos ni de buscar a nuestros hermanos por muy alejados que nos encontremos o que se encuentren.
Ahora bien, veamos cómo Dios, en México hace casi 500 años, curó a un enfermo, al tío de San Juan Diego. Juan Bernardino se llamaba y él ya le había pedido a Juan Diego que fuera a buscar a un sacerdote, porque pensaba que ya se iba a morir. Y, ¿qué fue lo que pasó? Dios, por medio de María, la Virgen de Guadalupe curó al tío de esa enfermedad y quedó sano. Pero, al mismo tiempo que curó al tío de su enfermedad física, también estaba curando la falta de fe de San Juan Diego. San Juan Diego en ese momento estaba huyendo de María porque pensaba que tenía que ir primero a buscar al sacerdote para su tío. Pero María, al ver que Juan Diego estaba huyendo de Ella y que quería resolver su problema por él mismo, lo buscó y le salió al encuentro. María hizo tal cual como Jesús, como el buen Pastor que va a buscar a la oveja perdida, María fue a buscar a Juan Diego. Y, cuando lo encuentra, no lo regaña, sino que lo mira con amor y esto es como si cargara a la oveja con su ternura y amor maternal. Así como hace Jesús cuando carga a las ovejas de su rebaño, así mismo hace María con Juan Diego y así mismo hace María de Guadalupe con cada uno de nosotros.
Vemos pues que Bernardino fue curado de su enfermedad física, y Juan Diego fue curado de su debilidad, de su fragilidad, de su falta de fe, de su huida de María.
Cuando Juan Diego oyó de María que su tío ya estaba sano, él se dio cuenta de que no le pidió ayuda a María y se arrepintió y entonces se entregó verdaderamente al amor de María y a su plan y Ella lo capacitó y lo fortaleció para continuar con la misión de ir con el Obispo y de decirle lo que María quería.
Hermanos, una vez más comprobamos el Amor eterno de Dios, Quien no se cansa de buscarnos y de enviarnos las ayudas necesarias para acercarnos a ÉL.
En todas nuestras debilidades debemos dejarnos encontrar por el Buen Pastor, debemos querer dejarnos encontrar por María quien como enviada de Dios nos sale al encuentro para acercarnos a Jesús y aprovechar la salvación. Dios siempre quiere curarnos, Dios siempre puede sanarnos de cualquier enfermedad física, pero sobre todo quiere curarnos de nuestro orgullo, de nuestra soberbia, de nuestro egoísmo, quiere sanarnos de las enfermedades que nos pueden llevar a perdernos de la vida eterna.
Acudamos a María, estemos pendientes de los encuentros que Ella quiere tener con nosotros, pidámosle a San Juan Diego nos ayude a dejarnos encontrar por Ella y que Dios nos sane de nuestra ceguera para que veamos cómo María nos sale al encuentro de muchas maneras y sobre todo agradezcamos a Dios, pues nos muestra una y otra vez más que nunca se cansa de demostrarnos que su Amor es eterno.
Que así sea. 

Del Directorio Homilético

Cuarto domingo de Pascua
CEC 754, 764, 2665: Cristo, pastor de las ovejas y puerta del corral
CEC 553, 857, 861, 881, 896, 1558, 1561, 1568, 1574: el Papa y los obispos como pastores

 CEC 874, 1120, 1465, 1536, 1548-1551, 1564, 2179, 2686: los presbíteros como pastores 
CEC 756: Cristo, la piedra angular
CEC 1, 104, 239, 1692, 1709, 2009, 2736: ahora somos los hijos adoptivos de Dios 

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