El Amor maternal de Dios expresado a través de Santa María de Guadalupe Madre del verdadero Dios por quien se vive.



El Amor maternal de Dios expresado a través de Santa María de Guadalupe Madre del verdadero Dios por quien se vive.
Reflexión para la Homilía del 31de diciembre de 2017,

Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José, vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios Hacia los 500 Años del Acontecimiento Guadalupano 
Libro de Génesis 15,1-6.21,1-3.
Salmo 105(104),1b-2.3-4.5-6.8-9.
Carta a los Hebreos 11,8.11-12.17-19. 

Evangelio según San Lucas 2,22-40.

Hermanos:
Hoy celebramos el fin de Año y celebramos también la fiesta de la Sagrada Familia.
Hemos estado reflexionando sobre el misterio de la Encarnación de nuestro Señor, y llega el tiempo

de felicitar María nuestra Madre por el nacimiento de su Hijo. Mañana 1ero de enero celebraremos la
solemnidad de Santa María Madre de Dios.
En la primera lectura del libro del Génesis vemos la importancia de la fe. Lo primero que el Señor le dice a Abrán en la visión es: “no temas”... “yo soy tu escudo” y, después le hace una promesa que parecía humanamente no poder cumplirse, le promete tener una gran descendencia, como las estrellas del cielo, y Abrán le cree y por haberle creído su esposa Sara quedó embarazada a pesar de su vejez.
El Salmo nos invita también a recurrir a ese poder del Señor, a buscar su rostro sin descanso y a recordar sus maravillas, nos dice también que el Señor recuerda su alianza eternamente.
En la segunda lectura, en la carta a los Hebreos, leemos nuevamente la importancia de la fe en el poder de Dios. Nos dice que por la fe Abrán tuvo una gran descendencia, que, por la fe, Sara concibió a un Isaac en la vejez, y fue porque tuvieron fe en el poder de Dios. Tuvieron fe en que Dios podría cumplir lo que les prometió.
Asimismo, en el Evangelio nos encontramos una vez más con el poder de Dios en cumplir la promesa hecha al anciano Simeón de que no moriría sin haber visto la salvación. Y cuando vio a Jesús, lo tomó en sus brazos y dijo entonces que ya podría morir en paz.
En todas las lecturas de hoy una de las cosas que Dios nos dice es esta: confiemos en su poder, creamos en sus promesas, porque Dios es siempre fiel. Confiemos en el poder que Dios tiene para cambiar lo que nosotros no podemos, confiemos en su promesa en la que nos dijo que El estaría con nosotros hasta el fin del mundo, confiemos en el amor maternal de Dios expresado a través del amor de María a quien celebramos mañana como Madre de Dios, confiemos en que, aunque a veces no lo sintamos, nunca estamos solos, confiemos en el poder que Dios tiene para salvarnos de nuestras debilidades y fragilidades. Confiemos en el poder de Dios al permitir cosas en nuestra vida que nosotros no entendemos. Confiemos que tiene el poder de resolver nuestros problemas de la manera no en la que esperamos sino la que más nos conviene. Si creemos en esto, por la fe, Dios podrá darnos aquello que más nos conviene para nuestra verdadera felicidad y para nuestra salvación.
Otra enseñanza del Evangelio la podemos sacar reflexionando de las palabras del anciano Simeón a María: “A ti una espada te atravesará el alma”. En este tiempo de Adviento que termina, la Iglesia concentra su atención sobre María, sobre el misterio del amor de Dios expresado por María. Comenzamos por el misterio de la Encarnación: La Encarnación es un momento que nos muestra que Dios quiere tener un cuerpo humano, el verdadero Dios por quien se vive, quiere hacerse hombre y, para hacerse hombre El pide con la humildad por medio del Arcángel Gabriel a María ser la Madre de la divina humanidad del Señor. ¡Y vemos la humildad de Dios!, el Creador de todo condiciona ser verdadero hombre a la respuesta de María. Es difícil para nosotros comprender tanta humildad de Dios y de María al ver también cómo Ella responde humillándose delante del Señor, sabemos que sobre la humildad de María siempre se puede
