En Santa María de Guadalupe habita la Santísima Trinidad
Reflexión para la Homilía del 27 de mayo de 2018,
Solemnidad de la Santísima Trinidad
Tras las huellas de San Juan Diego

Deuteronomio 4,32-34.39-40. 
Salmo 33(32),4-5.6.9.18-19.20.22. 
Carta de San Pablo a los Romanos 8,14-17. 
Evangelio según San Mateo 28,16-20.

Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, las Tres Personas en un solo Dios verdadero: El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, hemos estudiado todos en el catecismo.
¡Dios es Familia! y, en la Santísima Trinidad existe una relación de puro Amor, un amor que no es como el amor humano, como el que conocemos nosotros muchas veces fracturado y herido, sino que existe, entre las Tres Personas Divinas, el Amor Verdadero, el Amor Puro, el Amor de donación perfecta. Del Amor del Padre conocemos por la Palabra que nos dice: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que el que crea en Él tenga vida eterna”. Jesús, Dios Hijo, responde al Amor del Padre a tal grado que, por Amor a Él y a nosotros, ofrece voluntariamente despojarse de su condición divina, dejar su trono en el Cielo para abajarse y tomar la misma condición humana, ofrece darnos Su vida; y como fruto del Amor entre el Padre y el Hijo, nace el Espíritu Santo que nos es dado para habitar en nosotros y acompañarnos en el camino de regreso al Padre. ¡Que maravilla de relación entre la Santísima Trinidad se nos ofrece!
La Primera lectura me hizo recordar el Acontecimiento que Dios hizo hace casi 500 años aquí en México, sabemos que el Papa Benedicto XIV adjudicó al pueblo mexicano el Salmo 147 que dice: “No hizo cosa igual con ninguna otra nación”, y efectivamente, el milagro sostenido en el tiempo por Dios de la Presencia de Santa María de Guadalupe, no se ha repetido, ni ha habido un milagro parecido en nación alguna. ¡En ningún lugar ha sucedido cosa semejante! y, la Primera Lectura nos transporta a aquellos años en los que San Juan Diego se encontró con una Mujer vestida como el Sol, y la lectura nos dice: “¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como lo oíste tú, Juan Diego, como lo oíste tú, pueblo mexicano, y pudo sobrevivir? O ¿qué dios, continua la lectura, intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, (como hizo nacer a México de dos pueblos) con milagros, signos, prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas como el Señor, tu Dios, que por medio de Santa María de Guadalupe hizo nacer una nación? Si bien en la Primera Lectura se hace referencia a Egipto, podemos referir perfectamente esto al pueblo mexicano, porque Dios hizo esto mismo, porque Santa María de Guadalupe se presentó vestida como el Sol delante de los indígenas y españoles y les habló y nos habla hoy, del Verdadero Dios por Quién se vive. Y termina la Primea Lectura diciéndonos: “Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tu y tus hijos”; hermanos, Dios nos invita a abrir los ojos y observar y escuchar a Santa María de Guadalupe quién apareció vestida como el sol, dándonos el mensaje de Dios, como el que viene del fuego, porque por medio de Ella Dios nos muestra su Amor maternal. Si Dios nos hablara directamente, probablemente sería ya el fin de los tiempos, pero ahora sabemos que Dios escoge hablarnos también a través de Su Madre y nuestra Madre María, específicamente a través del amor vivo

de Jesús en Santa María de Guadalupe. Dios Padre nos envía a María por medio del Espíritu Santo, y Ella se presenta con Jesús vivo en su vientre, y podemos así comprobar como Ella es Templo, Trono y Sagrario de la Santísima Trinidad.
Podemos corroborar también en el Salmo de hoy que nos dice que la tierra está llena del Amor de Dios y, María vive en esta tierra y en Ella está el Amor perfecto de la Santísima Trinidad y es este Amor el que Dios quiere transmitirnos, a través de su Madre. Vemos como la tierra está llena de su Amor también a través de este hecho, del Acontecimiento Guadalupano que nos sigue hablando hoy.
Por otro lado es bueno reflexionar en lo que dijimos al principio: en que Dios es Familia; Dios, Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo y, se encarna en una familia, en la Familia de Nazaret, y al morir en la Cruz, culmina fundando una familia, que somos todos nosotros, la Iglesia. Es en el nacimiento de esta familia, la Iglesia, que nos hace hijos y hermanos, y herederos de la herencia del Cielo. Previo a esta herencia, en el momento del testamento en la Cruz, Jesús nos confía a María para que Ella nos enseñe el camino, como se lo enseñó a San Juan y a San Juan Diego.
En la lectura del Evangelio vemos cómo Jesús envía a sus discípulos a bautizar en el nombre de la Santísima Trinidad: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y les dice y en ellos nos dice también a nosotros: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”. ¿Saben como Dios nos acompaña? A través de su Presencia en nuestros hermanos, en las familias, pero también de forma extraordinaria en todos los Sacramentos, siendo la Eucaristía la fuente y el culmen de la vida cristiana; pero, Dios nos acompaña también de una forma especial a través de Su Presencia Trinitaria presente en la Santísima Virgen de Guadalupe, sí, María está viva en el Tepeyac a través de la tilma de San Juan Diego, y si Ella está viva y embarazada, quiere decir que Jesús también está vivo en Santa María de Guadalupe y, todo esto sucede por Voluntad el Dios Padre y por acción del Espíritu Santo. Así que al estar enfrente de la imagen de la Virgen de Guadalupe, nos encontramos con la esencia y el resumen de la doctrina cristiana: La Santísima Trinidad, por el amor entre las Tres personas nos dona la vida de Cristo, el Hijo y en la Cruz Él mismo nos confía a María. María, en su imagen nos muestra la ofrenda de la vida de su Hijo, Jesús mismo nos enseña la importancia de la Ofrenda de Su vida por nosotros y a esta ofrenda de Su vida se le une la ofrenda del dolor de María, de un grande dolor, pero también de un grande Amor por la humanidad. Observando su imagen entendemos pues la Ofrenda, la Eucaristía que es lo fundamental de la vida cristiana.
En esta fiesta de la solemnidad de la Santísima Trinidad, acudamos a Santa María de Guadalupe en quien Dios Uno y Trino habita. Dejémonos llevar y amar por Ella como San Juan Diego lo hizo que, apoyado en la experiencia de su poquedad, de su nada, pero que, al mismo tiempo profundamente convencido de la mirada de Amor de Dios por medio de María, fue transformado y capacitado para cumplir la voluntad de Dios. Agradezcamos entonces con gran fuerza a Dios todo su Amor, el Amor inimaginable que nos otorga a través del Amor de la Madre, y dejemos que Su Amor nos reconfigure, nos capacite y nos fortalezca para cumplir fielmente la voluntad de Dios en nuestras vidas. Pidamos a María por todas las familias, la familia mexicana y la gran familia de la Iglesia. Que así sea. 

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