Santa María
de Guadalupe nos ayuda a preparar el camino para recibir al Señor
Reflexión para la Homilía del 10 de diciembre de
2017, Segundo Domingo de Adviento
Hacia los
500 Años del Acontecimiento Guadalupano
Libro de Isaías 40,1-5.9-11.
Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14.
Epístola II Carta de San Pedro 3,8-14.
Evangelio según San Marcos 1,1-8.
Hermanos:
Estamos en el Segundo domingo de Adviento, en la
espera de celebrar el nacimiento de nuestro Salvador y, claramente las lecturas
nos ayudan a darnos cuenta de la importancia tan grande que tiene el estar
preparados para vivir la venida del Señor.
En la Primera lectura el
profeta Isaías anuncia que pronto vendrá la liberación, habla del consuelo que se
recibe después de haber pagado una condena o de haber sufrido las consecuencias
de alguna mala decisión o de algún mal acto y el consuelo que se recibe después
de haber recibido el perdón. Nos anuncia con gran esperanza el plan para nuestra
salvación a causa de nuestros pecados.
Esta invitación a estar
preparados que recibimos en la Primea lectura es clara, y en esta lectura nos
explica también la forma en la que Dios nos hace llegar la salvación. La
salvación siempre tiene como punto de partida el Amor. Dios se nos adelanta y
nos precede siempre, Él toma la iniciativa para salvarnos y con su Amor quiere darnos
la confianza que se necesita para que aprovechemos la Redención. Sí, y es que Él
ya nos salvó del mal, de nosotros mismos, de nuestras fragilidades, de nuestros
pecados, nos salvó con el Sacrificio de su vida, y si ya nos salvó, entonces
sólo falta que aprovechemos lo que ya hizo por nosotros. ¿Cómo lo podemos aprovechar?:
Dios con estas lecturas quiere comunicarnos la paz que surge de sabernos amados
por su Amor Misericordioso para que, una vez convencidos de su amor no nos
cueste trabajo reconocer delante de Él nuestras culpas, queramos así acercarnos
con confianza a la reconciliación con Él por medio del Sacramento de la Reconciliación
y, viviendo de este sacramento del amor aprovechemos la Redención. Después de
haber sufrido las consecuencias de nuestros actos y una vez confesado nuestras
culpas experimentemos ese consuelo que viene de sabernos no sólo perdonados,
sino que, recibiremos el consuelo de que somos perdonados porque somos amados.
Si experimentamos el amor y el perdón de Dios, reconoceremos que es Dios mismo
quien amorosamente nos reúne ante su Presencia y Quien nos lleva en sus brazos.
De igual manera en el salmo vemos como Dios promete
darnos la paz que surge de sabernos amados para que, una vez conociendo la paz
que viene del Señor no vayamos a buscar otra cosa, no vayamos tras los ídolos.
Estos ídolos pueden ser muchas cosas: por ejemplo, el querer tener mejores
cosas no está mal, sin embargo, si este deseo es tan grande que no me permite
valorar lo que ya tengo y me quita la paz, esto pudiera ser signo de que lo que
busco se está volviendo un ídolo para mí. En este mismo sentido, ídolos también
puede ser mi propia persona, por ejemplo, si busco de manera excesiva cuidar la
imagen que tengo ante los demás o el que me importe mucho cómo me ven los otros
y esto me quita la paz, entonces yo mismo me vuelvo mi propio ídolo, también
pueden ser otras muchas cosas como el deseo de que me suban de puesto, una casa
más grande, el querer tener una relación con alguna persona de manera obsesiva,
el querer que mi familia sea diferente a como Dios me la dio, etc. Puedo hacer
un ídolo de cualquier cosa, situación o persona que yo ponga entre Dios y yo y
que me haga poner el corazón más en eso que quiero que en el Amor de Dios y su
Salvación por mí.