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hablar mucho pero nunca entenderemos la grandeza de esta humildad. En el cántico de María, en el Magníficat, María habla sobre su humildad. También sabemos que María desde el principio de su vida ofrecía todo al Señor, y vemos una vez más que, en el momento de la Anunciación Ella responde ofreciendo todo a Dios, ofrece todo con todas las consecuencias que implican este acto de ofrecimiento. Estas consecuencias las conocemos por ejemplo por medio de lo que dice el anciano Simeón en la lectura del Santo Evangelio de hoy. Pero, sobre todo podemos ver una de las consecuencias de su ofrecimiento por la dolorosa pasión del Señor que también fue la dolorosa pasión de María, podemos ver también estas consecuencias en sus siete dolores. Pero, como María es también Madre nuestra, Ella también sufre las consecuencias de ser nuestra Madre y sufre por los dolores relacionados con la familia de su Hijo, que somos nosotros. Sufre por los cristianos que sufren el martirio, los que sufren por causa de sus propios pecados, etc. Pero, para entender el plan divino relacionado con María, nosotros como mexicanos podemos mirar a San Juan Diego. San Juan Diego, cuando recibe la llamada, la invitación de María, tiene ya 57 años. Es un señor mayor, un señor quien tiene ya una historia de vida con sus propias experiencias, sus propias heridas. Sabemos que San Juan Diego vivió antes de los españoles muchas humillaciones. El tenía una baja posición social y por esto también recibía muchas humillaciones, luego cuando llegan los españoles y conquistan nuestras tierras, él se siente mucho más humillado y mucho más herido porque algunos teólogos de esa época, pensaban que los indígenas no tenían alma. Esto es un absurdo, pero si algunos teólogos pensaban así, ¿qué podrían pensar los soldados españoles que no conocían bien la doctrina de la Iglesia? Seguramente miraban a los habitantes de esta tierra desde una posición superior pensando que estas personas probablemente, al no tener alma, eran como si fueran animales. Por eso San Juan Diego fue mucho más humillado y herido por los españoles. Después el recibe la invitación de pertenecer a la Iglesia, de ser miembro de la familia cristiana, y esto es para él una invitación a una nueva vida, a conocer y a vivir la doctrina de la Iglesia, el Evangelio, las Sagradas Escrituras. Se le presentan a él nuevas perspectivas, pero estas perspectivas chocan con la realidad de la vida cristiana de los cristianos de esta época quienes conocen la teoría, pero no lo ponen en la vida práctica, entonces, san Juan Diego es de nuevo herido y desanimado. Y en este momento se aparece María y él de repente se encuentra ante un purísimo Amor. Se encuentra de repente ante María, quien lleva en su seno al Salvador del mundo y quien expresa de forma pura la belleza del amor de Dios. Y San Juan Diego entonces se anima y se siente seguro de que es amado, y quiere hacer lo que María le pide. San Juan Diego, de ser una persona insignificante, porque vemos que lo expresa en el Nican Mopohua al decir que él es nada, se vuelve un mensajero, se vuelve el mensajero de la Madre de Dios, mensajero del Hijo de María.
Hermanos, así puede pasarnos a nosotros, podemos encontrarnos desanimados muchas veces por los problemas que enfrentamos, por las enfermedades, por los problemas económicos, por los problemas de un hijo, de un padre, los problemas de la sociedad, de México. Pero, si como san Juan Diego, dejamos que María nos encuentre, nos encontraremos ante el Amor puro de Dios expresado a través de María. Su mirada puede darnos ese ánimo que necesitamos para seguir adelante, María puede transformarnos con el Amor de Jesús que trae en su vientre. Recordemos siempre, cuando estemos desanimados, que San Juan Diego vivió varias veces lo mismo, recordemos que María lo miró con Amor, con el Amor de Dios, recordemos que esto fue lo que le dio ánimo para seguir adelante y dedicarse a transmitir durante 17 años el mensaje de Dios por medio de María.
Hoy que es día de la sagrada Familia, encomendemos nuestras familias a la familia de Nazareth. Encomendemos nuestras familias y todas las familias mexicanas, en vísperas de la solemnidad de la Madre Dios, a nuestra Madre; pidámosle a San Juan Diego nos enseñe a entregarnos a María, a dejarnos mirar por Ella así como él lo hizo, para que, recibiendo la mirada del Amor puro de María podamos transmitir esa misma mirada de Amor de Dios a nuestros hermanos. 



Del Directorio homilético


Sagrada Familia
CEC 531-534: la Sagrada Familia
CEC 1655-1658, 2204-2206: la familia cristiana, una Iglesia doméstica 

CEC 2214-2233: los deberes de los miembros de la familia
CEC 529, 583, 695: la Presentación en el Templo
CEC 144-146, 165, 489, 2572, 2676: Abrahán y Sara, modelos de fe 

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