En la Segunda Lectura San Pedro nos recuerda que
Dios tiene paciencia con nosotros y que la promesa de su segunda venida no se
cumple de inmediato porque no quiere que nadie perezca, quiere que todos nos
salvemos y por eso nos tiene mucha paciencia además, para Dios no hay tiempo,
Él vive en un presente eterno y por eso nos explica que delante del Señor un
día es como mil años y mil años como un día y por esto nos exhorta a que
nuestra conducta sea santa y piadosa esperando y acelerando la venida del
Señor. Fijémonos en esto: esperando y
acelerando la venida del Señor. Nos exhorta a que mientras esperamos la
venida del Señor procuremos vivir de tal manera que nos encuentre en paz, sin
mancha ni reproche. Esto debemos procurar siempre, porque no sabemos el día en
qué vendrá ni la hora, pero además porque si vivimos así, como nos lo pide, aceleramos la venida del Señor. ¡Qué importante es entender, pero sobre todo
vivir este consejo de San Pedro! Pero muchos pueden pensar: “yo me equivoco
a cada rato”, “caigo una y otra vez”, ¿cómo vivir en paz y estar sin mancha
para que cuando venga el Señor no encuentre en mí mancha ni reproche? Dios
siempre, ante nuestra miseria, fragilidad y pecados, se nos adelanta y por eso
nos invita primero a confiar en su Amor, Amor que se anticipa ante nuestra
verdad de ser pecadores, Amor que, mediante entregar Su vida en la Cruz, nos
salva. Si vivimos de la Salvación hecha por amor, no tendremos miedo de
confesar nuestras culpas, y recibiremos el consuelo que surge del perdón del
Señor. No tengamos miedo nunca de confesar nuestros pecados: ¡Dios ama
perdonarnos, Dios perdona siempre!
Así vemos también que en la lectura del Santo
Evangelio San Marcos nos recuerda cómo San Juan Bautista ayudaba a que la gente
preparara el camino para la venida de Jesús. Los invitaba a convertirse y a
estar preparados para recibir el perdón de los pecados, después los bautizaba.
Así también nosotros recibimos esta invitación de preparar el camino para
celebrar la Navidad, celebrar la fiesta del nacimiento de Dios quien se hizo
hombre por amor para salvarnos. Nos podemos preparar haciendo una buena
confesión, acercándonos al perdón de manera inmediata en que nos damos cuenta
que lo necesitamos, de esta manera nos invita a que no dejemos mucho tiempo sin
estar en la paz del Señor y mientras más vivimos intentando no tener mancha
mediante la confesión frecuente, sin duda Dios nos encontrará viviendo de la
paz que nos otorga su perdón y estaremos acelerando la venida del Señor a
nuestro corazón, a nuestra familia, a nuestro entorno, a la Iglesia, al mundo.
Ayer celebramos a San Juan Diego, el santo más
grande de México y el próximo 12 de diciembre celebramos a nuestra Madre Santa
María de Guadalupe. Dios nos expresa su Amor maternal por medio de María, por
medio del mensaje del Tepeyac. Demos gracias a Dios por este regalo que hizo de
Su Madre como Madre nuestra. Cuando veamos nuestras fragilidades y nuestras
faltas, nuestras caídas y pecados, recordemos que con el pecado original la
naturaleza humana se enfermó y que en cierta forma es normal que yo caiga, sin
embargo, cuando un hijo está enfermo, pues necesita más cuidados de su mamá.
Así que, si Dios nos muestra nuestra enfermedad por medio de nuestras caídas,
recordemos que Dios nos dio a una Madre para que la tengamos cerca, para que
nos cuide y para que nos ayude a sanar. Aprendamos a agradecerle a Dios este
regalo que Dios a México de tener tan cerca a Su y nuestra Madre, pidámosle a
Dios por medio de Ella nos sane, nos cure para que podamos preparar el camino y
recibir el Señor. Cuando veamos nuestras caídas confiemos en lo que Ella nos
dice: ¿Qué no estoy yo aquí que soy tu Madre? Ella nos ayudará a prepararnos
para recibir al Señor en esta Navidad y siempre.
Esperemos pues la venida del Señor preparándonos,
intentando vivir de la paz que surge de sabernos perdonados, salvados.
Aprovechemos el Sacrificio que ya hizo por nosotros, aprovechemos todas las
ayudas que Dios nos da para vivir en su paz como son los sacramentos y la
oración. Aprovechemos la ayuda de nuestra Madre Santa María de Guadalupe, quien
verdaderamente supo esperar al Salvador. Pidámosle nos haga capaces de estar
esperando y de estar preparados a que el Señor venga a nuestro corazón todo el
tiempo. Que nos ayude a que este tiempo de adviento esté lleno de los
preparativos de nuestras almas para que el 25 de diciembre vivamos el
nacimiento de Jesús plenamente en nuestro corazón y que de esta manera la alegría
se desborde hacia el exterior y la comuniquemos a nuestros hermanos.
Así sea.
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Del Directorio Homiletico
CEC 522, 711-716, 722: los profetas y la espera del Mesías
CEC 523, 717-720: la misión de Juan Bautista
CEC 1042-1050: los cielos nuevos y la tierra nueva
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